lunes, 30 de marzo de 2009

Sólo son cuentos.- Cosas de amores, 1

Dijo la mujer:
"Yo estaba tan enamorada de él… ¿Sabe usted? Y es que estaba tan bueno el tío... No fue por celos, no señor; es que empecé a comérmelo a besos y le fui cogiendo gusto...
El resto del cuerpo lo tengo en el congelador, señor comisario."

viernes, 27 de marzo de 2009

272 sobresueldos.-

Siempre hay quien se las ingenia para sobrevivir en época de crisis. Sin ir más lejos, en la Carrera de San Jerónimo, de 350 diputados, 272 se llevan un sueldo de 3.126 € al mes (más dietas y viáticos, si viven fuera de Madrid) por su cara bonita. ¿Qué hay que hacer para eso? Nada, o casi. Una vez que metes la cabeza en la lista electoral de un partido, sólo tienes que ir a un pleno de tarde en tarde, darle al botón que te digan y ver cómo te llaman “Señoría”. El resto del tiempo te dedicas a tus negocios, que son los que dan dinero e influencias. Lo del sueldo del Congreso, una minucia para ir tapando agujeros.
¿Que vamos para cuatro millones de parados? Minucias, en todas partes muerde la crisis. ¿Que en la supuesta octava potencia mundial se están abriendo comedores de beneficencia para dar un plato a los que antes trabajaban y ahora no se lo ganan? Ya existían ollas comunales en la Argentina de Videla y el país, mal que bien, sigue en pie. Eso a “sus Señorías” no les afecta. Por lo menos, hasta las próximas elecciones legislativas. Para entonces, si la cosa no se ha arreglado, ya irán a hacerse la foto sirviendo un cazo de patatas calentitas al parado.
Lo que no sé es cómo se las arreglarán esos diputados pluriempleados –don Manuel Pizarro con sus 16 cargos, pongo por caso–. Imagino que enviarán a un propio a hacerse la foto delante de la olla común. Luego, en el Photoshop se hace un apaño (quito esta cara, pongo esta otra) y queda de lo más propio en los carteles electorales.
Vista la cosa, he decidido que, en las próximas elecciones, voy a votar al PSB (Partido de la Sopa Boba), del cual soy cabeza de lista. Si consigo un escaño, servirá para complementar la pensión. Mis votantes pueden estar tranquilos porque la jubilación es incompatible con actividades en la empresa privada y no pienso dar golpe. A lo que no renuncio es a apretar el botoncito de mi escaño, que eso sí que me hace ilusión enorme.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Hay otros mundos distintos, pero llegas en metro.-

Esta mañana he ido (en metro) a la FNAC. Un mundo donde los nietos de aquellos post-modernos, que eran la progresía de los años 70 del pasado siglo, se mueven como pez en el agua. Yo, la verdad, me sentía un poco raro. Y esto por dos razones: una, porque mis barbas post-castristas y mi chaqueta de pana pregonaban que yo no soy de ese mundo; la otra, por la extraña pretensión de buscar arreglo a un aparato de música que compré hace ya 15 años.
En el primer caso, comprendo que resulta muy difícil ubicarme en ninguna de las tribus del cosmos urbanita que pulula ­–como infusorios en una charca–, en esos lugares à la page, que dicen los franceses. Soy un epígono de la progresía post-franquista y los mil cacharros tecnológicos expuestos en las estanterías, con sus vistosos envases de colorines, no me llaman la atención. Me eduqué en una sociedad de escasos recursos y el consumismo post-krack-neocapitalista me queda un poco de lado.
Raro también en el segundo caso –que tiene que ver con el primero–, por esa absurda pretensión mía de reparar una antigualla, cuando los actuales cánones de consumo mandan tirar al vertedero (o “reciclar”, concepto muy querido por la masa ecolo-asfaltícola) y comprar uno nuevo.
A pesar de todo, me he atrevido y he ido. No sabía que era tan complicado.
Entro y no sé dónde ir. Doy vueltas por el vestíbulo. Un segurata, tamaño buldózer, armado de toda la parafernalia de achiperres para-policiales (porra, esposas, correajes, entrecejo fruncido, uniforme e insignias) me mira como a elemento extraño y potencialmente peligroso. Yo hago como que no me doy cuenta, pero me aturullo. Subo unas escaleras hasta un sitio que pone, creo, “Audio Portátil”. Pregunto y no es allí. Bajo las escaleras y vuelvo al vestíbulo. El segurata me ve. Bajo otras escaleras y allí es algo de “Hazte socio de la FNAC”. Pregunto y tampoco es allí. Vuelvo al vestíbulo. Ando unos pasos, los desando y miro de reojo a ver qué cara pone el segurata. Bajo, esta vez, unas escaleras mecánicas y ahora sí. Dice “Imagen y Sonido”. Pregunto a un empleado con pinta de piolín; le explico que quiero reparar el sintonizador de un aparato de alta fidelidad que compré allí hace unos quince años. El piolín me mira como a un selenita, se le tuerce la boca en una mueca sardónica pero, en atención a mis barbas entrecanas, se guarda el comentario jocoso y me dice que lo pregunte en el servicio técnico.
Subo por enésima vez al vestíbulo –el segurata dice algo por el pinganillo; tiene pinta de no fiarse un pelo de mí–, y corro a trompicones por la escalera mecánica que sube a la primera planta. Pregunto. No es allí. Eso está un piso por debajo del vestíbulo. El segurata, en el vestíbulo, está francamente mosqueado con mis idas y venidas. Corro a donde me han dicho que era, pero me he equivocado otra vez; allí dice “Forum FNAC”. Pregunto. Pues no; es enfrente. Otra vez recorro el vestíbulo, esta vez, mirando al suelo para no tropezarme con la mirada desconfiada del segurata.
Bajo las escaleras y pregunto. Por fin, sí, es el servicio técnico. Allí, otro piolín tecnológicamente bien informado, informa en lenguaje tecnológicamente idóneo. Sobre su cabeza tiene una pantalla plana que vomita estridencias músicales de un concierto roquero. Me aturullo con el ruido y no sé si logro hacerme entender, pero sí: el piolín es un lince (ajeno a las manipulaciones genéticas rouqueñas) y entiende el mensaje a la primera. A pesar del roqueo desaforado de la pantalla.
¿Reparar un sintonizador de hace 15 años? Sé que el piolín ha visto en mí a un alienígena de un mundo tecnológicamente subdesarrollado. No comenta nada, para qué. No hay más que verme: un irrecuperable. Manipula el ordenador y la impresora escupe un papel: la dirección de una casa de reparaciones. Me la pone en la mano y me recomienda, con gesto de conmiseración, que pruebe a comprarme otro, que la reparación me puede salir por un huevo (eso, así, no lo dice, que en estos sitios tienen muy bien amaestrado a su personal).
Ya sólo me queda subir al vestíbulo, cruzar por delante del segurata, pero sin mirar, y coger puerta.
Lástima que se me haya olvidado preguntar cuánto me costaría otro sintonizador nuevo, por si la reparación del antiguo fuese castrante (en sentido meramente económico). Para eso tendría que volver a cruzarme con el segurata, y seguro que esta vez se cabrea. A lo mejor, otro día, cuando él no esté de turno…

jueves, 19 de marzo de 2009

Sólo son cuentos.- Semblanzas, 3.-

EL BONDADOSO.-
Eufrasio Cantarranas era un hombre servicial. Todas las mañanas salía de su casa dispuesto a hacer favores, buscaba a quien hacérselos y se los hacía quieras que no.
A la vecina del 5º C le hacía la compra a diario, y hasta le guisaba a la menor de cambio, le hacía las camas y fregaba el
baño. Al portero del bloque de enfrente le barría la escalera por el día y le sacaba la basura por la noche. Al guardia municipal que patrullaba el barrio le ayudaba a poner multas, y hasta le chivaba los coches mal aparcados.
A la vecina del 5º C se le fue el marido. Un día, al volver éste del trabajo, se encontró a Eufrasio haciendo la cama de matrimonio. Se mosqueó lo que no está escrito, puso una demanda por adulterio y se fue a vivir con otra.
El portero de enfrente se quedó sin propinas porque se las daban todas a Eufrasio; además, le bajaron el sueldo por vago. Como era Eufrasio quien trabajaba…
Al municipal, por multar demasiado, el señor Alcalde le puso de barrendero. Era tiempo de elecciones municipales y la ACC. (Asociación de Conductores Cabreados) estaba pidiendo el voto en contra.
Así que, desde hace algún tiempo, la vecina del 5º C odia a Eufrasio, y ya no le manda a la compra; ayer mismo, el portero de enfrente le molió las costillas con el palo de la fregona; y el barrendero, cuando le ve por la calle, le atropella con el carrito de la basura.
Eufrasio Cantarranas es un hombre incomprendido.

martes, 17 de marzo de 2009

Identificación oculta.

No pasa día sin que suene el teléfono y aparezca en la pantalla: “identificación oculta”, o bien, “número no disponible”.
Se trata, como cualquier ciudadano sabe, de esa modalidad de “pesca milagrosa” –tal como hacen las FARC en Colombia– de las empresas, sobre todo las de telecomunicaciones, para captar clientes. Recibes una llamada a cualquier hora del día, preferentemente cuando más molestan (la hora de comer o de la siesta), y una voz anónima se empeña en que pagas demasiado dinero por tu conexión telefónica o de Internet. Quieras que no, ponen en evidencia lo idiota que eres, pudiendo pagar la mitad de esa cuota por los mismos servicios, con la diferencia de que son ellos quienes te los ofrecen. Y para demostrártelo, te dicen que estás conectado con ***, que te facturan tanto mensualmente.
Siempre me hago (me hacía, que llevo meses sin coger las llamadas) la misma pregunta ¿Quién les ha dado mis datos? ¿Por qué se entrometen en mis decisiones? ¿Quién les ha dicho que soy un menor de edad mental? Su invasión de mi intimidad me subleva. Su impunidad me hace rabiar de impotencia.
Harto me tienen, por no decir que hasta las pelotas. No sé si hay un defensor del consumidor o del ciudadano que ponga coto a sus tropelías, o alguna institución que acepte denuncias contra este género de intromisiones. Si la hay, den por interpuesta mi denuncia. A cambio de tanta desvergüenza, por la intromisión en mi vida personal, quiero reclamar 100.000 € para seguir pagando la conexión con quien me de la gana o mejor me cuadre.
Un amigo comentaba el otro día que él tampoco descuelga el teléfono en estos casos. Razonaba él que, puesto que telefónica le cobra un euro mensual por el reconocimiento de llamadas, quiere saber quién le llama o, al menos, desde qué número de teléfono. Yo, igual. Yo no hablo con desconocidos, que es algo que me enseñaron de pequeño…
Y, desde luego, como vuelvan a llamarme mientras hago la siesta del jubilata, es que les corto los huevos. ¿Está claro?

domingo, 15 de marzo de 2009

Pinheiro, el arquitecto y el hombre.-

A veces, de las casualidades nacen los conocimientos. Conocer la existencia del arquitecto brasileiro Dento María Pinheiro ha sido posible gracias a la entrada que, sobre Tarsila do Amaral, colgué el otro día en mi bitácora. Un cúmulo de casualidades hizo que Agostinho Pinheiro, sobrino-nieto de tan ilustre arquitecto, leyese mi reseña e hiciese alguna alusión a la atormentada relación amorosa que la pintora mantuvo con el arquitecto a su regreso a Brasil, en 1925, cuando tuvo origen el movimiento pictórico-literario conocido como Pao Brasil. Relación, por otra parte, desmentida con energía por la ya anciana, doña Tarufa de Praxiles, prima segunda y confidente de la pintora. De este cruce de notas, que amenazaba ser tan borrascoso como los amoríos frustrados del arquitecto y la pintora, ha surgido mi curiosidad por saber más de Dento María Pinheiro, del que nunca antes había tenido referencias.
Su sobrino-nieto, Agostinho Pinheiro, con quien me puse en contacto vía Internet, ha tenido la amabilidad de invitarme a visitar la Fundaçaõ Pinheiro do Río de Janeiro, sita en la Alameida de Toroço Quintanalua 357, uno de los lugares más emblemáticos de la capital carioca, donde se conserva el legado del arquitecto. Lamentablemente, mi sueldo de jubilado no me permite un desplazamiento a Río de Janeiro, por lo que he tenido que recurrir a las hemerotecas españolas para rastrear noticias sobre tan insigne arquitecto y urbanista de vanguardia como fue dom Dento María. Por otro lado, su obra es poco conocida (lamentablemente, debería decirse), en nuestro país. Contribuye a ese desconocimiento el que los protocolos fundacionales de la Fundaçaõ Pinheiro prohíban expresamente desplazar documentos fuera de su sede, ni siquiera para exposiciones temporales. De ahí la dificultad para lograr información suficiente sobre uno de los padres de la arquitectura moderna.
También por pura casualidad, llegó a mis manos una entrevista que cierto arquitecto salmantino, de nombre Tomás Serrano, hizo a dom Dento María con motivo de su centenario. En dicha entrevista (publicada en ARQSCOAL, años 05-06, pp. 23-26) se hace un recorrido por su quehacer profesional, y un repaso a sus hallazgos arquitectónicos e imaginativas soluciones a problemas habitacionales que nadie, antes que él, había encarado con tanta genialidad.
Hay que destacar su fugaz y fructífero contacto con la Bauhaus y con el movimiento contraconceptualista, que fueron el paso previo a su opción por el deconstructivismo positivista que ha marcado de forma indeleble su trayectoria posterior. De su primer periodo brasileño se conserva memoria gracias al complejo arquitectónico pied-à-terre de 10.512 favelas P. O. con garaje y trastero, en la playa de Ipanema, que durante todo el pasado siglo marcó tendencia en cuanto a vivienda social. De su periplo norteamericano, conviene recordar su pertenencia al Five Architects Group, la ampliación del edificio Pan Am (tan original como polémica, cuya foto acompaña a este texto), el emblemático Carrot Building y, muy especialmente, su celebérrima Flute Tower, cuyo desplome dio origen a la controvertida teoría de los rascacielos horizontales y el consiguiente ahorro energético de los ascensores. Por dos veces recibió el afamado premio Puitzker.
Parece ser que su vida sentimental fue azarosa. De las mujeres que pasaron por su vida, aparte Milagros da Ponte o Tarsila do Amaral (fugacísimo romance), no puede silenciarse a Katheryna van der Rohe, que le supuso un enfrentamiento personal y profesional con Le Corbusier. Durante muchos años estuvo casado con Angelinha Rhodrigues da Salmanteira, quien tras la enésima caída de la bici estática sufrida por Dento María, mandó que se le operase la cadera. Periodo de inactividad física que fue fructífero en creatividad arquitectónica.
Hasta aquí, lo que yo sé a través de los documentos consultados. Respecto a su vida amorosa, su sobrino-nieto Agostinho, en una noche de caipirinhas y confidencias, me relató uno de sus más jugosos y breves amoríos que no me resisto a transcribir, sin ánimo de caer en la crónica rosa.
“En 1960, mientras se rodaba La dolce vita –según me contó Agostinho–, Dento Mª Pinheiro visitó Roma y quedó prendado de las exuberancias carnales de Anita Ekberg, a la que –rememorando el rapto de las Sabinas – raptó utilizando una biga romana tirada por dos fogosos caballos cartujanos. Federico Fellini, a lomos de la vespa de Paparazzo, persiguió por las callejuelas de la Subura a los amantes, hasta darles alcance en el Palazzo Barberini, donde se jugó la dama a los dados con Dento. Marcelo Mastroniani, muerto de celos, cayó en una profunda depresión porque consideraba que él era la prima donna y, por lo tanto debía ser el objeto amoroso del arrebatador amante. A partir de entonces, Mastroniani juró no actuar en nuevas comedias del costumbrismo italiano. De ahí su nueva etapa de filmografía social, cuyo mayor exponente fue Sostiene Pereira.”
Lamentablemente, es todo lo que sé sobre tan memorable arquitecto.

jueves, 12 de marzo de 2009

Un favor se le hace a cualquiera.

Leo en el 20 Minutos del día 11 este suelto:
Beteta dice que gana menos que en 2008. El consejero de Economía, Antonio Beteta, afirmó ayer que cobra 5 euros menos que en 2008 porque se ha incrementado en una centésima su retención”.
Siento enormemente que el consejero de economía de Madrid vea reducido su sueldo en 5 euros mensuales y estoy dispuesto a remediarlo de mi bolsillo. Como mi pensión no es para tirar cohetes, pero da para ir viviendo, resulta que a mí me sobran todos los meses esos 5 euros que a él le faltan. He pensado ofrecérselos. La única condición que pongo es esta: que venga a mi casa el día 1 de cada mes, llame al portero automático, bajo y se los doy. Ahora bien, tiene que venir en el coche oficial (blindado, preferentemente), y acompañado de su chofer y sus escoltas. A lo mejor, hay suerte y nos parchean la calle, que buena falta le hace.
Eso no, a café no puedo invitar a todos. Lo siento, hombre.

martes, 10 de marzo de 2009

La Ruta verde del Páramo a la Vega.

Poco a poco vamos conociendo nuevas vías verdes, aquellos antiguos trazados ferroviarios reconvertidos hoy en rutas ecológicas aptas para la marcha a pie o en bicicleta. La marcha de este domingo pasado, organizada por la agrupación Aire Libre, recibe el nombre de “Ruta verde del Páramo a la Vega”. El tramo que recorremos se inicia en Perales de Tajuña y llega hasta Colmenar de Oreja, unos 20 kilómetros. Además de por estas poblaciones, el camino pasa por los términos municipales de Valdelaguna y de Chinchón.
Esta ruta verde corresponde al trazado de una línea férrea que iba desde Madrid hasta los pueblos de la Vega del Tajuña, construido en el S. XIX para colocar los productos hortofrutícolas de estas tierras en la capital. Estuvo en funcionamiento hasta 1952. Según alguno de los carteles anunciadores (dan mucha información sobre fauna y flora) que jalonan la vía verde, el tren tardaba 6 horas en recorrer los 60 kilómetros hasta la capital. Ya se sabe el dicho: "el tren de Arganda, que pita más que anda". No es extraño que no pudiese soportar la competencia del transporte por carretera.
En parte, esta vieja línea se trazó sobre la antigua calzada romana que iba desde Titulcia hasta Segovia y uno de cuyos fragmentos puede verse en la subida al puerto de la Fuenfría. El Tajuña, parte de cuya vega recorremos, nace en Maranchón, Guadalajara, y vierte aguas en el Jarama. Éste último es tributario del Tajo a la altura del “la junta de los ríos”, que di
cen los ribereños.
Nuestro camino transcurre por un paraje de terrenos yesíferos, con perfiles alomados, donde se alternan los yesos y los terrenos arcillosos de aluvión de las terrazas fluviales. Abundan los cristales de yeso, conocidos como espejuelos, que desde el tiempo de los romanos se han usado para el cerramiento de ventanas. El espejuelo puede cortarse en láminas, es brillante y traslúcido y, montado sobre bastidores, hacía la función de nuestros actuales acristalamientos. La vegetación es la propia de bosque mediterráneo muy transformado por el uso humano para la agricultura. En nuestro camino abundan los chaparros (encina, coscoja), con matorral (aulaga, tomillo, esparto, lentisco, carrizos), cultivos (olivo, vid, almendro –éste todavía en flor-).
A Chinchón no entramos, sino que lo bordeamos. De aquí a Colmenar hay un camino de 4 kilómetros trazado a corcel, de puro recto que es, jalonado por arbolillos desmedrados que no sabemos si se lograrán en estos secarrales. Un rebaño de ovejas, que aprovecha los pastos ralos del lugar, da la nota bucólica y agropecuaria propia de tiempos ya pasados.
Al entrar el Colmenar de Oreja nos llama la atención el curioso nombre que le han puesto a un centro oficial: Apis Aureliae, que es una forma caprichosa de latinizar “colmenar” y “oreja”. Se ve que no fueron al diccionario, ya que “colmenar” es apiariun o alvearium, mientras que el nombre específico de Colmenar de Oreja (por lo menos, según el diccionario Sopena) es Oregia. Nosotros decidimos llamar a sus habitantes Oregitanos, que suena a pueblo celtibero, pero ellos, más modestamente, dicen llamarse "Colmenaretes", que nos lo dijo una señora a la entrada del pueblo.
Este pueblo es conocido por sus canteras de piedra blanca que se usó para la construcción del palacio real de Madrid o la fuente monumental de Cibeles. Su plaza mayor, restaurada, es una plaza castellana muy digna de verse, así como la iglesia parroquial, que perteneció a la orden de Santiago, construida en la misma piedra blanca de la zona , también el lavadero y el puente de Zacatín… También el museo de Ulpiano Checa, pintor historicista y costumbrista.
Curioso este pintor que se mueve entre el impresionismo y el academicismo y que pinta caballos a galope tendido. Toda una panoplia de romanos, aurigas, hunos, bárbaros, árabes y cualquier pueblo que cabalgase a lomos de briosos corceles, son interpretados por los pinceles de este artista. Tan famosa y comercial fue su pintura que hasta Hollywood copió sus modelos para sus películas de “romanos”, incluido el cartel de Ben-Ur. Recuerdo haber visto una exposición suya, creo que en Caixa Forum.
Ya sólo pasear el pueblo de Colmenar de Oreja y ver sus monumentos, exige dedicarle unas cuantas horas. Y al terminar la visita no se nos olvide tomar un vaso de vino colmenareño. A la salud de tan bonito pueblo.

sábado, 7 de marzo de 2009

Un gusto, conocer a Tarsila do Amaral.

En la última anotación que hice en mi bitácora, el pasado día 4, amenacé con contar alguna de mis visitas culturales. Como en estas paginas no se ejerce más cesura que la que impone la limitación del propio ingenio, pienso hablar de Tarsila do Amaral. Ya va siendo hora de que nuestro barniz cultural reciba algunos brochazos que le den un poco más de lustre. Que se sepa que existió una pintora brasileña que vivió en primera persona las vanguardias parisinas e hizo sus armas con el cubismo, del que dijo que debería ser el servicio militar del artista moderno.
Tarsila era una niña bien – no nos engañemos – que recibió una educación afrancesada, moda entre las familias adineradas brasileñas. A ver qué jovencita brasileña viajaba a ese antro de pecado y perversión que era el París de los años veinte del pasado siglo. Pero Tarsila, además de ser de familia rica, era una mujer con temperamento artístico y asimiló las nuevas tendencias vanguardistas, a la vez que entró en contacto con el que los coetáneos llamaron "arte primitivo" (la pintura de Picasso está llena de ejemplos, p. e. Las señoritas de Aviñón), tan de moda en esos años ¿Su originalidad? Que plasmó las nuevas técnicas vanguardistas, junto con el primitivismo, impregnándolas con el colorido local del Brasil rural. Usa colores brillantes y contornos nítidos, propios de la cultura popular brasileña, con una expresividad de formas sencillas. Pero no se trata de una pintura que busque la simplicidad sino aunar las técnicas en boga con las formas populares.
Participó en dos movimientos de vanguardia puramente brasileños: la pintura Pau Brasil (Palo de Brasil), cuyo manifiesto fundacional fue escrito por Oswald de Andrade, su segundo marido. El otro movimiento es el que se definió como Antropofagia. Una asimilación de las vanguardias parisinas y un redescubrimiento del Brasil, su cultura, su flora, su geografía, sus etnias, su religión… En pocas palabras: asimilar las nuevas tendencias de las vanguardias manteniendo la tradición. O sea: pura antropofagia artística.
Como muestra, dejo aquí una copia de su obra Antropofagia: la cultura vanguardista europea “tropicalizada”, engullida por lo autóctono brasileño.
Las obras de Tarsila do Amaral estarán expuestas en la Fundación Juan March hasta finales de mayor y merecen que se les dedique un rato tanto a su contemplación como a la lectura de los textos que acompañan.
No me he extendido mucho ¿Eh? Cultureta no quiere decir plastífero.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Aproximación a la taxonomía del jubilado

No sé si a alguien se le ha ocurrido hacer una descripción taxonómica de las variedades de jubilados que existen en nuestro país. Dentro del grupo que forman los miembros de la Tercera Edad, están los que se pueden llamar con propiedad Jubilados. Por dos razones: una, porque han cumplido su ciclo laboral y viven (más o menos) de la pensión que fueron generando con su trabajo durante su vida laboral; y dos, porque han alcanzado una edad provecta. El resto de miembros de esta Tercera Edad es una amalgama de gentes que tienen en común el hecho de haber sobrepasado esa edad a partir de la cual uno no es ni mucho menos “joven”, ni siquiera “maduro”, sino “mayor” sin mayores especificaciones. Decir “viejo” está proscrito por los usos sociales.
En cuanto a que todos los jubilados sean de edad provecta, se me objetará que no es cierto, que los hay con poco más de 50 años, víctimas de algún ERE. También se me puede objetar que con 60 años y una pensión regular, uno, de provecto, nada; más bien, capitán general con mando en plaza, sea Torremolinos o cualquier urbanización costera. A ese argumento digo que sí, pero que es una variedad de jubilado coyuntural, mero apéndice temporal que termina integrándose dentro de la categoría Tercera Edad. El paso del tiempo es implacable. No hay más que esperar y ver.
Pues bien, dentro de la categoría Tercera Edad, especie Jubilado, caben más subdivisiones, tantas como variedades de jubilados hay. Pero eso no es lo que interesa en la lección de hoy. Lo que me interesa destacar es que existe una variedad taxonómica de Jubilado muy específica, con connotaciones características que no comparte con otras variedades de Jubilado. Me refiero al Jubilado Cultureta, o, en la descripción taxonómica de uso propio, que estoy elaborando: Jubileta Cultureta. Lo de Jubileta es una licencia literaria que me he permitido en detrimento del rigor científico, pero en aras de la cadencia métrica. Y si no, deletréese con voz cantarina: ju-bi-lé-ta / cul-tu-ré-ta y se verá que tiene su aquél de rítmico y cadencioso.
El Jubileta Cultureta es un espécimen que alimenta sus ocios de la oferta cultural que se da en la gran ciudad. Por eso, lo primero que debe decirse es que se trata de un urbanita, y lo segundo, de un consumidor nato de eventos culturales, cualquiera que sean éstos. Verbigracia: a) exposiciones de pintura (el Cultureta siente auténtica debilidad por ellas); b) museos de diverso pelaje (sobre todo si hay exposiciones temporales –los fondos permanentes aburren un poco-); c) teatro (clásico, nuevas tendencias, de autor, de actor consagrado, y también alguna incursión en el género musical); d) cine (tipo premio de festival afamado, o director de remota procedencia); e) feria del libro (antiguo y de ocasión, o de novedades editoriales); f) restaurante de gastronomía exótica; g) hotelito rústico enclavado en parque natural (aquí una sub-subespecie: Cultureta-urbanita-ecologista, asimilable al bo-bo (bourgueois bohème francés).
Las filias del Cultureta son tan variadas como las ofertas del marketing cultural y están en plena expansión, como el universo. En general – ya para no cansar – cualquier evento etiquetado como “cultural” por los medios de comunicación, los vaivenes de la moda ad hoc, o los divos que imparten doctrina desde algunos programas autonómicos.
Dicho esto, quien tal cosa escribe afirma pertenecer, por derecho laboral, al género Jubilado, variable Jubileta, y, por afinidad, al subgénero Cultureta, con todas las consecuencias que hagan al caso. Uno, que practica la auto observación, sabe bien lo que se dice. Si pasa una semana sin esnifarse un algo cultural, es que pierde el sentido de la vida y empieza a preguntarse cuál es la razón de su paso por el mundo. Se le viene encima el síndrome de abstinencia y cae en la depresión filosófico-existencialista, tipo “de dónde venimos, a dónde vamos”. Si no tiene a mano la sección cultural de El País, más vale que corra a ver esa película que han premiado con el Oso de oro; si no, terminará masticando las hojas la prensa gratuita, que como sucedáneo, también vale.
Para ilustrarlo con algún ejemplo, iba yo a contar aquí mi visita a la Fundación Juan March para ver la exposición de Tarsila do Amaral, esa pintora vanguardista que llevó la expresión cubista a tierras brasileñas. También quería decir dos palabritas de mi visita al Museo del Prado, a ver y asistir a la visita guiada que, sobre el retrato ecuestre del Duque de Lerma, de Pedro Pablo Rubens, ha organizado el museo este mes pasado. Como la cosa se ha alargado bastante, lo dejo para otro día.