domingo, 13 de agosto de 2023

Fiestas en Rascafría-

 


No todo iban a ser idílicos paseos por el monte entre el arrullo de los arroyos y el arrítmico son de los cencerros vacunos. No todo iba a ser tañer – siquiera metafóricamente – la flauta pastoril como Títiro bajo la encina mientras apacienta su ganado. También la puñetera realidad se impone y exige su tributo en forma de ruidosos decibelios, contaminación lumínica e incivismo antihigiénico en forma de decenas de meadas en nuestra sufrida calle. Total, que hablo de Rascafría en fiestas y de la carta que he escrito al alcalde o a quien haya tenido ganas de leerla sin que le asome una burla a los labios ante las quejas (que se suelen repetir cada año) de este jubilata.

Risum teneatis, decían los latinos.  Tú, improbable lector, no te rías de este quejoso, que solo pretende un pequeño desahogo.

 

“Sr. Alcalde,

Como en años anteriores, y supongo que con el mismo resultado, me dirijo a los responsables de ese ayuntamiento de Rascafría, no para protestar, que es tiempo perdido, sino para hacerles algunas reflexiones a propósito de las fiestas patronales.

Bien está que el municipio ofrezca a los vecinos unos días de celebración y corra con los gastos de la misma. Gastos que, si bien se mira, son fruto de los impuestos de todos los ciudadanos. Así que bien está la redistribución de recursos en forma de diversión popular, que es una forma equitativa e igualitaria de reparto de la riqueza común allegada a través de la fiscalidad, sea ésta estatal, autonómica o municipal.

Bien está que el común de los ciudadanos se explaye entre abundancia de músicas, alcohol y luminarias puesto que de sus bolsillos salen y son una forma de expresión de la cultura popular. Las saturnales suelen ser un buen escape de las obligaciones diarias y liberan de las tensiones acumuladas a lo largo del año de trabajo y esfuerzo.

Un servidor lo acepta, todo ello, y espera con paciencia y diacepanes nocturnos a que pasen los días de jolgorio y recuperemos la tranquilidad habitual.

Respecto al propósito de esta carta, del que ya he hablado más arriba, no es otro que hacerles alguna reflexión por parte de este jubilado, que tampoco querría molestar más que el tiempo suficiente para que la lean y olviden su contenido.

¿Han pensado en las músicas atronadoras, pasadas de decibelios, con que nos castigan hasta las cuatro de la madrugada y más allá a quienes no tenemos ni ganas ni edad para “disfrutarlas”?

No parece que la contaminación acústica nocturna sea una forma justa de redistribución de los recursos municipales, pues sólo una parte de los vecinos – en su mayoría jóvenes – lo disfrutan, mientras que el resto de los ciudadanos lo sufrimos con resignación. Aparte lo cual, me temo, contravienen la legislación que ampara el derecho de todo ciudadano a las horas de descanso y silencio – sea esta legislación estatal, autonómica o municipal, que lo ignoro.

¿Se han parado a pensar en la evacuación multitudinaria de orines en la vía pública? ¿No se les ocurrió instalar retretes químicos para que la enorme ingesta de cerveza y otros bebibles se canalizase al fin de su ciclo por evacuatorios a propósito?

Recomiendo a los cargos responsables de la limpieza y policía de las vías públicas se den una vuelta por la C/ Ibáñez Marín, desde su comienzo hasta el puente de la Manola. Y no para que caigan en la cuenta del pésimo estado de su pavimento, cuya reparación queda pospuesta, elecciones municipales tras elecciones municipales, según demuestra la experiencia ad nauseam.

De lo que se trata puntualmente durante las fiestas, es de los litros de orines que se vierten entre los coches allí aparcados, contra los muros o a sus pies por parte de ciudadanos y ciudadanas (que en esto hay paridad porque la necesidad es igual para todos), obligados sin distinción de género a evacuar sus vejigas de forma tan poco digna.

Es algo que deberían tomar en consideración y ponerle remedio. Si no para estas fiestas, que para cuando les llegue esta nota ya se habrán pasado, para años sucesivos. Que las cosas del bien público tienen remedio, aunque sea con retraso.

Por último, sólo me queda pedirles disculpas por hacerles perder su precioso tiempo, encaminado siempre, según entiendo, al logro del bien común. Todo lo antedicho tómenlo como el desahogo de un jubilado con bajos niveles de adaptación a los tiempos que corren, y les ruego sean comprensivos y actúen en consecuencia.

Con toda mi consideración, J. J. A. A.”