Ya dije en una entrada anterior que íbamos a visitar Sicilia y me gustaría hablar, en esta ocasión, de Catania, ciudad absolutamente monumental.
Llegamos en un ferry que nos llevó desde Nápoles atravesando el Estrecho de Mesina. El trasbordador que nos llevaba a Catania se llamaba Trinacria, nombre que recibe el símbolo y bandera de Sicilia: una cabeza de Gorgona de la que salen cuatro serpientes y está enmarcada por tres piernas en sentido levógiro. Hace referencia a la forma triangular de la isla con los montes Lilibeo, Piloro y Passero en sus extremos, y es una svástica o símbolo solar como esos trisqueles que se ven por Galicia.
Eran las 08:30 h cuando atracamos en el puerto de Catania. Cruzamos el Estrecho de Mesina en plena noche y parece que aquellos monstruos míticos de Scila y Caribdis estaban profundamente dormidos o indiferentes a nuestro paso, lo que nos ha ahorrado el susto que pasaban los antiguos navegantes cuando atravesaban el estrecho. Las deidades clásicas no quieren nada con el turismo, a lo que se ve, y no se molestaron en abrir sus fauces para que los turistas les acribillaran a fotos.
Un café rápido, tiramos de las maletas, y a desembarcar. Sin más espera, nos pusimos camino del Etna (3.345 m.) y el bus nos dejó en un complejo turístico a 1.800 m de altitud. Según ascendíamos, el paisaje, verdoso y con abundante arboleda (retamas, robles y pinos) iba dejando paso a las coladas de lava petrificada desde siglos y agrietada por la erosión, que se cubrían de nieve según ganamos altura.
En un extremo del complejo, un monumento triédrico forrado en azulejos (que pasa desapercibido para el turista presuroso), con sendos relojes solares, advierte al visitante que por allí pasa el 15º meridiano Este. Es recuerdo erigido en memoria del italiano Quirico Filopanti, quien, en 1859, propuso el Uso Horario con la división del mundo en 24 sectores de 15 grados cada uno, tomando como referencia el meridiano de Greenwich.
Sorprende Catania. Vistos Nápoles y Palermo, donde se mezclan monumentalidad, caos y su puntito de cochambre, esta ciudad se caracteriza por ser más ordenada y racional con su trazado ortogonal y calles espaciosas. A consecuencia del terremoto de 1693 hubo que reconstruirla de nueva planta siguiendo el gusto barroco del momento. El arquitecto Vaccarini fue el encargado de dirigir el nuevo trazado de la ciudad.
Dimos un paseo por la ciudad, siguiendo la vía Humberto I hasta los jardines de Bellini. Vincenzo Bellini es famoso por haber compuesto óperas como Norma, Los Puritanos, El Pirata… Bajamos por la vía Etna y, camino de la catedral, visitamos la vía Crucífera, cuajada de iglesias y edificios de órdenes religiosas. Una visita a la iglesia de santa Ágata, de mucha devoción en esta ciudad, con dos enormes candelabros enormemente barrocos que sacan en andas en la fiesta de la santa y hacen bailar ante los comercios que aportan dineros para la procesión. Religión e intereses económicos se hermanan en esta célebre fiesta de religiosidad popular. Lo digo por si a alguien le extraña este maridaje entre fines espirituales y materiales.
Por allí cerca, el guía nos mostró el lugar donde los becados erasmus españoles hacen el botellón, contribución hispana nada desdeñable a la cultura popular cataniense. No es extraña la presencia de tanto estudiante español si se piensa que la Universidad de Catania tiene una noble antigüedad y prestigio, fundada en 1434 por el rey Alfonso V de Aragón. De paso, conviene recordar que estas tierras estuvieron bajo dominio de la Corona de Aragón a partir de 1282, en que los palermitanos se sublevaron contra el dominio francés de la casa de Anjou y los pasaron a cuchillo en las llamadas vísperas sicilianas. En el S. XVIII, una rama de los borbones españoles detentó la corona de las Dos Sicilias, de forma que la presencia española forma parte de su historia.
Para hablar del Duomo con su catedral y el monumento del obelisco sobre el elefante, o la multitud de palacios y edificios señoriales, están las guías. Yo sólo quería dejar constancia de la impresión que me llevé de haber visitado una ciudad monumental y francamente bella. Dejo alguna foto, para ilustrar lo dicho, aunque lo recomendable es tomar un avión y visitar el lugar. Y, a ser posible, toda la hermosa isla siciliana.
Llegamos en un ferry que nos llevó desde Nápoles atravesando el Estrecho de Mesina. El trasbordador que nos llevaba a Catania se llamaba Trinacria, nombre que recibe el símbolo y bandera de Sicilia: una cabeza de Gorgona de la que salen cuatro serpientes y está enmarcada por tres piernas en sentido levógiro. Hace referencia a la forma triangular de la isla con los montes Lilibeo, Piloro y Passero en sus extremos, y es una svástica o símbolo solar como esos trisqueles que se ven por Galicia.
Eran las 08:30 h cuando atracamos en el puerto de Catania. Cruzamos el Estrecho de Mesina en plena noche y parece que aquellos monstruos míticos de Scila y Caribdis estaban profundamente dormidos o indiferentes a nuestro paso, lo que nos ha ahorrado el susto que pasaban los antiguos navegantes cuando atravesaban el estrecho. Las deidades clásicas no quieren nada con el turismo, a lo que se ve, y no se molestaron en abrir sus fauces para que los turistas les acribillaran a fotos.
Un café rápido, tiramos de las maletas, y a desembarcar. Sin más espera, nos pusimos camino del Etna (3.345 m.) y el bus nos dejó en un complejo turístico a 1.800 m de altitud. Según ascendíamos, el paisaje, verdoso y con abundante arboleda (retamas, robles y pinos) iba dejando paso a las coladas de lava petrificada desde siglos y agrietada por la erosión, que se cubrían de nieve según ganamos altura.
En un extremo del complejo, un monumento triédrico forrado en azulejos (que pasa desapercibido para el turista presuroso), con sendos relojes solares, advierte al visitante que por allí pasa el 15º meridiano Este. Es recuerdo erigido en memoria del italiano Quirico Filopanti, quien, en 1859, propuso el Uso Horario con la división del mundo en 24 sectores de 15 grados cada uno, tomando como referencia el meridiano de Greenwich.
Sorprende Catania. Vistos Nápoles y Palermo, donde se mezclan monumentalidad, caos y su puntito de cochambre, esta ciudad se caracteriza por ser más ordenada y racional con su trazado ortogonal y calles espaciosas. A consecuencia del terremoto de 1693 hubo que reconstruirla de nueva planta siguiendo el gusto barroco del momento. El arquitecto Vaccarini fue el encargado de dirigir el nuevo trazado de la ciudad.
Dimos un paseo por la ciudad, siguiendo la vía Humberto I hasta los jardines de Bellini. Vincenzo Bellini es famoso por haber compuesto óperas como Norma, Los Puritanos, El Pirata… Bajamos por la vía Etna y, camino de la catedral, visitamos la vía Crucífera, cuajada de iglesias y edificios de órdenes religiosas. Una visita a la iglesia de santa Ágata, de mucha devoción en esta ciudad, con dos enormes candelabros enormemente barrocos que sacan en andas en la fiesta de la santa y hacen bailar ante los comercios que aportan dineros para la procesión. Religión e intereses económicos se hermanan en esta célebre fiesta de religiosidad popular. Lo digo por si a alguien le extraña este maridaje entre fines espirituales y materiales.
Por allí cerca, el guía nos mostró el lugar donde los becados erasmus españoles hacen el botellón, contribución hispana nada desdeñable a la cultura popular cataniense. No es extraña la presencia de tanto estudiante español si se piensa que la Universidad de Catania tiene una noble antigüedad y prestigio, fundada en 1434 por el rey Alfonso V de Aragón. De paso, conviene recordar que estas tierras estuvieron bajo dominio de la Corona de Aragón a partir de 1282, en que los palermitanos se sublevaron contra el dominio francés de la casa de Anjou y los pasaron a cuchillo en las llamadas vísperas sicilianas. En el S. XVIII, una rama de los borbones españoles detentó la corona de las Dos Sicilias, de forma que la presencia española forma parte de su historia.
Para hablar del Duomo con su catedral y el monumento del obelisco sobre el elefante, o la multitud de palacios y edificios señoriales, están las guías. Yo sólo quería dejar constancia de la impresión que me llevé de haber visitado una ciudad monumental y francamente bella. Dejo alguna foto, para ilustrar lo dicho, aunque lo recomendable es tomar un avión y visitar el lugar. Y, a ser posible, toda la hermosa isla siciliana.
Como siempre, da usted envidia...
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