En color naranja, nuestro recorrido por La Apulia. |
Decía nuestra guía Samanta que el nombre de Apulia derivaba del
término latino “a-pluvia”: sin lluvia; aunque no hizo honor al epónimo, ya que
nos llovió dos días. Pero si uno observa el paisaje de esta región verá que
aquí no hay ríos que merezcan tal nombre, que sus tierras son planas, una
elevación de la plataforma marina de origen sedimentario que da suelos calizos y
arcilloso en su mayoría. Son tierras que emergieron del antiguo mar de Tetis, y
muy ricas en fósiles que se fueron depositando en el lecho marino. Lo que se
dice aquí para explicar la razón de una orografía sin grandes relieves, a
excepción del promontorio Gargano.
Porque el Gargano es una
lengua montañosa de rocas sedimentarias que se introduce en el Adriático, con
una altitud máxima de 900 metros sobre el nivel del mar. Para llegar a él desde Bari, nuestro alojamiento, hay que subir
por la autopista A 14 hasta Foggia, y
desde allí hacia Manfredonia para
tomar una carretera de montaña, hacia la izquierda, hasta San Giovanni Rotondo. La diferencia de paisaje con el Tavoliere, la llanura de Foggia, situada
entre las estribaciones de los Apeninos y el Gargano, es radical. Sorprende al
viajero el contraste entre los campos de cultivo, especialmente olivo y vid, y
la vegetación de montaña, donde abunda la encina y se empobrecen los suelos,
dando origen a un paisaje abrupto, montañoso, con escarpes donde afloran las
calizas.
Si el improbable lector lo permite, este jubilata da todas esas
explicaciones porque no se puede entender un viaje sin observar el medio
físico, la orografía, sus cultivos, su paisaje, su vegetación y todo aquello
que ayude a comprender el país que uno visita. Pero ya lo dejamos aquí, para no
cansar.
San Giovanni Rotondo es
población a 560 m sobre el nivel del mar. Fue el lugar donde el capuchino padre
Pío vivió vida conventual y celebraba misa en la primitiva iglesia, hasta que
su fama de santidad y el estigma de las llagas al igual que el Cristo, lo hizo
objeto de visitas piadosas. Muerto en 1968 en olor de santidad, el lugar se
convirtió en centro de peregrinación, de turismo religioso y, a la postre, en
gran negocio piadoso. Una especie de santuario de Lourdes, pero gestionado por
capuchinos: peregrinación, devoción y un maná de euros que florece sobre la tumba de un
santo humilde.
Dicen que acuden anualmente siete millones de visitantes al lugar, y eso
se nota en las riquezas arquitectónicas de carácter religioso. El devoto o el
curioso pueden hacer un recorrido por los lugares donde vivió el padre Pío: la
primitiva iglesia, de traza muy modesta; la otra que hizo levantar él, bajo la
advocación de Nª Sª de la Gracia, donde estuvo enterrado hasta 2010; y las
dependencias, modestas por demás, donde pasó su vida, incluida su celda conventual.
Pero lo que sorprende por su diseño es la visita a la gran iglesia de
peregrinación que fue proyectada por el arquitecto Renzo Piano, y levantada
entre 1997 y 2004. Es una construcción un tanto chocante para cumplir la
función de templo religioso; una exhibición de la capacidad técnica,
arquitectónica, de imaginación y diseño sorprendentes. Tiene una cobertura en
cobre pre-oxidado que le da el característico color verdoso, soportado al
interior por arcos radiales que nacen de un pilar central junto al altar mayor
de casi 5 m de diámetro. Vista en la
distancia, con ese diseño ultramoderno, el visitante, si es más enófilo que piadoso,
creería estar viendo una de esas célebres bodegas riojanas diseñadas por los
arquitectos de moda.
Llama la atención su campanario horizontal, que rompe con la
tradicional verticalidad de la torre de cualquier iglesia. Aunque su
originalidad no es tal, si se piensa que el injustamente olvidado arquitecto
brasileiro, Dento Pihneiro, en los años veinte del siglo pasado diseñó su celebrado,
por lo atrevido de la solución arquitectónica, rascacielos horizontal. Dio una
solución práctica al menos es más de
Gropius al evitar los costes de ascensores y escaleras de evacuación
anti incendios, con la consiguiente mejora en seguridad, movilidad y funcionalidad. Algún día se reconocerá su genialidad al dar
soluciones sencillas a complejos problemas de habitabilidad.
Pero nosotros seguimos visitando el Gargano. Estas parecen ser tierra
de peregrinación y santuarios que perviven desde siglos. Tal es el caso de Monte Sant’Angelo. Este pueblo está
coronado por un castillo originario del S. X, Torre dei Giganti, que fue restaurado por Federico II Hohenstaufen para
residencia para su esposa. Ladera abajo, el caserío del pueblo, calles
empinadas, escaleras irregulares y rampas que van uniendo los distintos niveles
de la población, pura irracionalidad urbanística que dibuja rincones de
singular belleza. Signo de los tiempos, sobre el castillo, nuestro hotel
enseñoreando fortaleza, iglesias, barrios, la costa y todo aquello que pueda
ser objeto de atracción turística.
Bajo el nivel del pueblo, una gruta consagrada a San Miguel, arcángel
muy dado a habitar lugares abruptos. En realidad, es uno de los santuarios que
están en la línea de peregrinación a Jerusalén, pues hay un Saint Michel’s Mount en Cornualles, el Mont-Saint-Michel en Normandía, la Sacra de San Michele en el Piamonte, y éste del Gargano. Y ya puestos, no olvidaremos el Saint Michel de l' Aiguilhe en Le Puy-en-Velay, cabeza del Camino de Santiago, y nuestro navarro San Miguel de Aralar.
En fin, el acceso a este santuario de San Miguel, el de Gargano, se
hace a través de una doble portada gótica, una del S. XIV y la otra una reconstrucción
del S. XIX, donde arranca una escalinata de 86 peldaños que baja hasta la
gruta. Junto a la doble portada, una torre octogonal vigía que hace las veces
de campanile.
Pero mire usted, no todo son santuarios y devociones por estas
tierras. De las 120 mil Ha que tiene el promontorio del Gargano, 10 mil Ha corresponden a la Foresta Umbra, gran bosque autóctono poblado de hayas y otras
especies como robles, tejos, píceas, acebos… Recibe el nombre de umbra por lo oscuro que suele ser el
bosque de hayas, aunque en estas fechas aún no había brotado la hoja. Este
jubilata, que esa mañana nemorosa andaba con la vena poética en alborozo, al
verse en el hayedo umbrío, no pudo por menos que recordar a Garcilaso y las
quejas amorosas de Salicio:
… rayaba de los montes al altura el sol,
cuando Salicio, recostado
al pie de un alta haya en la verdura,
por donde un agua clara con sonido
atravesaba el fresco y verde prado,
él, con canto acordado al rumor que sonaba,
del agua que pasaba… etc.
Pero eso fue un momento de enajenación, con total olvido de la vulgar
condición de turista apresurado.
La Foresta Umbra fue declarada parque nacional desde los años 90 y
disfruta de una protección medioambiental especial, con lugares donde no está
permitido el acceso, y es tan digna de ser visitada como la selva del Irati en
nuestra Navarra. Su altitud media es de 700 m sobre el nivel del mar. Donde
termina el bosque el paisaje se domestica y comienzan las plantaciones de
olivos, así como de cerezos y almendros, y un poco más allá, la costa
recortada.
Y en el litoral, antiguas poblaciones amuralladas para defenderse de
las incursiones sarracenas y turcas, tal como Perchici, pueblo costero,
agarrado a los escarpes de la costa, que conserva su trazado de viejo lugar
fortificado, con un arco de acceso en su muralla. Como otras poblaciones de
estas montañas, tiene un trazado muy irregular, con grandes desniveles que se
resuelven con escaleras de peldaños imposibles o cuestas empedradas. Lo que
origina pequeños recovecos con encanto de casas encaladas modestas, arcos
irregulares y pasadizos angostos.
En la calle principal, extramuros, la banda municipal alegra el
ambiente, y la gente anda endomingada. Las mujeres, por ser día grande, lucen
sus mejores vestidos y caminan con tacones tan altos que es milagro de la
coquetería femenina no se rompan la crisma, haciendo equilibrios sobre aquellos
empedrados irregulares. Pero esto, a lo peor, no se puede decir porque suena a micromachismo. Delo el improbable lector por no leído.
Muchos más lugares nos quedan por visitar de la Apulia, pero ya
veremos si dan más de sí esta bitácora y la paciencia de los lectores que a ella se asoman. Por si acaso, para no cansar al respetable, este
jubilata cierra sus cuadernos de viaje, recoge sus mapas, se embaúla sus
recuerdos y a otra cosa mariposa.
Admirado Sr. J,J, no se preocupe por lo que dice de los micromachismos ya que es muy probable que esté siendo San Miguel el que les libre a dichas señoras mías de la rotura de crisma. Me parece.
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