Desde que en marzo de 2001 los talibanes, movidos por su ardor religioso, destruyeron los Budas de Bamyllán como quien mata a la satánica bestia del Apocalipsis, los actos de iconoclastia van menudeando por nuestros pagos.
Solo que no les mueve el fanatismo religioso sino el error de juicio:
creen que por matar el símbolo acaban con la injusticia en el mundo. Son
pequeños mesías inflamados en santa cólera que arrojan a correazos a los
mercaderes del templo de la historia porque la Historia, con mayúsculas, no ha
sucedido de acuerdo con sus pequeñas mentes inmaduras adictas a la progresía de
manual.
Desde el derecho que les da la ignorancia y la
convicción más profunda de estar en posesión de la verdad, se dedican a lograr
miles de “me gusta” en redes sociales de todo pelaje por el fácil recurso de
tirar latas de sopa o pintura sobre piezas exhibidas en museos a las que,
convencionalmente, hemos dado en considerar obras de arte. Confundiendo el
devenir irreversible de la Historia con su disgusto porque ésta ha tomado
derroteros que no se ajustan a los límites de su pequeño mundo mental, se
erigen en vengadores del bote de pintura como arma de destrucción masiva de lo
ocurrido en tiempos de Maricastaña.
En estas cosas u otras con menos fundamento iba
este jubilado cavilando el otro día, cuando se enteró de que dos féminas de un
grupo llamado Futuro Vegetal habían embadurnado el cuadro “Primer homenaje a
Cristóbal Colón” en el Museo Naval de Madrid. Protestaban, decían sus
portavoces, contra el neocolonialismo extractivista y a favor de algo que
llaman justicia ecosocial. Lo cual a un
servidor no le parece mal, de verdad: Lo de protestar contra el extractivismo neocolonial
y en defensa de lo ecosocial, digo; signifique lo que signifique eso. Que una
idea aproximada de su significado ya me hago.... Pero lo que uno no acaba de
digerir es que lo hagan atentando contra bienes del patrimonio de la nación;
esto es, contra un bien del que todos los ciudadanos somos propietarios y el
Estado es depositario y custodio.
En fin, no querría este jubilata causar mala
impresión entre sus improbables lectores por haber echado las patas por alto
con esta incomprensión que siente ante la afición al manchurrón de pintura como
forma de protesta. Quizás habría otras formas de protestar dando un empujoncito
a la mejora de eso de lo ecosocial.
Por ejemplo, que los entusiastas de Futuro Vegetal
se pasasen por el Parque del Calero y las aceras del barrio y se dedicasen a
recoger las mierdas de perros de dueños desaprensivos. Mucho tirón
propagandístico no tendrían, la verdad sea dicha, pero los vecinos de la
Concepción les quedaríamos muy agradecidos.
Respecto a lo del extractivismo neocolonial, quizás
deberían ir pensando en dejar el móvil desconectado y en casa, y el ordenador
portátil, y la Tablet, y el E-book y tantos artilugios que funcionan con
baterías basadas en tierras raras que se extraen en países colonizados por
multinacionales depredadoras.
Por lo demás, seguro que Cristóbal Colón ni soñaba
con esa fuente de riqueza como forma de impulsión motora para sus carabelas,
que navegaban a vela y a merced de los vientos. Y que, encima, se equivocó:
Buscaba las islas de las especias de Oriente, las célebres Molucas, y se
tropezó con el inmenso tapón de todo un continente por medio.
Y esa gente de Futuro Vegetal mejor que nadie saben
la consigna: pensar globalmente y actuar localmente. Limpia el barrio y
mejorarás el planeta.
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