jueves, 20 de enero de 2011

De Patones al Pontón de la Oliva.-


Por fin, la primera marcha de senderismo de este año, para ir abriendo boca. El día, este pasado sábado 15 de enero, ha salido espléndido, soleado y de buena temperatura; tan buena que pudimos caminar en mangas de camisa.

Salimos de Patones de Arriba y seguimos, entre tierras de pizarras, el curso del arroyo del mismo nombre. Éste bajaba crecido y, como el camino va en paralelo y, a veces, sobre el propio arroyo, nuestro ascenso hacia el collado de las Palomas fue un continuo chapotear entre agua, lajas de pizarra y turberas.


Para quienes vivimos en Madrid, Patones de Arriba es un pueblo muy conocido y frecuentado, por lo característico de su arquitectrura en piedra y pizarra, por sus calles enlosadas y por la abundancia de restaurantes y otros atractivos turísticos. Tiene incluso su leyenda sobre el "Rey de los Patones", ya que fue este lugar un minúsculo reino dentro del reino de las Españas, hasta los tiempos de Carlos III. Pero, curiosidades y gastronomía aparte, estas tierras, enmarcadas entre el Jarama y el Lozoya, que es tributario suyo, merecen una buena paseata y nunca está de más darse una vuelta por ellas.

Subiendo curso arriba del arroyo (seguimos la llamada senda de Genaro) hacia el collado de las Palomas, podrían parecer estos lugares una estepa desguarnecida de vegetación por la ausencia de árboles de buen porte, pero todo el suelo está cubierto de un manto vegetal que abunda en especies aromáticas, tales como romero, jara pringosa, cantuseo, mejorana, tomillo; también abunda el lentisco, el brezo, el rosal silvestre, y arbustos como majuelos y enebros; y en el cauce del arroyo, chopos y salicáceas. Todo un parque botánico..
Desde el collado de las Palomas, damos vista sobre el embalse del Atazar y caminamos entre pinos de repoblación hasta el lugar del antiguo poblado, donde vivieron los trabajadores durante la construcción de la presa. Desde aquí damos cara al
vallejo del Lozoya, que se tiende en un gran meandro que va bordeando los cerros pizarrosos, cuya orografía le obligan a trazar esa gran curva de 180 gramos para buscar salida hacia la antigua presa del Pontón de la Oliva. Pasada la presa, el Lozoya rinde su cauce en el Jarama.

Siguiendo el curso del Lozoya, pasamos junto a la almenara de Navarejos, donde hay una presa, construida en 1860. Allí nace un canal que va empotrado en la pared rocosa, que abastecía de agua a Madrid. Actualmente, junto al camino, pueden verse algunas bocaminas que dan acceso al canal.

La presa del Pontón de la Oliva es una obra de ingeniería hidráula que ha quedado como una estupenda muestra de arqueología industrial, ya que servir, lo que se dice servir como represa de las aguas del Lozoya, apenas pudo cumplir esa función, ya que el río transcurre sobre calizas y terrenos kársticos que originan grandes fugas de agua. Los ingerieron de dona Isabel II se lucieron, los pobres al elegir estos parajes, de una belleza imponente, por otra parte.

Recorrer estos lugares, cuya altitud está en torno a los 800 metros, es fácil y agradable. No solo por los parajes, sino porque uno puede observar las primitivas instalaciones del Canal de Isabel II para la traída de aguas a la capital. Quien no conozca la zona, quedará sorprendido de la belleza paisajística de estos lugares. No hay más que ver el discurso del río entre los enormes paredones calizos, verticales como cortados a cuchillo, donde los escaladores practican su trepa arriesgada.

Los que no somos tan atrevidos como para colgarnos de una pared, preferimos caminar sobre nuestros pies y dejar que el entorno nos llene los ojos de tanta belleza, que luego volvemos a Madrid, al asfalto cagado de perros y a la polución, y nos ponemos de mala uva.









2 comentarios:

  1. Qué bonito, Juan José!! A mi también la ciudad me tiene realmente harto... Uno de mis sueños es conocer los pueblos en donde nacieron mis abuelos, todos en España...

    Saludos!!

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  2. La última foto parece un "efecto especial". Muy buena.

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