Si el improbable lector no conocía a Jean-Léon Gérôme, no se preocupe. Un servidor ignora cosas de más sustancia y se conforma. Para ponerle en antecedentes, sepa que J-L Gérôme es un pintor academicista (1824-1904), detallista hasta lo anecdótico y jefe de fila de la corriente neo-helenizante y "romanizante" (digámoslo así) dentro de la pintura académica y oficial del S. XIX francés. Uno de los máximos exponentes del Art Pompier, cuyas obras hemos ido a ver al Museo Thyssen.
A mí, lo de "arte bombero" siempre me ha sonado a coña marinera y sé que los contemporáneos lo designaban así por hacer rechifla de un arte conformista, academicista, clasicista y al servicio de la burguesía adinerada. Es una pintura que recrea, de forma artificiosa y con gran minuciosidad de detalles, el mundo clásico (romano y griego) con una visión supuestamente historicista y de papel cuché.
Como se ve, yo tampoco ahorro "ismos" en esta entrada.
Parece que el origen de esta denominación de "pompier" tiene doble paternidad: de un lado esos personajes romanos que pintaba Jacques-Louis David (como El juramento de los Horacios, o Las mujeres Sabinas) con esos cascos empenachados que se parecían a los que lucían los sapeurs-pompiers de tiempos de Napoleón III; de otro, el himno burlesco que cantaban los alumnos de l´École des Beaux Arts de Paris: Un casque est une coiffure / qui sied à leur figure. /Un casque de pompier / ça fait presque un guérrier. Viene a decir que le pones un casco empenachado a un bombero aguerrido y parece un héroe troyano. La imaginación hará el resto.
En una interpretación freudiana (según leo en un artículo de Luis A. de Villena), allí quedan reflejados los más oscuros deseos de una burguesía acomodada y bien pensante: La sensualidad y el desenfreno de la aristocracia romana; la crueldad desinhibida de las luchas de gladiadores; el gusto vergonzante por las desnudeces de bellos efebos y la plenitud del desnudo femenino, justificados por la representación de temas mitológicos griegos. Por decirlo con llaneza: tomas un mozo cachas en pelota, le pones un casco brillante y una lanza, y ya tienes a un héroe clásico. O, si prefieres, coges una maciza en pelota, le pones un velo transparente y ya puedes venderla en un mercado de esclavas. Nadie puede tacharte de indecente al mirarlos porque aquello es "arte".
So capa de "desnudo artístico", inspirado en el periódo clásico, la moralidad de la época permitía desvelar lo que la pudibundez de las damas decimonónicas ocultaba tras corsés, refajos y miriñaques; y, en fin, todas las pulsiones libertinas o gratuitamente crueles que cada cual guarda para su coleto si quiere ser considerada persona respetable.
Francamente, ver las turgencias de una esclava desnuda en un mercado romano o en los baños públicos, o al escultor abrazado a su apetitosa modelo, aún le ponen a uno, que ya lleva vistas muchas tetas siliconadas y todas las exhibiciones impúdicas en el mercado del famoseo. Cuánto más, imagino, a aquellos respetables prohombres enlevitados y circunspectos.
Gérôme tiene la virtud de ser minucioso y detallista, con un dibujo del cuerpo humano de una perfección clásica y un colorido exuberante. Una pintura de fácil comprensión. Nos cuenta historias que pasan por verídicas, como si estuviésemos presentes en la Roma clásica, y nos hace creer que lo que él representa no son anécdotas imaginarias sino la vida tal cual era en la capital del imperio, decadente, cruel, luminosa, de un erotismo perturbador y con una libertad de costumbres que no estaba al alcance de los contemporáneos del pintor.
A un servidor, que solo es curioso mirón en las salas de museos, esta muestra de arte pompier le ha gustado. Será porque oculta un pequeño espíritu pequeño-burgués, hambriento de bacanales y lujuria, bajo ese aspecto de jubilata ocioso. Además, si uno hace un pequeño ejercicio de empatía y se pone en la piel de aquellos señores encorsetados, comprende que no dejaba de ser una válvula de escape que les liberaba de las rígidas convenciones morales. Pobres, tan comme il faut, ellos.
Pero tampoco vamos a echárselo en cara, ya que nosotros tenemos en nuestro país a Ulpiano Checa (puede verse su museo en Colmenar de Oreja), quien practicó el arte pompier con fruición y a grandes galopadas. Recuérdese el hollywoodiano Carrera de carros, que sirvió de cartel anunciador para la película Ben-Ur, o la Naumaquia, recreaciones de una Roma de pan y circo.
Dicho sea: también nosotros tenemos nuestro pequeño espíritu burgués, hambriento de heroicidades de salón-comedor. Faltaría más.
A mí, lo de "arte bombero" siempre me ha sonado a coña marinera y sé que los contemporáneos lo designaban así por hacer rechifla de un arte conformista, academicista, clasicista y al servicio de la burguesía adinerada. Es una pintura que recrea, de forma artificiosa y con gran minuciosidad de detalles, el mundo clásico (romano y griego) con una visión supuestamente historicista y de papel cuché.
Como se ve, yo tampoco ahorro "ismos" en esta entrada.
Parece que el origen de esta denominación de "pompier" tiene doble paternidad: de un lado esos personajes romanos que pintaba Jacques-Louis David (como El juramento de los Horacios, o Las mujeres Sabinas) con esos cascos empenachados que se parecían a los que lucían los sapeurs-pompiers de tiempos de Napoleón III; de otro, el himno burlesco que cantaban los alumnos de l´École des Beaux Arts de Paris: Un casque est une coiffure / qui sied à leur figure. /Un casque de pompier / ça fait presque un guérrier. Viene a decir que le pones un casco empenachado a un bombero aguerrido y parece un héroe troyano. La imaginación hará el resto.
En una interpretación freudiana (según leo en un artículo de Luis A. de Villena), allí quedan reflejados los más oscuros deseos de una burguesía acomodada y bien pensante: La sensualidad y el desenfreno de la aristocracia romana; la crueldad desinhibida de las luchas de gladiadores; el gusto vergonzante por las desnudeces de bellos efebos y la plenitud del desnudo femenino, justificados por la representación de temas mitológicos griegos. Por decirlo con llaneza: tomas un mozo cachas en pelota, le pones un casco brillante y una lanza, y ya tienes a un héroe clásico. O, si prefieres, coges una maciza en pelota, le pones un velo transparente y ya puedes venderla en un mercado de esclavas. Nadie puede tacharte de indecente al mirarlos porque aquello es "arte".
So capa de "desnudo artístico", inspirado en el periódo clásico, la moralidad de la época permitía desvelar lo que la pudibundez de las damas decimonónicas ocultaba tras corsés, refajos y miriñaques; y, en fin, todas las pulsiones libertinas o gratuitamente crueles que cada cual guarda para su coleto si quiere ser considerada persona respetable.
Francamente, ver las turgencias de una esclava desnuda en un mercado romano o en los baños públicos, o al escultor abrazado a su apetitosa modelo, aún le ponen a uno, que ya lleva vistas muchas tetas siliconadas y todas las exhibiciones impúdicas en el mercado del famoseo. Cuánto más, imagino, a aquellos respetables prohombres enlevitados y circunspectos.
Gérôme tiene la virtud de ser minucioso y detallista, con un dibujo del cuerpo humano de una perfección clásica y un colorido exuberante. Una pintura de fácil comprensión. Nos cuenta historias que pasan por verídicas, como si estuviésemos presentes en la Roma clásica, y nos hace creer que lo que él representa no son anécdotas imaginarias sino la vida tal cual era en la capital del imperio, decadente, cruel, luminosa, de un erotismo perturbador y con una libertad de costumbres que no estaba al alcance de los contemporáneos del pintor.
A un servidor, que solo es curioso mirón en las salas de museos, esta muestra de arte pompier le ha gustado. Será porque oculta un pequeño espíritu pequeño-burgués, hambriento de bacanales y lujuria, bajo ese aspecto de jubilata ocioso. Además, si uno hace un pequeño ejercicio de empatía y se pone en la piel de aquellos señores encorsetados, comprende que no dejaba de ser una válvula de escape que les liberaba de las rígidas convenciones morales. Pobres, tan comme il faut, ellos.
Pero tampoco vamos a echárselo en cara, ya que nosotros tenemos en nuestro país a Ulpiano Checa (puede verse su museo en Colmenar de Oreja), quien practicó el arte pompier con fruición y a grandes galopadas. Recuérdese el hollywoodiano Carrera de carros, que sirvió de cartel anunciador para la película Ben-Ur, o la Naumaquia, recreaciones de una Roma de pan y circo.
Dicho sea: también nosotros tenemos nuestro pequeño espíritu burgués, hambriento de heroicidades de salón-comedor. Faltaría más.
Justamente anteayer estaba en el dentista y había un cuadro de Monet y otro de Van Gogh. Me detuve un largo rato a mirarlos. Prefiero a los impresionistas.
ResponderEliminarDon Juan José, perdone, pero justo hoy le he comentado a un sobrino que tengo, el interés de su blog, y al ver esta entrada de hoy, me lo ha agradecido mucho y piensa volver muy a menudo.
ResponderEliminarPues, muy agradecido,don Antonio. Con lectores como usted - cuando no se me encrespa - da gusto.
ResponderEliminarSiempre me ha parecido un estilo pictórico teatral, más falso que un duro de madera, aunque pleno de romanticismo, eso sí. No me extraña que hartos de tanta magnificencia académica, los franceses parieran el Impresionismo: menos es más. Pero su entrada excelente. Ante todo.
ResponderEliminarSaludos.