Me permitirá el improbable lector que le cuente una anécdota que achacan a André Malraux. De forma sucinta, le recordaré que Malraux fue un escritor francés antifascista comprometido. Participó en la guerra civil española con una escuradrilla de aviación que tenía su base en Albacete, hasta que perdió su último aparato en acciones de guerra. Consecuencia de esta experiencia en España, fue la publicación de su novela L´Espoir. Sierra de Teruel, que quiso llevar al cine. Todas las copias de la película se perdieron durante la segunda guerra mundial, excepto una, que se estrenó en 1945. En España no se pudo ver hasta 1975.
Fue, siendo De Gaulle presidente de la República francesa, ministro de cultura (1958-1969) y es aquí donde se sitúa la anécdota: Debía visitar un país extranjero y sus asesores le prepararon un completísimo dossier. Allí había información sobre economía y producción industrial, recursos energéticos, estadísticas, PIB... Los tecnócratas del ministerio hicieron un estudio exahustivo sobre el potencial económico del país en cuestión, pero se olvidadron de un pequeño detalle...
A la vista de aquel expediente cargado de cifras y datos económicos, un poco mosqueado, Malreux les pregunto: Mais que dissent les poètes? Debió pensar algo así como: "Ya, vale, esto está muy bien; pero, para que yo entienda un poco ese país ¿qué dicen sus poetas?
¿A qué ministro actual se le hubiese ocurrido hacer semejante pregunta, suponiendo que le diese el caletre para eso? Porque ¿Qué opinan los poetas de los mercados de futuro? ¿Y de la deuda soberana? ¿Y (por emplear un barbarismo) de las agencias de rating? A los poetas que yo haya leído se les da un ardite la obsesión enfermiza por acumular riquezas. Pero son sensibles a los estragos que este comportamiento causa. Ya don Francisco de Quevedo lo decía en su letrilla satírica sobre don Dinero: ... y pues doblón o sencillo, hace cuanto quiero, poderoso caballero es don Dinero. Y hasta Juvenal, allá por el S. II, lo dijo: Omnia Romae cum pretio. Algo así como: todo tiene un precio en Roma.
Los tecnócratas-políticos (ese pastiche mi chou-mi chèvre, dirían los franceses) que nos van a salvar de la crisis aplicando las mismas fórmulas que nos llevaron a ella, se reirían si algún asesor les dijera que pulsasen la opinión de los poetas. Quizás, al tecno-político deberían haberle pasado, junto con las últimas in-calificaciones de Standard & Poor´s, una nota con El Beneficio, de Rafael Soto Vergés: No ven la vía láctea los mercaderes,/ llevan sus bolsas,traficando, entre los matorrales/ ... Eh, tú ¿Por qué comercias con la necesidad...?
Los tecnócratas de las finanzas, a tavés de sus oráculos mass-media, nos reprenden en nombre del dios voraz Mercado; nos preciden desgracias día a día y nos pregonan austeridad. Confeccionan estadísticas adversas y defienden la recta ortodoxia del ajuste presupuestario. Dicen que vivimos por encima de nuestras posibilidades, que debemos purgarlo trabajando más y más barato. Nos acojonan con debacles económicas para que doblemos la cerviz y emponzoñan nuestras vidas. Y nadie se acuerda de los poetas...
Por eso, dejo estos versos de Gabriel Celaya en su Actividad del Ocio:
Trabajar es divetido,
puede serlo y si no lo es, déjelo usted ahora mismo.
Si de verdad es usted hombre,
debe de comprender que está de vacaciones.
No, nada de obligaciones,
pero sea usted activo en el no de lo inconforme...
Si el trabajo es un juego,
juéguelo; pero nunca se lo tome usted en serio...
No olvide que vive usted
en plena gratuidad. No crea que es quien cree.
No se estire. No se esfuerce.
Y déjese vivir, y extinguir, feliz, leve.
¡Qué alegría, ser mortal
y saber que si nacemos fue sólo para pasar!
Creo que la anécdota es una transposición inventada por Auguste Renoir de la verdadera situación que ocurrió en tiempos de Malaquías, nombrado también ministro en el segundo gobierno del Rey David, y que al ir de viaje a conocer Etioquía, preguntó a su ayudante "¿Y qué piensan los profetas"?
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