La Navidad es un bonito cuento con sabor a turrón, a langostino congelado, taponazo de cava, y que trae ese regalo de paga extra que nos proporciona la felicidad de las compras, las cenas en restaurantes y mucha alegría, alegría y placer. Eso hasta pasado el día de Reyes, cuando la vuelta a la normalidad nos traiga de nuevo las estadísticas de paro, la privatización de hospitales, la rebaja de sueldos, el despido de cuatro perras y otras reformas del calendario mariano que con tanta ilusión estamos esperando.
Lo cierto es que, para felicitar las fiestas al improbable lector de esta modesta bitácora, andaba yo pensando si no sería bueno escribirle un cuento navideño. Pero un cuento sin sabor a villancico. Un cuento que no siguiera la corriente de lo usual en estos días de felicidad de oficio. Para eso están - y lo hacen muy bien- los escaparates, los papásnoeles de los centros comerciales, los belenes de corcho, la iluminación navideña.
Lo cierto es que, para felicitar las fiestas al improbable lector de esta modesta bitácora, andaba yo pensando si no sería bueno escribirle un cuento navideño. Pero un cuento sin sabor a villancico. Un cuento que no siguiera la corriente de lo usual en estos días de felicidad de oficio. Para eso están - y lo hacen muy bien- los escaparates, los papásnoeles de los centros comerciales, los belenes de corcho, la iluminación navideña.
Yo quería escribirle un cuento que me vino a la cabeza el otro día, al oír una cancion rap, cuyo estribillo decía: "Sólo los peces muertos siguen la corriente". Así que escribí un cuento contracorriente. Este cuento con sabor navideño, que no habla de navidades, ni de peces, ni sigue la corriente fiestera, dice así:
"Nunca trascendió a los medios de comunicación porque era un caso de tantos, pero aquel 28 de diciembre un oficial judicial, acompañado de dos furgones de la policía antidisturbios, se presentó en el Portal de Belén.
- ¿Es usted José el Carpintero? - preguntó al hombrecito de la vara de nardo.- Para servirle, sí señor - respondió él.
- Pues traigo una orden judicial para que desalojen el Portal.
- Pero, hombre, es que nos acaba de nacer un niño y no tenemos dónde caernos muertos.
-Pues habérselo pensado cuando se refocilaban, amigo. Las reclamaciones al maestro armero.
-Oiga usted -protestó José tímidamente- que nosotros somos pobres pero honrados.
-Las desgracias nunca vienen solas -ironizó el del juzgado-. Desalojen y tengamos la fiesta en paz.
Unos días antes, el tal José, carpintero en paro de larga duración y sin domicilio conocido, y María, su mujer, habían llegado a la ciudad de Belén. María había salido de cuentas y la pareja no tenía dinero para pagarse una pensión, así que, por pura necesidad, ocuparon aquella cuadra desvencijada. Dieron una patada a la puerta y se instalaron dentro. Todo -debieron pensar José y María- antes que el niño, que estaba a punto de nacer, se les muriera de frío en aquellas noches de crudo invierno.
Como les habían retirado la tarjeta sanitaria porque llevaban dos años sin cotizar a la seguridad social, y el hospital de Belén era de gestión privada, María parió a su niño en la cuadra, sobre un montó de heno. Eso fue la noche del 24 de diciembre y al niño, que llamaron Jesús vaya usted a saber por qué, lo acostaron en el pesebre a falta de cuna. Es cierto que en aquel portal había un buey y una mula, los cuales tuvieron que apretarse un poco para que el recién nacido tuviera cama en su pesebre, pero los rumiantes suelen ser gente de buena índole y no protestaron.
A los pastores que había por aquellos andurriales tampoco les pareció mal. Trabajaban a jornal y sabían lo que era pasar necesidad, así que les echaron una mano en lo que podían. Alguno les llevó un cuenco de leche de cabra; otros les dieron un trozo de queso o un tasajo de carne para que fueran matando las hambres. En general, a los vecinos de la zona aquella pareja de okupas, con su recién nacido, les cayó bien y la cosa no parecía que ofreciese mayores poblemas, ni la paz social se vio alterada.
Pero, como dice el refrán, "una cosa piensa la mula, y otra quien la albarda". Y ocurrió que el dueño del portal se enteró de que unos indocumentados se habían metido allí y vivían tan ricamente, sin pagar el IBI, ni las tasas de basura, ni el contrato de arrendamiento, ni todas esas obligaciones fiscales que el Estado voraz carga a los honrados propietarios. Así que fue al juzgado y puso una demanda por desahucio.
Cuando los pastores supieron que iban a echar a aquella pareja, hicieron asambleas en el barrio y decidieron movilizarse. En vez del cartel ese de "Gloria a dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad", que puede verse en los belenes de corcho, llenaron el Portal de pancartas: "El Portal es un bien social", "Ni una familia sin hogar", "Navidad = Igualdad", y otras cosas por el estilo. Hicieron una barrera humana delante del chamizo y ofrecieron resistencia pasiva al desalojo.
Es sabido que la legalidad está para cumplirse, a menos que tengas buenos abogados, así que la cosa se resolvió por estricta aplicación del Artículo 14: al tercer aviso, cargaron los antidisturbios. A porrazos se abrieron paso dentro del portal y pusieron a Jesús, María y José en la puta calle sin más contemplaciones. Como no tenían muebles, el desalojo fue coser y cartar. Cosa de cinco minutos.
Los pastores, eficazmente molidos, volvieron a su aprisco a darse friegas de betadine en los moratones. Los antidisturbios -con la satisfacción del deber cumplido- se fueron a imponer la ley y el orden donde les madasen los amos. Y el agente judicial, ya ejecutado el desahucio, se fue corriendo a la maternidad porque le acababa de nacer un nieto. ¡Ah! Y el propietario del Portal trancó bien la puerta y le puso una cadena bien gorda.
-Cabrones perroflautas, no dan más que disgustos - dicen que dijo.
Nunca más se supo de Jesús, María y José. La Sagrada Familia, esa de que nos hablan cada Navidad, debe ser otra distinta".
Excelente cuento. Muy bueno, bueno, bueno... ¡Enhorabuena!
ResponderEliminarAquí te dejo mi cuento por si te apetece dar un vistazo.
1ª parte: http://15mikel.blogspot.com/2011/10/mundos-paralelos-i-once-upon-time.html
2ª parte:
http://15mikel.blogspot.com/2011/12/mundos-paralelos-ii-la-invasion.html
Saludos indignados!!!
http://15mikel.blogspot.com/
Excelente cuento, aunque la situación, con otros actores no es un cuento, es bastante real.
ResponderEliminarLa religión "oficial" ¿de qué parte se puso? ¿Mantuvo una equidistante neutralidad?
Feliz Navidad
j
Muy bueno.
ResponderEliminarMe acabo de agregar a tus seguidores. Te he conocido a través de la genial amiga Rosa María Artal.
Tampoco soy pez muerto. Toda mi vida llevo nadando contracorriente,
Un saludo en estas fiestas adormideras.
María Dolores Amorós.
Una anécdota marginal (transmitida desde tiempos remotos de forma oral, y nunca desmentida formalmente)
ResponderEliminarEn el Portal de Beleen
Hay un hombre haciendo botas
Se le escapó la cuchilla
Y se cortó las pelotas
Ande, ande, andeee
Hola, te dejo un microrelato que escribí sobre el tema...
ResponderEliminar-Memorias de un desahucio-
No pudo evitar mirar de reojo la puerta del apartamento (tras esta, quedaron los domingos en los que papá nos contaba un cuento bajo las sábanas de su cama). Malena volvió su mirada y mamá le tornó una sonrisa apremiante. Yo me hacía el valiente, aquellos policías no parecían tan malos.
La puerta se cerró con un trallazo. Malena y yo apretamos las manos de mamá y contuvimos las lágrimas. (Papá siempre decía que no había que llorar delante de nuestros ofensores). Con las maletas a cuestas bajamos a trompicones por la escalera. En la calle, el gentío se apiñaba frente a los furgones. Rugían las gargantas, atronaban los altavoces.
Saludos indignados!!!
http://15mikel.blogspot.com/
Jajaja!! Muy bueno!! Feliz Navidad!!!
ResponderEliminarY los Reyes Magos, qué hicieron? Jaja, me ha encantado este cuento de Navidad...
ResponderEliminarSaludos cordiales.