En días previos al viaje por esas
tierras a medio camino entre Europa y Asia, andaba este jubilata leyendo un
librito de puro entretenimiento: Viajeras
intrépidas y aventureras, cuando me tropecé con esta cita de Carmen de
Burgos Colombine: “No comprendo la existencia de personas que
se levantan todos los días a la misma hora y comen cocido en el mismo sitio. Si
yo fuera rica no tendría casa. Tendría una maleta y a viajar siempre”.
De Carmen de Burgos ya tenía este
jubilata alguna noticia a través del curso Uned Senior de Literatura y tertulias literarias, y sabía que era mujer de mérito.
Nacida en el S. XIX, fue la primera periodista y redactora que ejerció como tal
en España, lo que dice mucho de su afán por superar las limitaciones que la
sociedad imponía a la mujer en su tiempo. Su espíritu rompedor y adelantado a
la época siempre me ha llamado la atención. De haber podido viajar, seguro se
hubiese venido con nosotros hasta el Cáucaso y hubiera contado sus experiencias
en el Diario Universal, que dirigía Augusto Figueroa. De ella me acordé
mientras nuestro autobús daba saltos por aquellas carreteras tan bien provistas
de baches.
Describir la sociedad y las formas
de vida del pueblo visitado no suele ser tarea fácil para el viajero. Primero,
porque recorre tantos lugares y con tantas prisas, que echa en falta el
necesario reposo para la observación; en segundo lugar, porque el conocimiento del
medio le llega a través de un guía – en este caso, nuestra inestimable Maia –
quien mediatiza la información, dando una visión apta para turistas que sientes
curiosidad pero tampoco quieren complicarse mucho la vida. Sea como fuere,
algunas impresiones anotadas a vuelapluma:
La mayoría de la gente vive en
Tblisis (casi la mitad de la población total), dedicada al sector terciario y
la administración. De la industria, lo que llama la atención al observador son
las grandes fábricas del periodo soviético abandonadas ante el cambio de
paradigma económico, pues una economía de uso, con manufacturas hechas para
durar (los Lada rusos aún andan por las carreteras, y aquí no soportarían un
paso por la ITV), no puede competir con una producción masificada para el
consumo, con obsolescencia programada. Pero eso el improbable lector ya lo
sabe.
La población que no se concentra en
ciudades vive en el campo dedicada a agricultura y ganadería. Mientras viajamos
hacia la región vinícola de Kakheti, atravesamos las tierras montañosas de Gombori,
y los pueblos que vimos al paso, agrícolas, presentaban un cierto abandono, con
casas cerradas, semiderruidas, algunas fincas abandonadas. El viajero supone –
no lo sabe con certeza – que el clima, en esta zona montañosa, no ayuda y la
gente ha emigrado a la ciudad en busca de oportunidades.
En una entrada anterior se habló de
la importancia que la Iglesia ortodoxa y apostólica georgiana tiene en estas
gentes. Pasamos ante la residencia del patriarca ortodoxo, actualmente Hilia II,
y aquí es donde las explicaciones de nuestra guía pusieron en evidencia la
estrecha relación entre religión y nacionalismo. Frente a la dominación rusa – primero zarista, después soviética –
la religión se convierte en una trinchera desde la que se ha defendido la
identidad nacional. De hecho, el viajero ya se ha dado cuenta desde los primeros
días de estancia en el país, que los monumentos históricos a visitar serán monasterios
e iglesias, y que no encontrará ni un museo abierto porque estamos en semana
santa y son fiesta de guardar.
Quizás, para recordar que estas
tierras están vinculadas a la expansión de las colonias griegas hasta el mar
Negro, conviene recordar la expedición de Jasón en busca del vellocino de oro y
que le llevó hasta la Cólquide. Según cuentan, con su barco Argos remontó el
río Ni (nombre actual), hasta llegar a la corte del rey Eetes (hoy la ciudad de
Kutasi, segunda en importancia de Georgia y sede del parlamento). Según dicen
por estas tierras, lo del vellocino de oro tiene una base de realidad, ya que
en los ríos auríferos, los naturales acostumbraban a introducir pieles de
cordero en su lecho para que entre los vellones se fueran depositando las
arenas auríferas. Este jubilata no puede confirmar la certeza del viaje, pero
cuenta lo que, entre otros autores antiguos, dice Apolonio de Rodas en Las Argonauticas y lo que dice la
tradición local.
Nosotros, argonaturas a la moderna,
en un bus alemán confortable, atravesamos la sierra de Gombori para entrar en la
región vinícola de Kakheti. Esta sierra es una cadena montañosa cuyo pico más alto
alcanza los 3.500 m. actúa como divisoria entre los ríos Alazani y Iori
y es como una presierra previa al Gran Cáucaso que hace frontera con Rusia por
el norte.
Dice la guía (quizás un poco
exageradamente) que en Georgia se producen 500 variedades de uva y pondera la
calidad de sus vinos. Está en su casa y hace bien. En esta región de Kakheti
se sigue elaborando el vino al modo tradicional como hace ocho mil años,
emparentado la tradición vitivinícola con el mismísimo patriarca Noé. La uva se
pisa o prensa, se maceran juntos el mosto y el hollejo y se fermenta en tinajas
de barro. Es vino para consumir en el año y no se puede embotellar. A este
proceso tradicional la UNESCO ha reconocido como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Solo que
ese procedimiento artesanal se lleva haciendo por tierras manchegas desde hace
siglos y los lugareños lo llaman “vino de pitarra”.
No debe el viajero contar todo lo que hizo y
vio en este viaje, no sea que el lector le tome por presuntuoso y le mire con
ojeriza. Como experiencia curiosa, sepa que comimos en Gremi, en la casa de una
familia campesina.
Tanta variedad de
platos: ensaladas, verduras, carnes, con distintas sazones, todo rico y
abundante, regado con vino de pitarra de la cosecha familiar. A los postres,
buena repostería, acompañada de coñac georgiano y chacha, aguardiente destilado por ellos. Antes de los postres, una
de las niñas de la familia nos interpreta una pieza al violín. Después, una
nena de unos 8 años, también toca su violín entre las interrupciones a puro
aplauso de los componentes del grupo, entre los que ha ido haciendo efecto la chacha local y les ha puesto eufóricos.
Resulta que una de las hijas de la familia estudia cocina en la Basque Culinary Center – dicho así por
aquello del prestigio internacional – de San Sebastián, para que se vea qué
pequeño es el mundo. Es motivo suficiente para brindar con aguardiente por la
confraternización universal a través de la gastronomía. El grupo, en
agradecimiento, le canta a la familia la cruz del Gorbea, las mañanitas y adiós
con el corazón. Una foto colectiva, muchas risas de graduación alcohólica y al coche, que queda mucho por correr y
visitar.
Por seguir con el espíritu del
padre Noé, tan patriarca de estas tierras, en Velistsije paramos a
visitar unas bodegas de unos 300 años de antigüedad, que llevan el nombre de la
dueña, Numiri. En el sótano se conservan abundantes tinajas en barro cuyas
bocas se ven en el suelo de la planta de calle. Nos explican cómo se hacía la
limpieza de su interior antes de llenarlas con el vino nuevo. Tiene la bodega
una planta superior donde su dueña ha ido acumulando todos los objetos que ha
debido encontrar por la zona.
Una especie de museo etnográfico un poco sin orden ni concierto, pero vistoso: muebles, alfombras, viejos televisores de tubo, una colección de trompas y tubas de cobre, fotos, planchas de carbón… y todo lo que el curioso puede y no puede imaginar. De despedida una degustación de los vinos del lugar que se acompañan de queso blando muy salado para estimular las ganas de beber, y ese pan tan sabroso que hacen en este país.
Una especie de museo etnográfico un poco sin orden ni concierto, pero vistoso: muebles, alfombras, viejos televisores de tubo, una colección de trompas y tubas de cobre, fotos, planchas de carbón… y todo lo que el curioso puede y no puede imaginar. De despedida una degustación de los vinos del lugar que se acompañan de queso blando muy salado para estimular las ganas de beber, y ese pan tan sabroso que hacen en este país.
Más, más lugares visitamos en este
viaje georgiano, no se vaya a creer el improbable lector, pero no conviene
abusar de su paciencia, y por eso lo dejamos aquí.
Genial!!! Me encantan las fotos también. Dan ganas de verlo, ya. Disfruto leyendo tus aventuras! Gracias!
ResponderEliminarSubpole de consuelo.
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