El caso es que el otro día, mientras hozaba en el
pesebre mediático, me enteré de que una fémina de cierto renombre de la Sección
Femenina de Vox, dijo desde la tribuna pública que coser botones empodera mucho
a las mujeres. Entendámonos, para cualquier escuchante que no hile fino, vino a decir que,
donde haya una buena costura para domesticar niñas (domesticar: de amaestrar en
tareas domésticas), se quite la ideología de género feminista, lesboterrorista
y tan perniciosa y contraria a los valores patrios y tradicionales del tipo "La mujer
y la sartén en la cocina están bien".
Alicia Rubio creo que se llama la prócer voxeante,
miembra (¡añorada Leire Pajín!) de la Asamblea de Madrid. La vi en el YouTube
ese y, por caprichosa asociación de ideas, me recordó a la tan injustamente
olvidada Sarah Louise Heath Palin. O sea, aquella gringa conocida en su momento
como Sarah Palin, quien se presentó a las elecciones como vicepresidenta por el
Partido Republicano USA en el 2008. Tuvo sus quince minutos de gloria – según el
profeta de la mediocridad consumista, Andy Warhol – gracias a sus declaraciones
reaccionarias de manual. Fue trending topic, con perdón del barbarismo, aquella
contestación que dio a un bloguero vegetariano, según la cual, si Dios hubiera
querido que los hombres fuésemos una especie herbívora, hubiera creado los
vegetales de carne en vez de hierba.
Como se ve, pasa el tiempo pero hay humanos que,
a fuerza de anquilosamiento ideológico, niegan en la práctica del día a día la teoría
darwiniana de la evolución de las especies; por lo menos, de la evolución mental humana. Lo cual no tiene mucho de
sorprendente. Hace un par de semanas, en el aprisco universal que es Facebook, se
pudo ver que en Brasil se reunía una convención de terraplanistas a bombo y
platillo. “Ordem e progresso”, sobre una esfera azul, es el lema
de la bandera brasileña. Planisférico se quedó este jubilata cuando leyó la
noticia.
Pero, en el fondo, a este jubilata aún le laten
los atavismos del prehomínido previo a la revolución cognitiva. Fue el caso que
participé en un torneo de ajedrez para principiantes y tuve como oponente a una
señora. Con sutiles añagazas de hija de Eva, me hizo creer que apenas sabía
mover las piezas y que era muy torpe para ese juego. La mirada de
condescendencia que le eché no es para dicha y la empecé a aconsejar con afanes de macho protector. Pues bien, a media partida ya me había desarbolado y no me
dejó más que el rey y cuatro peones. El pobre rey andaba huyendo por todos los
escaques del tablero y los peones abandonados a su triste soledad. Lo malo no
fue la derrota, sino que ésta fue sin revancha ni gloria. Ni siquiera tuve opción, como los tercios españoles derrotados en Rocroi, a decir: contad los muertos.
Bien es cierto que la señora aquella demostró ser
más hábil que yo y planeó jugadas inteligentes que no supe ver, pero si hubiera
estado en su casa empoderándose a fuerza de hacer calceta, en vez de jugar al
ajedrez en un curso de extensión universitaria, me hubiera ahorrado la
humillación de ser eliminado en la primera partida del comienzo del torneo. Mi venganza secreta es que, al menos, no sepa pegar botones.
Pues hablando de féminas, esta vez de hominoideos, anda
este jubilata leyendo un texto sobre el comportamiento de los chimpancés
titulado La política de los chimpancés de un primatólogo de nombre
Frans de Waal, quien observó durante años a una comunidad de estos simios en un
zoológico holandés.
Siempre damos por supuesto en las familias de
animales la existencia de un macho alfa que gobierna la manada, cubre a las hembras,
ahuyenta a los competidores adultos y somete a los más jóvenes. Pero se ve que
en estos simios pantroglodytes, según clasificación filogenica (dicho
sea para que se vea que uno algo ha leído), el papel del macho primero es un tanto
azaroso. En la comunidad observada había una hembra ya de edad, de nombre Mamá,
que hacía callar al hombre de la casa cuando este se ponía agresivo, e incluso
se acogían a ella dos machos cuando se enzarzaban en una pelea y no se atrevían
a llegar a las manos. Ella repartía abrazos y besos a los contendientes y estos
quedaban calmados y tan amigos. Incluso, varias hembras se asociaban para destronar al
macho dominante y poner en su lugar a otro de su gusto, aunque éste fuese más
débil.
Quizás, el improbable lector pensará: Bueno, y a mí,
¿a qué puñetas me lo cuentas? Pues te lo digo, amigo, aunque hoy un poco
impaciente lector, porque estos simpáticos animalitos comparten con nosotros
el 98% de ADN. Se han quedado a un paso de ser “nosotros”. Un poco más y podrían ser votantes de Vox, coserse los botones de la camisa o ganar una partida de ajedrez (ellas,
claro). Por si acaso, con ese resto de misoginia que nos queda a los jubilatas, herencia de la cultura judeocristiana, y tomándoselo prestado al Arcipreste de Hita, podríamos decir:
Siempre quis' muger chica más que grande nin mayor,
non es desaguisado del grand mal ser fuidor,
del mal, tomar lo menos díçelo el sabidor,
porend' de las mugeres la mejor es la menor.
Lo malo es si, pequeña y todo, te gana a coser y a lo que sea....
Siempre quis' muger chica más que grande nin mayor,
non es desaguisado del grand mal ser fuidor,
del mal, tomar lo menos díçelo el sabidor,
porend' de las mugeres la mejor es la menor.
Lo malo es si, pequeña y todo, te gana a coser y a lo que sea....
¿Ya te atreves a participar en un torneo? ¡Qué valor!
ResponderEliminarNo sé qué decir, me he quedado "eyes wide shut" con lo ojos cerrados como platos...sin fregar.
ResponderEliminarQue acertado estás siempre. Me deleito con tus comentarios. No se pueden decir las cosas tan claras y tan bien. Gracias
ResponderEliminarAlto y claro es como deberían hablar estos aprendices de políticos que no saben ni conocen las reglas del país. Nunca te fíes de una pobre desvalida que terminará ganando la partida.
ResponderEliminarSaludos