sábado, 22 de febrero de 2025

Eso de la salud del cuerpo.-

 

“Yo, señor gobernador, me llamo Pedro Recio de Agüero y soy natural de un lugar llamado Tirteafuera, que está entre Caracuel y Almodóvar del Campo, a la mano derecha y tengo el grado de doctor por la Universidad de Osuna”. Ya el improbable lector sabe cómo sigue la historia de cuando Sancho fue nombrado gobernador de la Ínsula Barataria y su médico personal lo mataba de hambre.

Y cómo estaba Sancho, desfallecido de hambres ante tanto manjar sobre la mesa al que no podía hincar el diente, y cómo el doctor daba con una varita sobre cada plato sabroso y decía a los criados que lo retirasen; uno porque era flatulento, el otro porque irritaba las bilis, el de más allá porque espesaba los humores corporales (pongo por caso, que no me acuerdo de memoria). Y el bueno de Sancho, más cabreado que una mona, mirando de hito en hito al doctor, le dijo aquello de Señor doctor don Pedro Recio… quíteseme delante, si no, voto al sol que tome un garrote y a garrotazos no ha de quedar médico en toda la ínsula.

Pero, claro, Sancho Panza estaba en pleno ejercicio de su cargo y podía moler a palos a todos los doctores de su demarcación, si fuera el caso. Pero un servidor no podía permitirse según qué libertades ante la doctora Mihaila, quien observaba todas las pruebas que me había mandado hacer y, con la varita de su ciencia me iba dando golpecitos en mi quebrantado estado de ánimo, mientras iba diciendo: Es usted ligeramente hipertenso, así que se me va a tomar estas pastillas en el desayuno, me va a hacer ejercicio todos los días, apúntese a natación, sea asiduo de la ruta del colesterol… Y este jubilata, para sus adentros, iba maldiciendo los chivatazos del holter que tuve que llevar durante 24 horas.

… Y la doctora, natural de algún Tierteafuera no manchego, sino de algún país del Este, seguía dándome toquecitos con la varita de sus diagnósticos. Además, es usted pre diabético, me dijo. Y miraba el análisis de sangre que me había mandado hacer, el cual era tan extenso que ocupaba tres páginas y había escudriñado mi torrente sanguíneo sin dejar recoveco por periscopear.

Y a este jubilata, un color se le iba y otro se le venía. ¡Prediabético, coño y recoño! Esta mujer quiere amargarme el resto del resto de mi existencia, pensaba yo. Y sin atreverme a decirle, como Sancho al doctor Pedro Recio Agüero natural de Tirteafuera: voto al sol que tome un garrote y a garrotazos no ha de quedar médico en toda la consulta. Y pensé enseguida en mis mermeladas caseras, tan ricas que las hago, y mis desayunos tan ricos en azúcares, y el tarro de miel, y el par de churros crujientes, y tanto bizcocho que compro en el obrador de cerca de casa, sin contar las magdalenas caseras.

Y no me perdonó una, porque remató: El colesterol un poco alto, y yo suspiré mentalmente por mis rebojos de pan mojados en las salsas tan sabrosas que hace mi santa y en el rebañado del aceite del fondo de la sartén, que la dejo brillante de tanto restregar con el migote de pan, y en el jamón serrano y el queso, tan sabrosos y tan bien curados, acompañados de su copa de vino de rioja.

Tiene razón la sabiduría popular cuando dice que, si vas al médico, éste terminará por encontrarte cualquier avería. Y lo dicho más arriba es la prueba fehaciente. Por eso, me he ido fiando estos últimos años del refrán oído cuando era niño: Orín claro, cagajón pa’l médico. O de este otro: Mea claro, pee fuerte y no temas a la muerte. Por eso trasiego tanto agua, para que en los riñones no quede una brizna. Pero ni por esas. ¿Querías quedarte para simiente?, es lo que solían decir cuando uno tenía la pretensión de llegar a tan viejo como Matusalén, o como el poeta Marcial refiriéndose a Príamo o Néstor.

Ya que uno ha de renunciar a tanto placer gastronómicos y volver al cardo hervido del cartujo Sánchez Cotán, al menos, estas doctoras que miran tanto por tu salud podrían recetar habilidades de anacoreta para llevar una vida casta de alimentos. Ya que tanta renuncia no nos va a llevar al cielo, al menos que no nos joda nuestro paso por la tierra.

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