viernes, 11 de febrero de 2011

Merdulencias Madrileñas.-


Esta semana he decidido desbridarme un rato y hablar del Madrid merdulento. Ya sé que una de las actitudes más penosas que pueden darse en un habitante de cualquier ciudad es echar pestes de la misma, pero es que Madrid, en ese aspecto, es paradigmático. Si uno mira al cielo, ve una enorme boina grisácea que enturbia cielos y pulmones; si mira al suelo, lo ve tachonado de mierdas de perro, con pavimentos desvencijados, con papelotes y desperdicios mil. Si mira a sus políticos, tan bien instalados en sus prebendas, los encuentra mediocres y presuntuosos; si mira a su conciudadanos, en apariencia tan dóciles y adocenados, parecen asemejarse a una masa amorfa formando un ganglio incívico y despersonalizado. Como se ve, andamos de humor de perros, pero motivos no faltan.
Por mirar e intentar comprender, uno se mira a sí mismo y se pregunta qué coños hace en un lugar, y en una sociedad, que le producen tanto disgusto. Y la respuesta tampo le satisface, con lo que se apresura a buscar justificaciones por los cerros de Úbeda. La más fácil: vivo aquí, pero no soy de aquí; esta sociedad me supera. Lástima que no sea suficiente; uno no puede vivir de espaldas al medio en el que va sobreviviendo. Quiera que no, uno pertenece a la sociedad y al lugar donde vive y es responsabilidad suya mejorarlos en lo que pueda.
Siendo joven migré a esta ciudad desde un pueblo, buscando universidad donde formarme y un trabajo con el que sustentarme. Pude optar por otros lugares, pero la capital daba algunas oportunidades que eran difíciles de encontrar en aquellos mediocres finales del franquismo. Al final, cuando quieres darte cuenta, Madrid te ata. Aquí te casas, encuentras un trabajo estable, haces amigos (todos provincianos, como tú) compras piso y organizas tu vida. Cuando están vinculado a un lugar, a ver cómo rompes con tantas ataduras y reorganizas tu vida en cualquier otro sitio. Es muy difícil. Aunque te pases el día pisando mierdas perrunas y repirando gases corrosivos, aguantas.

No sé cómo decirlo, pero de todos los inconvenientes de esta villa mesetaria, el que más le disgusta y le encocora a uno es el de andar sortando mierdas de perro. Ya sé, ya sé que es un asunto bajo, escatológico, antihigiénico, antiestético e incívico eso de tomar como argumento de esta bitácora el enmerdamiento perruno de los madriles, pero la merdulencia canina ha llegado a un grado tal que es omnipresente en las vías públicas. Un por ejemplo: sales de casa y ves papeles y envases por el suelo... y una mierda canica espachurrada por el zapato de un peatón apresurado. Atraviesas el parque del Calero (jubilatas que juegan a la petanca, niños que retozan como ternerillos bípedos, mamás que parlotean de sus cosas) y ves honrados ciudadanos (ellos y ellas ) que pasean a sus perritos, ciegos al rastro de heces que van dejando los animalitos. Llevas unos envases a depositarlos en el contenedor de vidrios y ves, arrumbados junto a los contenedores, cartones, muebles despiezados, un retrete agrietado y abandonado a su mísera suerte, una tele de las de antes del TDT, desperdicios variopintos... y varias... - ¿Lo diré otra vez? ¡Pues sí!- ... mierdas perrunas de distinto tamaño y textura: recién defecadas y jugosas, unas; resecas o en proceso de deshidratación, otras.

Triste vida la del habitante de este poblachón con pretensiones de capital europea: si miras arriba, ves el borrón gris de la contaminación; si miras al suelo, ves el asfalto agrietado y la infinita variedad de merdulencias consustanciales al incivismo ciudadano y a la desidia municipal; miras alrededor y ves masas de coches contaminando.
Si, harto, cierras los ojos, es peor aún: todas esas miserias siguen existiendo y, encima, corres el riego de romperte la crisma en un socavón. Pero no hay que desesperar porque el Ayuntamiento de Madrid nos lanza un mensaje esperanzador por boca de su Botella de Medio Ambiente: "El paro asfixia más" ¡Con un par de neuronas!
Madrid me ata, Madrid me mata.

1 comentario:

  1. Jajaja!! Me morí de la risa con las merdulencias de los perros... Si te sirve de consuelo, aquí en Buenos Aires, la historia es idéntica... yo sueño con irme a vivir a un lugar tránquilo, sin autos ni gente...

    Saludos!!

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