De nuevo me acerco al Reina a ver una exposición. El Museo Reina Sofía -se me ocurre pensar-, al estar dedicado a mostrarnos las distintas tendencias del arte contemporáneo, se libra de esa sumisión a la belleza a la que se someten museos más tradicionales, como El Prado o el Thyssen. Más bien debería decir que su razón de ser es, precisamente, mostrarnos las miradas tan distintas -a veces duras, a veces antiestéticas- que, eso que damos en llamar arte contemporáneo, ha lanzado sobre la sociedad.
Esta vez, es la fotografía la que mira a la sociedad y da testimonio de las gentes que vivían en la Europa de entreguerras, años 20 y 30 del siglo pasado. Cuando en Rusia el comunismo marca como objetivo el despegue industrial y el desarrollo de la agricultura mediante la colectivización. Mientras, en el resto de Europa, entre el paro, la miseria y el hambre de casa día, se van abriendo paso las doctrinas nacionalsocialistas y fascistas.
No sé bien si, hablando del comunismo ruso, se puede hablar de optimismo; supongo que sí, en el sentido de que pretendía optimizar la dignidad del trabajo y hacer grande la Madre Rusia con el esfuerzo colectivo. El caso es que el Congreso de la Internacional Comunista de 1921, fomentó entre los obreros la afición por la fotografía para que éstos "captaran la belleza del trabajo y los horrores de la miseria social". Consecuencia de ello es la muestra de esta exposición que he visitado: Una luz dura, sin contemplaciones.
Pero lo que empezó siendo un movimiento de obreros amateurs de la fotografía, terminó pasando a manos de fotógrafos más o menos profesionales, comprometidos socialmente. Y es fácil de entender. El obrero ruso, con su vieja cámara, captaba la pobreza del día a día, la falta de medios materiales y el hambre. Con el estalinismo, resultaba contradictorio ese testimonio con la política propagandística del Estado, que ocultaba las duras condiciones laborales de los obreros y el sufrimiento de los campesinos, sometidos a colectivización forzosa.
Por eso, la fotografía social "espontánea" -no la propagandista, la dirigida por el Partido- desaparece poco a poco. En Alemania, durante la República de Weimar, aparece la revista AIZ (Arbeiter-Illustrierte Zeitung), donde se continúa con la denuncia social. También en Praga, en París y otras ciudades europeas aparecen testimonios gráficos similares.
En la muestra puden verse, además vídeos sobre el Frente Popular, tanto en Francia como en la España Republicana, y propanganda de guerra. Personalmente, al margen de su valor documental, la propaganda de guerra me ha interesado menos que la de denuncia social. Todos sabemos que la retórica de guerra es intercambiable y sus argumentos sirven a ambos lados de la trinchera: se cambia el objetivo a abatir y se emplear similares argumentos que los del enemigo. Funciona igual en ambos bandos.
Son los fotógrafos de AIZ los que nos muestran las colas de parados, las colas de hambrientos ante los comedores de beneficiencia; los obreros en grupo, esperando quien les contrate por unas horas; los carretilleros ociosos , durmiendo sobre la plataforma de sus carretillas. Mendigos, muchos mendigos: niños mendigos, ancianos mendigos, familias enteras de mendigos, mujeres mendigas con dos o tres niños agarrados a sus sayas. Sorprende la candidad de niñós famélicos, astrosos, arracimados, que pueden verse retratados. Me recordaba aquella frase resignada, de cuando no existían los preservativos con la profusión de ahora: "Todos los hijos que Dios quierea darnos". Y es que Dios premia a los pobres con una prole numerosa; mano de obra barata en tiempos de paz y carne de cañon en tiempos de guerra.
... Y gente durmiendo no importa dónde: en la calle, en los bancos públicos, acurrudas en una escalera, en los quicios de las puertas. Y rostros; rostros que miran a la cámara con una mirada dura, ausente, resignada, indiferente...
... Y gente comiendo. Nunca había visto tantas fotos de gente comiendo. Comiendo de una escudilla desportillada, comiendo de la olla común, en un comedor social, en un rincón de una cocina miserable, en medio de la basura... Comiendo con ese ansia de quien ve en la comida de ese día (a lo peor, mañana ya no la hay) un asidero para la supervivencia. Niños que comen mientras miran a la cámara con mirada de miseria y el plato pegado a la boca. Obreros que comen en el tajo. Desarrapados, descalzos, ruinas humanas que comen cualquier cosa. La comida como acto de mera supervivencia.
Vista esta exposición de fotografía social, uno entiende que Europa terminara ardiendo por los cuatro costado. La culpa ¿de quién? Siempre hay a quien echársela. Goering lo dijo sin ambages: Cuando el mundo arda, persuadiremos al mundo de que ha sido obra de Moscú. Eso, al menos, se puede leer en una vieja revista francesa de la época. claro que la propaganda soviética podría haber dicho otro tanto del III Reich.
Este jubilata salió impresionado, y con los pies molidos, de esta exposición , tras dos horas y media de visita. Lo que vio ¿Es arte? La fotografía social ¿Es arte?. El arte no siempre apacigua ni transmite belleza, ni tiene por qué. Sea o no sea arte lo que uno vió, si uno se fija bien, encuentra más humanidad en los ojos de un desamparado que mira a la cámara, que en la Rendición de Breda. Comparación, por otro lado, traída por los pelos.
Además, cuando el jubilata quiera ver Arte con mayúscula, armonía, serenidad, belleza y equilibrio, se parará a contemplar el retrato de Giovanna Tornabuoni. Una muchachita de tan corta vida, y que Ghirlandaio pintó tan hermosa...
Todo muy bien menos esa comparación que no entiendo, pero ya sabe usted que las ancianas que nunca hemos podido jubilarnos a veces no comprendemos todo. Yo hice una vez una foto social a mi nieto en Valderas (Leon)
ResponderEliminarEs un viejo dilema que comenzó con la fotografía misma. Con el tiempo, la fotografía "artistica" se bifurcó de la "documental". Hay quienes lograron hacerlas compatibles, como Cartier-Bresson. Es un interesante debate.
ResponderEliminarSaludos!!
Por mi tierra, por Castilla y León, se dice: ¿Qué es el viento? Respuesta: aparte de ser el dueño de la Tierra, como diría ese poeta de garrafa llamado José Luis Rodríguez, es el aire en movimiento. A tenor de su magnifico documento yo preguntaría: ¿Qué es el cine? Y me respondería: la fotografía en movimiento. ¿Y el cine documental? Pues muy fácil: la fotografía documental en movimiento. Y, además, y sobre todo el cine americano, también es el dueño de la Tierra, junto con la televisión. Muchas gracias por hacernos sentir seres inteligentes.
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