Los jubilatas, aparte nuestra pensión, solemos disponer de ciertas cantidades de pasta bancaria que hemos depositado en cajas de ahorro. Lo que llamamos "los ahorrillos de toda la vida" y que cuidamos como a la niña de nuestros ojos. A veces, esos "ahorrillos de toda la vida" duermen el sueño de los justos en una cuenta a plazo fijo que te renta el 1,6% (menos el 18% de impuestos), o en migajas de productos financieros, de esos que proporcionan enormes beneficios a los banqueros y - por razones de alta finanza, incomprensibles para los simples mortales - pérdidas a los pequeños ahorradores. Luego, el jubilata se muere y los herederos se compran un coche o se van de vacaciones a Cancún con los dineros tan celosamente guardados.
Esto en el mejor de los casos. Puede ocurrirte que la pasta bancaria, que creías tan segura en la sucursal de tu barrio, resulta que corre grave riesgo de disolverse en la nada, si en que la caja de ahorros empieza a hacer agua. Y en esas estamos.
Media vida guardando ahorros en la Caja del Mediterráneo y resulta que empiezas a leer sobre sus problemas financieros y se te ponen los pelos como escarpias. Fracasada su fusión con Caja Astur, Caja Extremadura y Caja Cantabria, le pide al Gobierno de la Nación (o sea, a todos nosotros, como siempre) 2.800 millones de euros para reflotar el banco ¡Ay, mis ahorros de toda la vida!, clama el jubilata.
Aparentemente, no pasa nada. Su escaso peso financiero, el de la CAM, no pondrá en peligro el sistema bancario español, según parece. El Estado la interviene, los consejeros son sustituidos por otros, nombrados por el Banco de España, aquí paz y después gloria. El jubilata respira con algo de alivio. Pero, como pertenece a la extinta categoría de los socialistas utópicos, con mayor inclinación por los falansterios que por los bancos, siempre ha sido partidario de que el Estado ponga orden en el sistema financiero y en tantas otras cosas que atañen a la recta administración del bien común.
Pero ¡coño! va y lee que un don Fulano, Pere Joan Devesa, vocal en el consejo de la CAM a propuesta de la Generalidad Valenciana (¡Esas amistades peligrosas...!), va el otro domingo - como quien dice, durante la misa mayor - y vende todas sus cuotas participativas: 6.176 acciones. ¡Coño! se dice de nuevo el jubilata, mis 794 cuotas participativas (los "ahorrillos de toda la vida", no se olvide) no van a valer un carajo como el Consejo de Administración de la CAM se fumigue todas las acciones que poseen sus miembros, con lo que está tronando. Total, que hacemos junta de accionistas la santa y yo (en régimen de bienes gananciales hasta que la Banca nos separe) y decidimos que lo convertiremos en dinero, si llegamos a tiempo, y nos lo gastamos en pipas Facundo.
En la sucursal me miran como a un bicho raro: un jubilata histérico que intenta recuperar, sin respetar la lógica del mercado, el calcetín de sus ahorros. Me dicen que, para vender mis acciones, tengo que hablar con el director de la sucursal. Me niego. Nunca he intercambiado palabra con tan ilustre funcionario; además, temo que me de una lección de economía financiera y me convenza de que la CAM es el mejor de los mundos posibles y yo un necio avariento. Así que insisto, yo quiero mis euros y gastármelos en pipas Facundo, aunque me de de narices con la lógica capitalista.
Al socarie de estas angustias financieras, uno empieza a leer y se entera, tarde, de que la CAM es un ladrillo agujereado. Algunos ya se preguntan ¿Por qué el Estado tiene que salir al rescate con dineros públicos? Al fin y al cabo, el sistema financiero español no se resentirá si se deja caer a la CAM. Otros se preguntan, y yo entre ellos ¿Qué pasa con los administradores de la Caja del Mediterráneo, los que la llevaron a esta situación? ¿No deberían rendir cuentas? ¿No hay un hueco en las cárceles para una larga estancia, como han hecho los islandeses con sus banqueros? ¿Todos los españolitos pagaremos la torpe política de inversiones de esos señores? El jubilata, que lo ignora todo sobre ingeniería financiera, pero tiene rudimentos de latín, se pregunta, como Cicerón: Quousque tandem abuteris patientia nostra...?
El jubilata está que no vive. A lo único que aspira es a rescatar sus euritos y gastárselos en pipas Facundo, hasta el último céntimo. Aunque se de un atracón de pipas de girasol. Aunque los dietistas y los banqueros se confabulen contra uno. En casa tenemos bicarbonato.
Temo que no puedas recuperar tus euritos... Qué es robar un banco comparado con fundarlo, diría Bertolt Brecht... Voto a Owen!!
ResponderEliminarSaludos!!
Pero, ¿y que producto tenía para no poder retirarlo? Aclare porque yo tengo unas acciones en un par de bancos y no sé qué hacer... Un saludo.
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