El caso es que cuando decía por ahí que iba a pasar una semana en el Valle de Mena, todos ponían cara de extrañeza: ¿Y eso por dónde cae?Pues cae al norte de la provincia de Burgos, por tierras de Merindades, lindando con Vizcaya y muy próximo a Cantabria. Bosques de hayas, robles, quejigos, arces, avellanos, majuelos, grandes praderías con sus vacas y todo; atravesado por el río Cadagua naciente entre calizas al pie de Peñamayor y tributario de la ría de Bilbao; con pequeños pueblos de arquitectura montañesa, casas sólidas construidas en sillarejo y con buenos corredores soleados, torres defensivas señoriales, iglesias románicas, un tramo de calzada romana (la de Castro Urdiales a Herrera de Pisuerga). Un pequeño paraíso natural donde, a pesar de que el urbanismo salvaje ha dejado sus destrozos en la capital del valle, puede uno perderse sin mayores problemas.
No sólo naturaleza, también son lugares cargados de historia porque son tierras de tránsito entre la costa y Castilla. De hecho, esta es tierra de foramontanos, aquellos primeros pobladores de Castilla que bajaron desde los montes cántabros y astures para repoblar tierras ganadas a los moros en el avance del reino astur hacia la meseta del Duero. Gentes libres que ocuparon tierras despobladas con la azada en la mano y la espada al cinto.
No sólo naturaleza, también son lugares cargados de historia porque son tierras de tránsito entre la costa y Castilla. De hecho, esta es tierra de foramontanos, aquellos primeros pobladores de Castilla que bajaron desde los montes cántabros y astures para repoblar tierras ganadas a los moros en el avance del reino astur hacia la meseta del Duero. Gentes libres que ocuparon tierras despobladas con la azada en la mano y la espada al cinto.
Por aquí abundan torres señoriales levantadas durante la Baja Edad Media, cuando la nobleza local fue afianzando su poder en torno a las aldeas, y siempre en pugna entre familias nobiliarias por el dominio de pastizales y labranzas. Son torreones cuadrados, a veces protegidos por una cerca, como el de Villasante de Mena, que pueden verse en la distancia, sobresaliendo por sobre los tejados de los pueblecitos.
Aquí todavía hay vestigios de un ramal secundario del camino de Santiago que transitaba desde los puertos del Cantábrico, pasando por Valmaseda, y atravesaba el valle en dirección a Espinosa de los Monteros y Burgos. Como testimonio quedan las imágenes talladas en piedra en arquivoltas y capiteles de las iglesias de Vallejo y Siones. En San Lorenzo de Vallejo puede verse, en una arquivolta de su portada principal, un peregrino con su bordón y venera, y en Santa María de Siones, en un capitel , puede verse un barco cargado de peregrinos.
Por ser lugar de paso entre el mar y la Meseta, lo cruzan rutas comerciales antiguas y recientes. Así, sobre la calzada de Irús transcurre el Camino Real de las Enderrotas por el que pasaban las recuas de los arrieros llevando lana y cereales hacia la costa y regresaban con hierro y pescados secos hacia Castilla. Por aquí circuló en la Edad media la lana de la Mesta, desde las ferias de Burgos, pasando por Valmaseda hacia los puertos norteños. Y también por aquí se trazó, y sigue activo, el tren de La Robla que los industriales vizcaínos del S. XIX mandaron tender para subir el carbón de las minas leonesas hacia las ferrerías vizcaínas, cuando un repunte en el precio del carbón inblés les obligó a buscar nuevas fuentes de energía más baratas.
¿Quién dijo que son tierras desconocidas, éstas del valle de Mena? Son desconocidas para quienes desconocen su propia historia y se conforman con las playas de moda y muchedumbre.
Este jubilata, que para ruidos y algarabías ya tiene bastante con los que produce la capital del reino, se calzaba las botas cada madrugada y se iba a recorrer caminos y atravesar pueblos silencionsos; al paso, saludaba a las vacas que rumiaban plácidamente en los prados y hasta se paraba un rato a admirar, desde el lado de acá de la cerca, a un cabrón espléndido, con sus grandes barbas y su empaque de semental cabruno, que solía tenderse junto a su harén bajo la mirada atenta de un mastín. Incluso se las tuvo que ver, junto a una antigua ferrería entre Vallejo y Villasuso, con un par de perros fieros que le salieron al camino y por poco le despedazan. Menos mal que el garrote es un buen compañero de camino. Si no es por eso, otras serían las aventuras a contar.
Y como uno es reincidente, de aquí a una semana volverá a irse a tierras de montaña, esta vez a Picos de Europa, allá por el valle de Sajambre, para subir a Vegabaños y recorrer los desfiladeros y comer buena cecina. Lo de ir a la playa será por obligación familiar, pero de momento no quiero ni pensarlo porque es que me espeluzno, coño.
Qué lindo! Mis abuelos eran de Castilla y de Asturias, así es que estos pueblos tranquilos de pastores me resultan entrañables.
ResponderEliminarAlbur!