martes, 3 de enero de 2012

La mansedumbre de Nuestra Señora.-

En estos días de turrón a mansalva y felicidad de oficio, he entretenido mis ocios de jubilata curioso releyendo Milagros de Nuestra Señora, de Gonzalo de Berceo. Atrás quedan los tiempos de escolar, cuando me enseñaron que Berceo fue el mejor representante del Mester de Clerecía y aprendí qué eran el tetrástrofo monorrimo y la cuadena vía, en que escribía su poesía de culto hombre de iglesia, allá por el S. XIII, el monje riojano.

Lo he hecho, su lectura, digo, en una vieja edición de la Cía. Ibero-Americana de Publicaciones (Madrid-Buenos Aires). El librito llegó a mis manos en pésimas condiciones, muy deteriorado, impreso en rústica, en un papel quebradizo y de gran acidez, cuya encuadernación restauré hace unos meses. No tiene año de publicación, pero es algo posterior a 1929, por cierta información que allí se da.


Pues bien, cuando uno pierde la inocencia de los primeros años, y relee viejos autores con ojos nuevos que ya saben distinguir si gato o liebre, descubre que las cosas tienen otro cariz a como recuerda de viejas lecturas de bachiller en letras. Y en esta ocasión, he puesto el interés en observar la fuerte carga ideológica religiosa que informa esta obra.

Ya sé que esto no debería sorprenderme, pues el sentimiento religioso impregnaba -como acutalmente en el mundo musulmán- toda la sociedad medieval. Y un estudiante de Historia, como yo fui en tiempos, no debe juzgar con la mentalidad actual comportamientos, testimonios y sociedades que tenían sus propios criterios de comprensión del mundo que les tocó vivir. Su cosmovisión, según se dice.

Pues eso. Lo digo por la subjetividad de mis comentarios, que siguen: Visto con ojos de lector curioso y convicciones laicas, uno se sorprende al comprobar que la siempre dulce Nuestra Señora tiene, respecto a sus devotos, una actitud de dama de alcurnia, orgullosa de sus prerrogativas y dispensadora caprichosa de favores a sus fieles vasallos, que llega a contravenir, cuando le conviene, las leyes divinas y las naturales. Y, respecto a quienes causaban daños a sus devotos, un ensañamiento que roza la crueldad, sin recatar insultos hacia el protervo.

Al obispo que prohibió decir la misa de Santa María a un clérigo ignorante (quien no sabía más latines que los de esa misa), le amenza: "e tu serás finado hasta el extremo día / ¡Desend verás que vale la sanna de María!". Que la madre de dios, sañuda, amenace con la muerte eterna al obispo es para que éste se eche a temblar: "Fo con estas menazas el obispo espantado..." afirma Gonzalo. ¿Y quién no?

Y a aquel canónigo de Pisa, que se iba a casar porque heredó la fortuna familiar y así se lo exigían sus parientes para que tuviera descendencia, le llama: "Don fol, malastrugado, torpe e enloquido / ¿En qué roidos andas, en qué eres caído?", y hasta se muestra celosa "Assaz eras varón bien casado comigo". Como se ve, mejor era plegarse a su santa voluntad.

Pero lo que más llama la atención es el odio antisemítico que se desprende de algunos de sus milagros, como el del Niño Judío o los Judíos de Toledo. Llega, en una misa de pontifical en la catedral, a incitar a los fieles contra los rabíes de la aljama: "Oíd -dixo- christianos, una extrana cosa: / la gent de iudaísmo sorda e cegaiosa / nunqua contra don Cristo non fo más porfiosa /. Llama a los judíos "los que mala nazieron, falssos e traidores". Y el buen pueblo cristiano asalta la judería: "Movieronse los pueblos, toda la clereçía / fueron a mui grand priesa pora la iudería / Guïólos Jesu Cristo e la Virgo María".

El odio que el cristiano medieval sentía hacia los judíos es un tópico conocido en la literatura de la época, pero que el bueno de Gonzalo lo ponga de exiemplo para alabar a Santa María da idea de lo aberrante que puede ser la religión llevada a su extremo... y de la escasa mansedumbre de la Señora que tan rencorosa se muestra porque sus paisanos dieron muerte a su Hijo trece siglos antes.

Puestos a verle la otra cara a la Historia, me viene a las mientes el célebre Don Suero de Quiñones, tan admirado por los peregrinos jacobípetas. En Hospital de Órbigo, año 1434, organizó las célebres justas del Paso Honrosso en honor y por amor de su dama, donde llegaron a romperse casi 300 lanzas en combate con los caballeros que por allí pasabam camino de Santiago. De este tan noble Don Suero, del que uno encuentra centenares de entradas en Google alabando su gesta caballeresca, es difícil encontrar una sola referencia a las tropelías que perpetró en la aljama de León.

En manos de prestamistas judíos porque, a lo que se ve, llevaba un tren de vida "por encima de sus posibilidades" -tal y como dicen de nosotros los políticos y otros fautores del descalabro económico que sufrimos- resolvió el problema de los vencimientos impagados a taja-cuellos. En un tiempo de disturbios civiles y pesca a río revuelto, Don Suero de Quiñones protagonizó, seguido del entusiasta populacho, el asalto a la judería leonesa y no dejó títere con cabeza.

Lástima que aquellos eran otros tiempos. Si fuesen los actuales, les hubiese sido útil conocer las opiniones del israelí Shlomo Sand y su ensayo La invención del pueblo judío. Habrían aprendido que los judíos no son un pueblo étnicamente distinto al resto, sino una cultura religiosa que tuvo gran capacidad de proselitismo, lo que le llevó a extenderse por el N. de África y el E. de Europa; que fueron los cristianos desde tiempos de Constantino quienes ayudaron a crear el mito de los judíos como pueblo. Claro que, en un apugna entre monoteístas, cultura religiosa o pueblo elegido son motivos suficientes para el odio y el degüello, llegado el caso. No importa que las masas enfervorecidas sean guiadas por Santa María o por un noble arruinado.

Para terminar, si el improbable lector encuentra que la poesía de Berceo, o los actos caballerescos de un noble leonés no están para ser comentados por jubilatas con ínfulas culturetas, que no me lo tome a mal. Aplíqueme lo que decía el monje poeta de San Millán en El Milagro de Teófilo: "...Non quisso que granassen esas tales lavores /ca eran barvechadas de malos lavradores".

1 comentario:

  1. Que buen descubrimiento, llegue a este blog, donde me interesan las
    cosas que se dicen y la forma que se dicen, es decir como son o como
    fueron en realidad.

    Es una pena malgastar la unica vida que nos dan en complacer a otros
    que quieren el mundo se vea como le conviene.

    Saludos de un proximo jubilata. Anonimo hasta la proxima.

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