jueves, 19 de enero de 2012

Un poco de proselitismo.-




Como me dice un amigo en un correo, los jubilatas de hoy día llevamos una vida "estresante", o sea, que vivimos a tope y llenos de actividades. Cosa que nos retrotrae a aquella anterior situación de cuando éramos laboralmente explotados y productivos y el trabajo nos amargaba la vida. Ahora no es que nos la amarguen nuestras múltiples actividades, pero tantos planes como queremos realizar hacen que nos agobiemos un tantico y que no lleguemos a todo aquello que nos gustaría hacer durante el resto de nuestras vidas.

Lo digo como excusa porque tengo bastante olvidada la bitácora. Pero entienda el improbable lector que estoy más liado que un ministro metiendo tijera en todo aquello que atañe a recortes sociales. Claro que con lo mío, afortunadamente, no se trata de empobrecer a mis conciudadanos, sino de simple falta de tiempo.

Bueno, a lo que vamos. Resulta que aprovecho esta entrada de hoy para hacer proselitismo. Pero un proselitismo, digamos raruno. Por eso, antes de ponerme a ello, bueno será advertir que mi religión me prohibe taxativamente captar prosélitos. Dice su primer y único Mandamiento" "No difundirás tus creencias religiosas so pena de excomunión". Por eso digo que se trata el mío de un proselitismo raruno, ya que no afecta a la verdadera y no propagable religión que he adoptado a falta de otra mejor, sino a una de mis más queridas aunque inútiles (económicamente hablando) actividades: el estudio del latín clásico.

Desde hace ya bastante tiempo estoy empeñado en el aprendizaje de esa lengua "muerta"; muerta según quienes decretaron la defunción de la cultura clásica en aras del economicismo rampante. Y resulta que no está tan muerta, que hay por esos mundos un grupúsculo de cráneos privilegiados capaces de mantener una conversación corriente en el más puro latín clásico, y un servidor está dando los primeros pasos en ese idioma que fue lingua franca europea durante siglos; que fue, además, la lengua en que se estudiaban las ciencias y hablaban las personas cultas hasta casi el S. XVIII.

El caso es que un grupo de personas nos reunimos todos los miércoles por la tarde para aprender latín, hacemos lecturas dramatizadas en esa lengua, también ejercicios de expresión escrita e intercambiamos pequeñas conversaciones. Y la cosa marcha. Pues, hombre, si funciona, -pensaba yo-, si una minoría somos capaces de comunicarnos en tal idioma ¿por qué no decirlo por ahí para general conocimiento y para que otros gocen de ese privilegio?

De ahí lo del proselitismo, lo de ganar nuevos adeptos para la causa latina; porque la cultura clásica es patrimonio de todos y está al alcance de quien tenga conocimientos escolares previos, o no (también hay quien se pone a estudiar chino sin pajolera idea), y quiera esforzarse un poco.

Apuntarse a nuestras clases es tanto o más meritorio y divertido que hacerlo a un partido político, a una religión monoteísta o a un club de fútbol, y bastante más gratificante. Los viejos dioses latinos no son celosos y crueles, como los dioses monoteístas; en todo caso son demasiado humanos. Tampoco obligan a defender una determinada ideología política aunque sea a contadriós, ni a insultar al oponente si mete más goles que nuestro equipo. Y si, de todas formas, quieres hacerlo, pues hazlo en la misma lengua en que Julio César escribía los informes de sus conquistas guerreras, o en que Marcial escribía sus ingeniosos epigramas, o Catulo se quejada de los desamores de la veleidosa Lesbia. Incluso podrás encontrar barroquismos como el del dramaturgo Marcus Pacuvius, quien llama a los delfines Nerei repandirrostrum incurvicerbicum pecus. Bueeeno... esto último es por fardar un poco, que hasta ahí nos queda mucho camino por recorrer.

¿Siente el improbable lector curiosidad por lo que le he dicho? Emplee un poco de su tiempo en entrar en este enlace: http://www.facebook.com/pages/Lat%C3%ADn-Vivo-en-Madrid/207849385937861 y verá cómo gente normalita, entre los veinte y los sesenta y bastantes años estamos en ese empeño. Y si vive en Madrid y quiere venir a conocer este grupo de irreductibles latinistas, pásese el miércoles por la calle San Mateo, número 15, junto al Museo del Romanticismo, entre las seis y media y las nueve de la tarde y nos verá metidos en faena y mas contentos que un sapo flauta en una charca verde. Le recibiremos con un: Salve, amice, quomodo vales?

2 comentarios:

  1. Reconozco que cuando niño el latín me pareció muy complicado. Pero echándole un vistazo más profundo, no es tan difícil como parece. Al fin y al cabo, todos hablamos un latín derivado. Hasta los ingleses, cuando abren el "umbrella" bajo la lluvia.

    Albur!!

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  2. Evangelina Marañon28 de enero de 2012, 19:20

    Yo creo que debian de proibir aprender latin y de esas lenguas que no habla nadie por que lon que da lugar es a proibir que se rotule en español y solo en latin. Y asi en vez de ultramarinos Julio multarian si no se pondria ultramarinus Julius. Espero haberme esplicado pero no creo conveniente que se enseñe latin o algo diferente al español.

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