Ya sé que llego un poquito tarde, pero los jubilatas somos lentos de neurona. La idea de la campaña aquella de la Comunidad de Madrid ¡Para la crisis! fue tan brillante que no me resisto a comentarla, aunque sea con tanto retraso.
Parece ser, con eso del desempleo galopante, que las autoridades autonómicas decubrieron un campo de infinitas posibilidades donde ponerle remedio. No se trataba de reindustrializar el país, lo que hubiera supuesto una grave colisión con los intereses exportadores de doña Merkel (al diablo mejor no pisarle el rabo); ni se trataba de potenciar la agricultura de nuestros secanos -que nos lo venden más barato de por esos mundos subdesarrollados); ni siquiera de resucitar la cabaña ganadera (que ya te viene toda la carne envasada); ni siquiera de insuflar nuevo fuelle al ladrillo, cuando el banco no está por la labor del crédito hipotecario. La cosa era mucho más ingeniosa y no comprometía a nada. Era la acreditada táctica de predicar en lugar de dar trigo; de regalar consejos y dar palmaditas en la espalda.
Se trataba de animar a la gente a ser emprendedora y hacer de cada parado un empresario. La cosa, si no lo entiendo mal, funcionaba así: tomas una familia con todos o parte de sus miembros en paro y les dices, mediante hábil campaña publicitaria: ¡Sea emprendedor! Las autoridades, con grandes dosis de optimismo oficial, animan al parado a que emprenda negocios, funde su empresa, se enriquezca, explote a sus trabajadores (la nueva ley de regulación laboral se lo ofrece en bandeja)), desgrave cuanto más rico más impuestos y disfrute de paraísos fiscales... si llega a tener éxito. Si no, como en el parchís, otra vez a la casilla de salida. Al ser gente en riesgo de exclusión social, seguro que no pierden nada por intentarlo. Todo menos ser un lastre en las colas del INEM.
Parece ser, con eso del desempleo galopante, que las autoridades autonómicas decubrieron un campo de infinitas posibilidades donde ponerle remedio. No se trataba de reindustrializar el país, lo que hubiera supuesto una grave colisión con los intereses exportadores de doña Merkel (al diablo mejor no pisarle el rabo); ni se trataba de potenciar la agricultura de nuestros secanos -que nos lo venden más barato de por esos mundos subdesarrollados); ni siquiera de resucitar la cabaña ganadera (que ya te viene toda la carne envasada); ni siquiera de insuflar nuevo fuelle al ladrillo, cuando el banco no está por la labor del crédito hipotecario. La cosa era mucho más ingeniosa y no comprometía a nada. Era la acreditada táctica de predicar en lugar de dar trigo; de regalar consejos y dar palmaditas en la espalda.
Se trataba de animar a la gente a ser emprendedora y hacer de cada parado un empresario. La cosa, si no lo entiendo mal, funcionaba así: tomas una familia con todos o parte de sus miembros en paro y les dices, mediante hábil campaña publicitaria: ¡Sea emprendedor! Las autoridades, con grandes dosis de optimismo oficial, animan al parado a que emprenda negocios, funde su empresa, se enriquezca, explote a sus trabajadores (la nueva ley de regulación laboral se lo ofrece en bandeja)), desgrave cuanto más rico más impuestos y disfrute de paraísos fiscales... si llega a tener éxito. Si no, como en el parchís, otra vez a la casilla de salida. Al ser gente en riesgo de exclusión social, seguro que no pierden nada por intentarlo. Todo menos ser un lastre en las colas del INEM.
A un servidor, como jubilata en activo, se le ha pasado la hora de ser emprendedor y no tiene otra opción que ir de mirón. Ahora, como no hay obras públicas que mirar desde la valla, he decidido observar las señales de emprendimiento empresarial que abundan por mi barrio. De momento, ricos, ricos de SICAV y negocios Gürtel no abundan mucho por este barrio de la Concepción, pero todo se hubiese andado si hubiese funcionado la campaña de los Emprendedores esos.
Porque materia prima sí hay. Basta con parase a leer la publicidad que echan los nuevos empresarios y que abunda por marquesinas del bus, farolas, semáforos, buzones de comunidades, parabrisas de coches y bocas de Metro. Y sí, he descubierto que mi barrio está lleno de emprendedores. Gente que aguza el ingenio, por ejemplo, para pintar un piso por 390 € y cobrar al final de la fanea. Además, garantizan el buen hacer del trabajo y la limpieza de ejecución. Alguien así, con esos precios de saldo chino, no puede menos que forrarse en cuatro días y hacerse un capitalito en las Islas Caimán de aquí a cuatro meses.
Con eso de ser emprendedores al estilo neoliberal, los chapuzas de antaño se reciclan en "Manitas"; empresarios habilidosos que, con las mínimas infraestructuras (una caja de herramientas), te arreglan muebles, enchufes, persianas; te montan tarimas flotantes, apañan grifos... Además, siguiendo las rectas doctrinas de desregulación neoliberal, no te expedirán factura, con lo que te ahorras el IVA.
También los hay más tradicionales, para quienes la actitud emprendedora se limita a repetir pautas ya marcadas. Es el caso del emprendedor tipo "Compro piso en esta zona", que ya no tiene aquel fuste del Pocero de Seseña o del Florentino Pérez, quienes tan gloriosamente transitaron por el cemento patrio. Aquél se limita a comprar por X y verder por X+1 . No es original pero al menos no molesta en las listas del paro. No hay por qué minusvalorarlo, todos adoran al dios Capital y tienen derecho a buscarse un huequecito en su regazo.
No se vaya a creer el improbable lector que sólo hay emprendedores autóctonos, tambien haylos exóctonos, pero con las mismas ganas de tañer la lira ante el altar del becerro de oro. Es el caso de los curanderos originarios del África profunda, llegados en patera para emprender una nueva vida llena de oportunidades. Son chamanes en contacto con las fuerzas de la Naturaleza que lo mismo te curan un matrimonio desvencijado por el tedio, que te hacen un apaño favorable en un juicio por desahucio, o te arreglan la cosa esa fláccida de entrepierna, o te sacan de la droga en un decir ¡Jesús! Todo ello garantizado al 100% de eficacia.
O quien te vende carne joven de mujer emigrante para eso del trato venéreo, que es negocio suculento y no hay que ser muy emprendedor, pues se trata de empresa de acreditada solvencia. Solo hay que ser bastante hijoputa, pero eso no está reñido con la ética capitalista. Además, puticlub o cajera de un supermerecado, todo es mercado laboral, y en todas partes te putean.
Tienen los emprendedores, además, otra ventaja social. A saber, que al pasar de empleados por cuenta ajena a empresarios, se acaba la explotación laboral por pura eliminación de una de las clases sociales, la más conflictiva. Cada cual es amo de sí mismo y de su chiringuito. Se acabó el malestar social, el patrón explotador, el proletario ocioso. Todo son ganancias y Milton Friedman sonreirá gozoso en su tumba.
¡Ah, si Mariano le diera un empujuncito al invento este!
¡Ah, si Mariano le diera un empujuncito al invento este!
Es tan costoso ser pobre!!
ResponderEliminarAlbur!!