Aferrado a las muletas y con
pasitos cortos, he seguido la semana pasada esa cosa de tanto relumbrón que han
llamado Global Forum Spain, celebrado
en Bilbao. O sea, algo que tiene que ver con la afamada Marca España, pero en
inglés, para que en esos mundos se enteren de que existe esa marca y está en
venta. Como suele ser habitual en esta bitácora cuando se trata de eventos
políticos y similares, aquí se habla de ello a destiempo y a toro pasado. Y la
verdad es que no hubiese dicho media palabra si no llego a ver la foto que
ilustra esta entrada.
Eso de que nuestros políticos en el
poder, en un estupendo ejercicio de autocomplacencia, se inventen una mini
cumbre de Davos de andar por casa, no es asunto que sorprenda; es una de las
muchas añagazas que emplean para convencer al personal (autóctono y foráneo) de
que la economía española va viento en popa y que de la crisis económico-social
no merece la pena ni acordarse. Ya lo dijo el Gran Timonel Mariano, que
habíamos doblado el Cabo de las Tormentas y navegábamos a todo trapo hacia las
Islas de las Especias.
La mensaib Christine Lagard, baranda
del FMI, vino a decir algo parecido, pero en más prosaico: “España ha girado la
esquina”, solo que, añadió, convenía apretar un poco más los machos a la marinería que
brega con el velamen del hispano bergantín. Debe ser eso porque el barco (si
nos atenemos al símil empleado por don Mariano), lleva aún mucho lastre, o
porque esa vuelta a la esquina (según la más pedestre expresión de la mensaib
del FMI) la estamos haciendo con demasiadas piedras en los bolsillos; estas piedras son la renta de trabajo, o sea, los sueldos que percibe el personal currante de Hispanistán. Ça va de soi, que diría la señora.
Comoquiera que sea, este jubilata
se queda más en la anécdota que en la categoría. Es que eso del besamanos del ministro Guindos a doña Lagard le ha despertado a un servidor recuerdos de cuando
aquellas películas de aventuras en la India colonial. Aquellas damas
victorianas de tanto empaque, servidas por criados indios reverenciosos que doblaban
el lomo y decían “Yes, mensaib”, es la imagen que primero le viene a uno a la cabeza.
Y,
puestos a imaginar paralelismos, uno imagina la caterva de saibs y mensaibs del
FMI, BM, BCE y otras instituciones transnacionales que colonizan los recursos
de nuestro país; uno piensa en los cipayos indígenas que les sirven de tropas de
choque contra la población autóctona; en los grandes hacendados (banqueros,
multinacionales, especuladores de lo ajeno) que controlan la producción de
riquezas del país colonizado…, y descubre que la película tiene el guion
trucado.
Pero, eso, ya casi a un servidor no
le sorprende, a fuerza de sabido. El guionista escribe la trama a gusto del
productor, que es quien pone los dineros, los saibs controlan el sistema de producción colonial, los gobiernos hacen de cipayos y la plebe se limita a interpretar a
la fuerza el papel de extras cuando el guion así lo exige. Lo que aún no
sabemos es si aparecerá un Mahatma Gandhi, individual o colectivo, que no esté
de acuerdo con la parte contratante de la primera parte y rompa los papeles del
reparto.
Mientras, este jubilata, convencido
que el gato tiene tres pies, sabe que las fotos de los eventos políticos no son
inocentes; reflejan la realidad que nos
quieren transmitir a su conveniencia, pero, fuera de las manipulaciones
interesadas, tienen el valor de símbolo.
Y ese ministro que rinde pleitesía a la presidenta del FMI simboliza el
sometimiento de nuestros gobernantes a una institución no elegida
democráticamente por los ciudadanos.
Claro que habrá quien opine que el besamanos del ministro no es el del sirviente reverenciando a la mensaib, sino un gesto caballeresco muy hispano. Pero, si algo tiene de carácter hispano la escena,
convénzase el improbable lector de que ésta es totalmente quevedesca: Madre, yo al oro me humillo…
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