Colmenar de Oreja, plaza mayor. |
Esto suele ser recurso de mal literato, salvando lumbreras de las letras como Valle-Inclán, maestro en hacer filigranas con el idioma y darnos títulos como Romance de Lobos, Gerifaltes de Antaño, Divinas Palabras… Un servidor, como la andrajosa Penia a las puertas del opulento Poros (según nos cuenta Sócrates en el Banquete), aspira a las sobras que caen de la mesa donde se banquetean los grandes de la Literatura y consigue migajas como el título de marras. Y se conforma…
Pues eso, inválido provisional, si
quería hacer una excursión había de ser recurriendo a una silla de ruedas para
los desplazamientos un poco largos, una vez llegado al lugar. Y ya se sabe que
las visitas a los museos son fatigosas, con lo que una pierna escayolada no es
la mejor ayuda para detenerse ante un cuadro, localizar el mejor ángulo de
incidencia de la luz sobre él, acercarse a ver un detalle, inclinarse a leer la
cartela, y todos esos pequeños gestos de un visitante de museos.
Museo Ulpiano Checa |
Una de esas manías, que apenas se
confiesa uno a sí mismo por lo rarunas que resultan, es la afición al art pompier por lo que éste tiene de
colorín, de anecdotario, de peli de romanos que uno veía en su juventud y que
tanto despertaban la imaginación en aquellos tiempos de sociedad gris plomo,
mediocre y aburrida, de cuando nuestro Invicto ferrolano nos pastoreaba con mano parkinsoniana,
pero dura.
El caso es que la pintura de don Ulpiano, una de sus facetas, la
referida a la historia de Roma, me ha vuelto a instalar en aquella admiración
que yo sentía por un mundo fastuoso, de togas senatoriales, esclavas en
desnudos velados, juegos de circo y batallas navales. Sus carreras de
cuadrigas, inspiradas en la novela Ben Ur,
que sirvieron de modelo para la película homónima hollywoodiense, así como las escenas
de Quo Vadis? con aquel Ursus
hercúleo salvando del toro bravío a la cristiana de curvas perturbadoras en el
Circo Máximo, son imágenes que a uno le reverdecen en estos también años
plomizos de rescates bancarios.
A falta del cuadro original, aquí queda un fotograma |
El art pompier, con sus ropajes vistosos, sus armas brillantes y sus
cascos empenachados, nos presenta un mundo heroico donde la anécdota pasa por
ser la realidad histórica; donde todo es grandioso, exuberante, y se contrapone
un mundo clásico ideal a la mezquindad de estos tiempos nuestros, dominados por
un economicismo zafio. Aquellos pintores de colorín, tan denostados en su
momento por su academicismo frente a las nuevas tendencias artísticas como el
plenaerismo, el impresionismo y la representación de la naturaleza y la luz en
su realidad fugaz, nos presentan una realidad histórica tal como nos hubiera
gustado vivirla a cualquiera de nosotros.
Este suceso representado por
Ulpiano Checa, en aquella batalla tras el exilio de Elba, jamás
existió. Fue Víctor Hugo, en sus Miserables,
quien describe la escena y el pintor quien la traslada al lienzo como una
realidad teatralizada. De forma estética y melodramática se ofrece al
espectador un aspecto histórico que pudiera haber sido verdad, pero que no
existió más que en la imaginación del novelista romántico y en la
escenificación del pintor sobre el lienzo. Un golpe de teatro, puro espectáculo
que el observador acepta como hecho verídico, cuando no pasa de verosímil, y da
por cierto el episodio de los valientes coraceros haciéndose picadillo en el
fondo del barranco.
Y como esta entrada se alarga más
de lo usual, para terminar, se recomienda muy vivamente al improbable lector
que se acerque por Colmenar de Oreja, visite su plaza mayor, su iglesia
parroquial, su teatro, y pasee hasta la ermita del Humilladero, sin olvidar el
gran pasadizo en piedra bajo la plaza mayor.
Por supuesto, le gustarán las cabalgadas de los árabes disparando sus espingardas, los piel rojas, los bárbaros invadiendo Roma, y todo el dinamismo que parece surgir de los cuadros de don Ulpiano.
Por supuesto, le gustarán las cabalgadas de los árabes disparando sus espingardas, los piel rojas, los bárbaros invadiendo Roma, y todo el dinamismo que parece surgir de los cuadros de don Ulpiano.
Además, por la zona podrá visitar
Chinchón (apenas a 5 kilómetros) y Aranjuez, sin olvidar Villaconejos, donde es
fama que sus melones son de mucha más calidad que los recriados en la carrera
de San Jerónimo.
En Colmenar de Oreja nadie te habrá mojado la idem. Estás espléndido y como a punto de acabar una reformas...todavía se ve el yeso. Abrazos. Macellarius
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