Con independencia del interés que
pueda tener en ello, supongo enterado al improbable lector de que estamos en
plena campaña electoral para el Parlamento Europeo. Esta campaña, como
cualquier otra cada vez que hay elecciones, es previsible en sus términos y
varía poco en sus presupuestos ideológicos y en las técnicas empleadas para
convencer al ciudadano.
El Partido en el Poder (PP) y el
Partido en la Oposición (PsOe), mayoritarios, se caracterizan por seguir, en la política nacional, con
mayor o menor fidelidad los dictados de la Troica y someterse, con mayor o
menor gana, a la ideología dominante: el neoliberalismo. Eso mismo es lo que harán en el nuevo Parlamento Europeo, digan lo que digan durante la campaña. Lo cual queda aquí dicho un poco
toscamente, como pensado por un jubilata incapacitado para más finos análisis
políticos, pero propietario de una papeleta que se disputan ambos. De momento,
del resto de los partidos no hablamos, aunque también ellos se pelean por las
migajas de la papela, y con mayores probabilidades en lo que a un servidor respecta.
Lo que llama la atención de este
jubilata, y no debiera por ya sabido, es que los primeros espadas del PP tienen
un discurso, no por manido, menos eficaz: lo estamos haciendo bien, os estamos
sacando de la crisis y la culpa de lo ocurrido estos años pasados es de Zapatero.
Si sus discursos los pudiéramos poner en verso, por ejemplo en endecasílabos
como si fueran un soneto, todos ellos terminarían con el estrambote “Por culpa de la herencia recibida”.
¿Se imagina el improbable lector a
Arias Cañete discurseando en endecasílabos? Un servidor, sí. Hasta tal punto este servidor le ha perdido el respeto que, cada vez que lo sacan por la tele
echando sus discursos, por sacudirme el tedio me lo imagino perorando en versos de arte mayor, o en coplas de pie quebrado o, si aburre mucho, en tetrástrofo
monorrimo sin cesura, pero siempre, siempre espero oír al final el estrambote de “Por culpa de la herencia recibida”; entiéndase: Zapatero tuvo la culpa. Una
especie de mantra que, repetido hasta la saciedad, va perforando la meninge del
votante desavisado.
Y cuando digo la falta de respeto,
no me refiero al señor Cañete como persona, que no me cae mal con ese corpachón de
tragaldabas buenote que tiene. Lo que pasa es que un servidor, más que como a político agudo, lo ve como con aspecto de canónigo beneficiado, de esos de barragana y
jícara de chocolate. Sus salmodias de coro, en lugar de terminar con amenes,
terminan con el estrambote de “Por culpa
de la herencia recibida”, lo que resulta bastante monótono.
Esa coletilla que remata y pende de cada discurso, por extraña asociación de ideas, me recuerda al estrambótico – éste sí – Antonio Ozores, quien terminaba sus incomprensibles peroratas con un “No hija, no”. Así, cada vez que la candidata socialista, Elena Valenciano, hace un mitin político acusando al PP de empobrecer a los ciudadanos, el señor Cañete debería estar al quite para retrucarle con la convicción de quien está en posesión de la verdad: "No hija, no. Es culpa de la herencia recibida". Cocido en su propio jugo
Esa coletilla que remata y pende de cada discurso, por extraña asociación de ideas, me recuerda al estrambótico – éste sí – Antonio Ozores, quien terminaba sus incomprensibles peroratas con un “No hija, no”. Así, cada vez que la candidata socialista, Elena Valenciano, hace un mitin político acusando al PP de empobrecer a los ciudadanos, el señor Cañete debería estar al quite para retrucarle con la convicción de quien está en posesión de la verdad: "No hija, no. Es culpa de la herencia recibida". Cocido en su propio jugo
Como quiera que sea, la campaña pasará,
las promesas se esfumarán y la gente se olvidará de los discursos y sus
estrambotes. Solo algunos recordaremos el que Cervantes añadió al soneto que
dedicó al túmulo de Felipe II:
Y luego, incontinente,
Caló el chapeo, requirió la espada,
Miró al soslayo, fuese, y no hubo nada.
A partir del día 25 de mayo, nada habrá de la campaña política, sus promesas y estrambotes.
A partir del día 25 de mayo, nada habrá de la campaña política, sus promesas y estrambotes.
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