Antes que el improbable lector me acuse de plagiario, lo confieso: Los Humbert es el título de un artículo que Pío Baroja publicó en El Tablado de Arlequín, editado por Rafael Caro-Ragio. La fecha de edición no consta, pero el prólogo lo fecha el autor en 1903. El libro lo acabo de comprar en la feria del Libro Antiguo y de Ocasión que estos días se celebra en la capital del reino de Hispanistán.
Si lo saco a colación es porque me
ha sorprendido su actualidad. Tanto que me parece estar viviendo en una máquina
del tiempo manejada por ineptos que la han averiado para que sigamos como a
primeros del siglo XX. Lo que dice Baroja de aquel entonces y lo que vemos
ahora vienen a demostrar que el artilugio de nuestra sociedad se oxidó hace más
de un siglo y sigue produciendo los mismos despropósitos.
Los Humbert debió ser una familia
de ladrones de guante blanco que estafaba a los ricos, se gastaba el dinero - tan
honradamente adquirido al robar a ladrones - en obras de arte y en vivir en
hoteles de lujo. Don Pío, mi atrabiliario preferido, dice lo siguiente:
“Los Humbert han sido presos.
El gobernador, los agentes de policía que
hicieron la detención, el embajador de Francia, una porción de señores más,
están de enhorabuena.
“Con ellos se regocija el público entero. El comerciante que nos vende
bacalo podrido y nos envenena con sus géneros averiados, está que no cabe de
satisfacción en el pellejo; el usurero que presta al sesenta por ciento al mes,
explica a sus hijos en el seno de la familia lo que es un estafador; el
capitalista que expulsa y embarga al inquilino porque no le ha pagado una
mensualidad de tres duros, se felicita por el éxito de la policía española.
“No discuto el éxito. Quizá a alguno le asombraría que una familia cuyas señas se habían enviado por la Prefectura de París a Madrid y que vivía en un hotel, no haya sido notada por nuestros agentes de vigilancia en seis mese que vivió entre nosotros; yo no me asombro de esto ni de nada.
"Lo único que sé es que hay gente que ha cometido
tantas estafas como los Humbert y que nadie los persigue; es que hay personas
que han hecho no sólo estafas, sino grandes infamias, y que viven
tranquilamente, respetadas por todo el mundo.
“Será, quizá, romanticismo pueril; será la resultante del sentido anárquico
español, que mira con simpatía al bandolero; pero yo, que no daría la mano a muchos señores respetados que viven
en Madrid, se la daría a los Humbert.
“Ellos tenían un sentido alto de la vida, un sentido digno de los hombres
del Renacimiento; eran generosos, eran buenos, gustaban rodearse de obras de
arte. Habían nacido para ser ricos, no lo fueron, y buscaron la forma de serlo.
Desvalijaron a unos cuantos comerciantes sórdidos que trataban de sacar a su
capital un interés crecido, y gastaron ese dinero en otras de arte.
“Hay una gran belleza en todo esto; hay más: hay un fondo de equidad, de
moral.
“En esta vida triste que padecemos, ante esta sociedad de burgueses sin
corazón, de gente mezquina, la infamia cometida extralegalmente es un crimen;
la infamia legal es un negocio.
“Ese señor, que fundó una Sociedad minera o de banca, con la que arruinó a
media provincia y se enriqueció él, ¿tenía sus libros en regla? ¿Sí? Pues era
un negociante de talento. ¿No? Pues era un criminal.
“Haced infamias, pero hacedlas siempre dentro de la ley: no tendréis
obstáculo en vuestro paso. La ley actualmente no es, como decía Montesquieu,
una tela de araña en donde se enredan las moscas y que deja pasar los
moscardones; la ley es la defensa de los fuertes, de los hábiles, de los
egoístas. La ley es la que protege al ministro de Hacienda X para hacer un
negocio de millones de francos; la ley es la que protege al casero para
expulsar al pobre; la ley es la que permite al hombre explotar al hombre; la
ley es la que reprime al hambriento cuando pide de comer; la ley es la que
castiga al vago por el delito de no tener donde trabajar.
“La ley es inexorable, como los perros: no ladra más que al que va mal
vestido.
“Han preso a los Humbert. Yo lo siento, lo siento por ellos, primeramente;
lo siento también por los miserables que se estarán ya relamiendo de gusto.”
En estos tiempos que corren, don
Pío no hubiera cambiado el sentido de su crítica ni en una jota. Será porque la
máquina del tiempo de Hispanistán está gripada.
¡Cuánta razón tiene don Pío García Escudero!
ResponderEliminarQué es robar un banco comparado con fundarlo!, diría Bertolt Brecht.
ResponderEliminarSaludos!!!
Acabo del leer ese artículo del libro de Pio Baroja y me alegro de ver que alguien lo tiene presente. Bien por don Pio y por vosotros, sus lectores.
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