Quizás el improbable lector
recuerde que Luis Carandell, en 1970, publicó su Celtiberia Show y que, dos
años más tarde, hizo un Bis, visto el éxito de la primera entrega. Allí, de
forma anecdótica y con humor que resultaba hasta entrañable, ponía en evidencia
lo más costroso de aquella España desarrollista, donde se conjugaba una
industrialización a marchas forzadas con una mentalidad cateta.El celtibérico de
aquellos años era un pueblo que abandonaba el arado, guardaba la boina en su
maleta de cartón y se venía a la ciudad a levantar la patria a golpe de
pluriempleo y letras del pisito en Moratalaz.
En estos días de estafas que llaman rescates
bancarios, de Bankias preferentes, de realidades manipulables.com y jueces en el
banquillo por revolver ciénagas que hieden en cuanto las agitas, el
espíritu celtibérico vuelve con pujanza y recupera las esencias patrias. Nos habíamos
creído europeos (Somos europe”d”os, decía
un viejo chiste de Forges), éramos la octava potencia mundial y nos habíamos sacudido, de
una vez para siempre, el pelo de la dehesa.
Eso creíamos. Pero resulta que el
show celtibérico vuelve con más pujanza. Eso sí, con un barniz neocon y pos
moderno que aparenta ser cosa distinta, pero que en sus entretelas mantiene
vivo el viejo espíritu de cutrez intelectual y desplante de “usted no sabe con
quién se juega los cuartos”; de patriotismo de peineta y coso taurino y
desdenes embroncados en cuanto disientes de la línea oficial del no pensamiento en boga.
No me diga el improbable lector que no es un chou celtibérico hasta las cachas lo de la Lideresa Espe en la Maestranza sevillana, metiéndonos en la talega antiespañola a todos los que nos tiene sin cuidado la cosa de la tauromaquia nacional.
No me diga el improbable lector que no es un chou celtibérico hasta las cachas lo de la Lideresa Espe en la Maestranza sevillana, metiéndonos en la talega antiespañola a todos los que nos tiene sin cuidado la cosa de la tauromaquia nacional.
Con su pañoleta y su clavel al
pelo, ejerciendo de chulapa en las fiestas sanisidriles (como la hemos visto
alguna vez, y esperamos verla este San Isidro) nos retrotrae a la España cañí
de cuando los baile de candil a los que asistía de tapadillo Isabel II disfrazada de manola, la reina
cachonda, según nos cuenta Valle-Inclán en su Farsa y licencia de la reina castiza
O ese inefable señor Marhuenda, siempre
tan cargado de razón, tertuliando por todos los foros del coso ibérico, convenciéndonos
de que vivimos en el mejor de los mundos posibles y que nos quejamos de puro
vicio. A un servidor, cada vez que lo ve en La Sexta, le recuerda a los
serviles de los tiempos de cuando Fernando VII usaba paletó. Pura casta, como el jamón ibérico de
bellota.
Pero el último teatrillo donde se
representa el despropósito celtibérico es el juicio de inhabilitación que le
han montado al juez Elpidio Silva por ofender la honorabilidad del banquero
Blesa. Y todo porque se excedió mandándolo unos días al trullo, como si lo de Bankia fuese
cosa de alguna trascendencia. Es cosa de chiste oír al presidente del tribunal decirle
al imputado que no puede hablar, y a éste replicando que hablar sí puede, otra cosa es que le prohíban hacerlo, y enzarzarse en semejante discusión.
Se ve que el señor presidente del
tribunal ha olvidado que algo así le pasó a Sancho Panza siendo gobernador
de la ínsula Barataria: amenazó a aquel mozo con mandarle a dormir a la cárcel y éste le replicó
que allí no dormiría, por más que se empeñase el señor gobernador. Por fin, Sancho, que era hombre de discernimiento, entendió que uno puede
pasarse la noche en la cárcel, pero sin dormir si no le da la gana. A Elpidio, por mucho que le digan
que no puede hablar, hablar puede, a menos que le corten la lengua. Y, desde
luego, la tiene expedita y, por lo que se ve, a estos mandados que le juzgan
les va a hacer sudar la sentencia.
Como es hombre que debe conocer al dedillo
las triquiñuelas procesales, estoy seguro que va a marear la perdiz del proceso - de momento, ha recusado a dos miembros del tribunal - hasta convertir éste en un sainete donde el respetable público va a alucinar en colorines. Un Celtiberia show bis que nos va a resarcir de tanto necio importancioso como maneja los destinos de este finiquito diferido que aún seguimos
llamando España.
Eso mientras el señor Arturo Mas no nos monte una Expaña
con sus arranques patrióticos periféricos, envuelto en la senyera sobre la que ha bordeado el lema "Viva mi dueño". A lo mejor, por no contaminarse de la ordinariez celtibérica, nos planta
alambradas con concertinas en la frontera del Ebro para que su Catalunya Lliure no se le llene de españoles indocumentados y hambrientos.
Pero un servidor se piensa quedar de este lado de la alambrada porque el espectáculo está garantizado. Ya digo, lo del juez juzgado, tan quevedesco como el alguacil alguacilado, tiene mucho tomate. De verdad, vivir en un país serio y laborioso resultaría aburrido, así que vamos a dejarnos de mamandurrias y disfrutar de la farsa que se está representando en el Ruedo Ibérico.
Pero un servidor se piensa quedar de este lado de la alambrada porque el espectáculo está garantizado. Ya digo, lo del juez juzgado, tan quevedesco como el alguacil alguacilado, tiene mucho tomate. De verdad, vivir en un país serio y laborioso resultaría aburrido, así que vamos a dejarnos de mamandurrias y disfrutar de la farsa que se está representando en el Ruedo Ibérico.
Polémico juez...
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