No estoy seguro de haber escuchado nunca antes el sonido de un rabel,
pero sí estoy seguro de que no había tenido uno en mis manos hasta el pasado
domingo, día 5 de julio, cuando se inauguró el Museo del Traje Hermanas Miñambres
que está en el mismo edificio de nuestro apartamento de alquiler.
El dueño del rabel me lo puso en las manos, pisé sus tres cuerdas con las yemas de los dedos y no se me ocurrió otra que rascarlas con el arco. Nunca lo hubiera hecho, ¡pobre animalito!: empezó a quejarse con estridencias descompuestas hasta que lo devolví a quien bien lo sabía tañer.
El dueño del rabel me lo puso en las manos, pisé sus tres cuerdas con las yemas de los dedos y no se me ocurrió otra que rascarlas con el arco. Nunca lo hubiera hecho, ¡pobre animalito!: empezó a quejarse con estridencias descompuestas hasta que lo devolví a quien bien lo sabía tañer.
Una vez en poder de su amo – estábamos celebrando la inauguración con
presencia de varias agrupaciones folclóricas de estas sierras – acompañó,
alegre, junto con un pandero, una serie de coplas que cantaban los de Arrabel.
Una sí recuerdo, porque hacía alusión a un tejo y con ciertas malicias de doble
sentido de connotaciones eróticas. La copla decía así:
En lo alto tu tejado,
Relumbrando un tejo
vi.
Nadie daba con el
tejo,
Yo con el tejo di.
En la visita a la sala de exposiciones algo aprendí que, posiblemente, el improbable lector ya sabía. Y ello es la diferencia entre un mantón de Manila y un manto de ramo: el primero se hizo popular en España gracias a llamado "galeón de Manila", que hacía la ruta entre Filipinas y Panamá, llevando los tejidos de seda china con la que se confeccionaban estos mantones. El segundo es el pañolón usado en el medio rural hecho de fina lana merina y adornado con un ramo de flores bordadas en una de sus esquinas. De unos y otros hay muestras en la exposición.
También puede verse una Maya entronizada con su rico ajuar. Si no recuerdo mal, en Colmenar Viejo y en El Molar se siguen celebrando estas fiestas, a la que Caro Baroja dedicó alguno de sus estudios del folclore peninsular. También en el libro sobre "La Ruta del Arcipreste", de Guillermo Gª Pérez se habla de ello.
No estará de más decir que este pequeño museo es fruto del empeño
personal de las hermanas Miñambres, al que llevan años dedicadas, tanto
recogiendo material como clasificándolo según sus lugares de origen, para
reproducir trajes fieles en su diseño a los usados hace no tantas generaciones
en el medio rural. Han sido años de esfuerzo y labor discreta.
Nosotros, la
santa y yo, en estos últimos veranos, las hemos visto afanarse día tras día
para equipar el museo, organizarlo, instala luces, montar vitrinas. Siempre con
ayuda de familiares o amigos que han aportado sus conocimientos técnicos o han
cedido materiales etnográficos que sirven para poner en contexto el conjunto de
la sala. Ha sido un proyecto estrictamente privado, sin ayudas oficiales y con más ilusión que medios.
Aunque somos veraneantes ociosos, por el simple privilegio de vivir en el
piso de arriba, hemos podido asistir al comienzo de la andadura de esta sala de
exposiciones que recibe el nombre de Museo
del Traje Hermanas Miñambres. Y lo interesante del asunto no es solo que
dos mujeres hayan puesto todo su empeño y sus conocimientos en recoger,
clasificar y exhibir prendas de época y de uso habitual en el medio rural hace
no más de tres generaciones, sino que el evento es ocasión para descubrir que
aún existen personas que mantienen vivo el entusiasmo por recuperar y mantener
tradiciones que hemos dado por perdidas desde que el pueblo soberano vive
enganchado al Wasap y otros artilugios electrónicos.
En efecto, para la inauguración se dieron cita agrupaciones como La
Trocha, grupo de baile del mismo pueblo de Rascafría, cuyas coreografías monta
María Miñambres, Entresierras, que monta talleres de música tradicional y
enseña a tocar instrumentos como la zamfoña, el grupo de cantos tradicionales
Arrabel, o los Miguelitos, grupo de gaiteros de Getafe.
Pues ya lo sabe el lector, improbable o habitual de esta bitácora,
nuestras vacaciones veraniegas van más allá de la vida relajada que se supone
en los veraneantes a tiempo completo. Mientras soportamos los calores africanos
que nos invaden, nos vamos culturizando de cultura popular.
¡Ah! Y si el improbable lector se da una vuelta por Rascafría, no deje de visitar la exposición: Sábados de 18 a 19 h., domingos de 12 a 13 h.
¡Ah! Y si el improbable lector se da una vuelta por Rascafría, no deje de visitar la exposición: Sábados de 18 a 19 h., domingos de 12 a 13 h.
No hay comentarios:
Publicar un comentario