martes, 15 de enero de 2019

En consecuencia.-


Ahora que en Andalucía, con el nuevo gobierno dextro/extremo, por fin se han encauzado dos de los más graves problemas que aquejaban a la doliente España, a saber: la caza y la decadencia de las corridas de toros, podemos dedicarnos a asuntos de menor enjundia, una vez sosegadas las tripas patrióticas con la victoria. 

Aun así, no es cosa menor, o, dicho de otra manera – al viejo estilo Rajoy – es cosa mayor buscar algún asunto para tratar en la bitácora sin verse obligado a hablar de política. Pero no hay otra que discernir sobre si Vox es peligroso material fascio sin conservantes ni colorantes, o solo populista reaccionario con un toque folclórico y racial, aparte los resabios antifeministas. Este jubilata, que se ha alimentado estas pasadas fiestas navideñas de turrón y política televisada, confiesa estar un tanto harto de uno y otra. De aquél quedan unos restos por casa que iremos mordisqueando de vez en cuando; de ésta no se puede decir lo mismo, por lo indigesta.

No hay hora ni día en que no se nos hable de la reconquista de Andalucía por las mesnadas de Casado/Abascal. Nada se dice aquí, por sabido, del señor Rivera y sus bandazos estratégicos a estribor. No hay comentarista, locutor, tertuliano o pécora de redes sociales que no haga una exégesis de los 19 puntos que Vox ha puesto sobre la mesa de negociaciones. Estrategia para darle cuerda al PP, como a esos pajaritos sujetos por la pata al hilo del que tira el niño a capricho. No hay bastantes improperios en la lengua española para que las hordas guasapeantes, tuiteras o feisbuksianas tilden de falsos, tramposos, cobardes, flojos de convicción democrática, a los de la política anaranjada. 

De verdad, vivimos instalados en un sinvivir, improbable pero no menos apreciado lector. Un tormento de Sísifo, eso de empujar el pedrusco de la política nacional cuesta arriba para que caiga rodando una y otra vez. Una demasía y una aburrición, si se me permite decirlo así.

Huye en todo la demasía. Porque siempre dañó más lo más que lo menos, dice Critilo en El Criticón de Gracián. Es lo que tienen los políticos nuestros, que no leen a Baltasar Gracián y no se aprovechan de sus doctos consejos. Si tuviesen un momento de sosiego en sus afanes por conquistar o reconquistar el solar hispano, sabrían que son contingentes, como los lugareños de Amanece, que no es poco, similares a un puñado de polvo en el camino de la Historia, que el viento de los tiempos barrerá de un soplo. Dicho sea sin ponernos trascendentes, aunque sí un poco poéticos. Pasado algún tiempo, de ellos no quedará más que la “maldita hemeroteca” dando fe de sus contradicciones, engaños, apaños y palabrería vacua. No serán más que El sueño del caballero, de Pereda, pero en versión televisada y con anuncios de por medio. Efímeros y sinsustancia como la moda, pero cargados de autosuficiencia. Cargantes.

Y perdone el improbable lector que, en tiempos de políticos que exhiben la sonrisa de triunfador atornillada a la jeta y llevan el rictus del éxito incrustado en los morros, el jubilata se vaya por los cerros de Úbeda del barroquismo. 

Ya lo dice también Gracián, en tiempos de higos, higas. Una higa, un corte de mangas, una peineta que el ciudadano, pasando de sus obligaciones cívicas, le hace a la casta cuando ésta le presenta el cimbel de la urna… Y luego, las manos a la cabeza cuando el no voto de la abstención despierta la hidra marxista… Ah, no, la otra: la ultra nacionalista. 

En consecuencia..., este jubilata hubiera querido hablar de la idea tranquila que ha decidido forjarse de España a través de lecturas sosegadas. Por eso, uno se sitúa lejos del griterío mediático, de Abascales recorriendo la estepa castellana a uña de caballo o de Rufianes con ironías de jayán con verba de navaja cabritera. 

Uno descubre, sin demasiado asombro, que los mitos fundacionales de lo que, comúnmente, llamamos patria (o patrias, cada cual la suya, y a veces encontradas, porque cada patria necesita un enemigo exterior para su subsistencia), son una creación cultural forjada a través del tiempo por grupos humanos que defienden su verdad como única. Una manera colectiva de entender el mundo y expresarlo culturalmente, según esa visión romántica del Volksgeist de Herder. 

Nulla dies sine línea, que decía Plinio el Viejo. Hay que leer todos los días, puñetas.

1 comentario:

  1. JJ, te encuentro por doquier ¿No habrá algún lugar a donde no aparezcas? Lo digo para no ir. Abrazos y eso, que amanezca, que no es poco.

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