Improbable y siempre amigo lector: había pensado escribir
sobre el disparate catalán que estamos viviendo, esa fuente de preocupaciones que
nos tiene en un sinvivir a causa de la obcecación política, pero he optado por la intrascendencia. No es por negar la preocupante realidad que nos toca vivir, es por manifestar un pequeño gesto de rebeldía como individuo frente a una realidad que nos imponen como a masa inerte, sin darnos opción a cambiarla.
Por eso, dejo escrita esta nonada que, si tienes a bien,
puedes leer:
El caso es que, a veces, hay algunos episodios de la
vida que se repiten. Son como pequeños fogonazos que iluminan algún recuerdo olvidado
en el fondo de la memoria, y que aparece como una premonición del pasado. Es lo
que los franceses llaman déjà vu, mientras que por estas tierras lo que
quieren dárselas de interesantes dicen: “He tenido un deyavú”, como quien dice
he tenido una revelación, y se quedan tan anchos.
Y no suelen ser hechos trascendentes, sino simples
sucedidos que un día te llamaron la atención. Por lo menos así suele ser en el
pequeño mundo del jubilata. Ya se sabe, los que estamos en edad provecta ya no
vivimos de categorías, sino de anecdotario. Como el abuelo Cebolleta de cuando
leíamos el TBO siendo niños en los tiempos hambrientos y gloriosos de montañas
nevadas, banderas al viento, que cantábamos en la escuela pública.
A lo que importa: Como nos ocurrió la otra tarde.
Veníamos la santa y yo de dar el habitual paseo por los aledaños del barrio,
cuando se nos acercó un individuo y me puso una octavilla con colorines en la
mano. “Comida china”, pensé. El papel traía mucha letra apretada y supuse que
era la lista de chopsuey, tres delicias, y cerdo agridulce habituales de esos
menús. Pero no. Quien nos dio el papelito tenía cara mística y
untuosidad religiosa. Algo murmuró a modo de jaculatoria, y se alejó. Eché un
vistazo curioso: proponía una cadena de oración y encuentros con Dios para
superar la depresión y hallar la felicidad, o algo así.
Lo que me hizo recordar un sucedido parecido hace ya
bastantes años, a consecuencia del cual escribí un pequeño cuento en 2008 que
cuelgo a continuación para que el improbable lector tenga unos minutos de
asueto. Como puede verse, simple anecdotario.
www.canaldeoración.com
Suena el teléfono. En la pantalla del inalámbrico
aparece: “identificación oculta”.
– ¿Diga...?
– ¿... ¿El hermano Mateo Cantueso, por favor? – se
oye a través del auricular. Se trata de una voz cantarina, un tanto untuosa,
como de alma en estado de gracia.
– Yo..., esto... ¿Pero, ¿quién llama? – Mateo Cantueso, dubitativo, no acaba de
entender. – Pero, oiga..., es que yo no
tengo hermanos.
– Todos somos hermanos en el Señor – replica la
voz, llena de cristiana convicción. Y añade:
– Le habla la hermana Catherina. De acuerdo con
la normativa vigente, esta conversación será grabada para su seguridad. Hermano
Matero ¿Ha oído hablar usted del Canal de Oración? ... ¿Dice que no? Con mucho
gusto le informo. Canal de Oración es una nueva forma de conectarse con el
Señor.
– Ya, pero es que yo ya tengo tarifa plana y no
me va mal – Replica Mateo, que está a punto de colgar.
Es inútil. Aquella voz, meliflua y convincente,
va desgranando todas las ventajas de suscribirse a la Nueva Iglesia
Telemática www.canaldeoracion.com.
Una iglesia de reciente fundación que está abriéndose paso en el mercado de la
salvación eterna. Fundada por un lobby de creyentes, con capital no
especulativo, procedente de donaciones privadas. Una forma distinta de conectarse con la Divinidad , sin
intermediarios, durante las 24 horas del día. 45 € al mes, IVA incluido y con
derecho a retroacción si, al cabo de tres meses, no está satisfecho del
producto.
– Es que, verá usted – intenta justificarse Mateo
– yo soy más o menos católico. Cosa de la costumbre... Usted me comprende ¿No?
– ¿Alguna vez ha pensado en la cantidad de
intermediarios que hay en la Iglesia Católica ? insinúa la voz de la hermana Catherina. Y
añade con tono admonitorio: – Piense,
piense usted.
Y Mateo lo piensa por unos instantes. Desde el
cura de su parroquia, hasta el Papa en el Vaticano, hay un montón de
jerarquías: párrocos, arciprestes, canónigos, obispos, arzobispos,
cardenales... Eso sin contar todos los curas, frailes y monjas repartidos por
el mundo; a los que hay que añadir catequistas, Damas del Ropero, cofradías,
beatas meapilas, devotos comesantos... Prácticamente, las plazas que la iglesia
católica tiene asignadas en el cielo ya están reservadas a su nombre. Nadie
garantiza a los fieles de a pie que puedan conseguir una, y pensar en la
reventa es tontería, siendo un producto tan solicitado.
– ¿Lo ve usted? – le dice la hermana Catherina,
convincente.
Como quien tira suavemente del sedal para que el
pez no escape, la hermana Catherina va desgranando las ventajas de Canal de
Oración:
– Hilo director con la Divinidad , sin
intermediarios, a cualquier hora del día o de la noche. Es suficiente entrar
en www.canaldeoracion.com
para colmar sus necesidades espirituales. Acceso gratuito al Chat de
creyentes, donde podrá intercambiar oraciones, consejos espirituales y recetas
de cocina que estimulan el fervor religioso. En caso de avería, o desconexión
fortuita, el servicio técnico, atendido por Pastores experimentados, mantendrá
su contacto espiritual a través de un teléfono gratuito hasta la reparación.
– Bueno... El caso es que casi me ha convencido –
dice Matero con un asomo de duda. – Déjeme usted que me lo piense unos días...
– Le advierto que quedan pocas plazas libres en
el Paraíso – dice la hermana Catherina. –
Con tantas Iglesias y religiones como hay por el mundo, la competencia
es tremenda. El valor especulativo de las parcelas celestiales está creciendo
exponencialmente. No se lo piense
demasiado, es una oportunidad única de la que nunca se arrepentirá. Además –
remacha la hermana Catherina – es una oferta limita de lanzamiento. La semana
que viene cobraremos un canon de 100 € al hacer la conexión.
Mateo Cantueso cuelga y recapacita. “Vamos a ver
qué dice la competencia – piensa – A lo mejor, con tanta concurrencia, están de
rebajas y me ahorro unos euros. Además, más vale lo malo conocido...” Entra en
el Google y busca una dirección. Luego, coge el inalámbrico y marca un número
de teléfono:
– Oiga...
¿Es el Arzobispado? ¿Les quedan ofertas para ir al cielo?
Oc
ResponderEliminarOka, que el humor sano te acompañe siempre, hermano J.J, gracias por hacerme pasar un buen rato
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