Sin acritú, es lo que solía decir aquel Felipe González de
cuando era la esperanza blanca de la izquierda española; aquella izquierda que se afanaba en ventilar el país y sacudir las
telarañas franquistas, mientras el compañero Felipe nos iba habituando - una autopista por aquí, un AVE
por allá - a creernos ciudadanos europeos. Y fue aquella época cuando el compañero Felipe hizo una gira por la China ex
Mao, y allí aprendió que no importa de qué color sea el gato (azul, o rojo),
siempre que cace ratones. Y fue por entonces, sin acritú, cuando descubrió que unas pinceladas de socialdemocracia
para endulzar la píldora del sistema neocapitalista, eran como un
paracetamol cuando tienes gripe: te quita los síntomas y te sientes fresco como
una rosa del PSOE. La gripe sigue ahí, pero casi no se nota.
Sin acritú, pero con pasmo, este jubilata ve lo de
la política actual del cotarro patrio. Pero lo del pasmo, al jubilata le viene
no a causa de la irremediable artrosis neuronal, que todavía no está en edad de
ello. Le viene de que las cosas de la polis están enrevesadas con la debida
confusión para que el ciudadano no sepa si só o si arre; si vota o se abstiene;
si a quién y por qué. No sabe si tragarse la decepción una vez más y hacer como
que no te has dado cuenta. O si creer que del caos acaba naciendo el orden. O,
más bien, se trata de a río revuelto ganancia de pescadores y tonto el último.
Dicen que allí donde se cierra una puerta, se abre
una ventana; que cada fracaso oculta una nueva oportunidad. En estos tiempos
confusos a propósito y no por disposición del hado caprichoso, hace días se nos
ha cerrado la puerta del acuerdo entre PSOE y Podemos (Unidas), dejando a los
votantes levógiros con la miel en los labios y los ojos bisojos de tanto perseguir
la bolita dentro del cubilete del trilero.
Pero, según parece, se nos ha
abierto, como por arte de birlibirloque, la ventana del Más País, ayer Más
Madrid, mañana dios dirá, y todos los deprimidos del voto progre han recibido
su pentecostés y se deshacen en lenguas del renacido redentor barbilampiño. Lo
que aún no sabemos es a qué altura de piso nos han puesto la ventana salvadora
por la cual nos lanzaremos en busca de la tierra prometida donde mana leche y
miel de la progresía ecologista. Esa progresía adicta al “me gusta” salvador del planeta, al
twitter cabreado con los poderes fácticos, y a las redes sociales en general. Campos
de batalla virtuales en los que cada cual pelea cómodamente desde su smartphone
sin sudar la camiseta del compromiso a pie de calle.
Sin acritú, pero con despego, este jubilata observa
la manada de líderes que se reparten los rebaños ideológicos según colores:
morado, rojo (desvaído), naranja, azul, verde…; arcoíris cuajado de banderitas
tremolando sobre la charca embarrada de la cosa pública, a modo de cimbeles que
atraigan el voto indeciso de tanto desnortado como ha dejado el último
rifirrafe entre morados (Unidas) y sociatas (desvaídos). Solo nos falta saber
qué colorín pondrán en la enseña del Más País para que acudamos ilusionados,
agitando la papela del voto y cantando lo de Mírala, mírala: … mis pasos se
pierden entre tanta gente, busco una puerta, una salida donde convivan pasado y
presente. Y ahí está, ahí está, viendo pasar el tiempo…
Pero la Puerta de
Alcalá sigue con indiferencia pétrea los avatares de la política. Y aunque cerraron la
puerta, la otra, la del entendimiento, a un gobierno de coalición de izquierdas (para no sufrir pesadillas
nocturnas), el mocito con cara de niño abrió la ventana de la esperanza errejonista. Está por ver si asomarnos nos
dará vértigo de pura ilusión que nos hace. Si, los dioses no lo quieran, hay
batacazo, será uno más, que a todo se acostumbra uno. Después de todo, el
colegio electoral es un viacrucis donde el ciudadano se mortifica las veces que
haga falta.
Pero no se preocupe el improbable lector, no hay
acrimonia en las divagaciones del jubilata, ni dedo acusador. No se amarga ni
acusa quien da por cierta una sociedad liliputiense donde el gigante es un
tentetieso que aguanta los envites, promete, ilusiona al respetable y, a bandazos
ideológicos va haciéndose un hueco en el aprisco de la cosa pública. Hay
pesebre para todos. Lo que no sabemos es si habrá votos suficientes para
alimentar tantas bocas.
Sin acritú, oiga.
Sustine et abstine.
ResponderEliminarO sea, aguántala y abstente.
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