jueves, 3 de octubre de 2019

Divagaciones sin "acritú".-

Sin acritú, es lo que solía decir aquel Felipe González de cuando era la esperanza blanca de la izquierda española; aquella izquierda que se afanaba en  ventilar el país y sacudir las telarañas franquistas, mientras el compañero Felipe nos iba habituando - una autopista por aquí, un AVE por allá - a creernos ciudadanos europeos. Y fue aquella época cuando el compañero Felipe hizo una gira por la China ex Mao, y allí aprendió que no importa de qué color sea el gato (azul, o rojo), siempre que cace ratones. Y fue por entonces, sin acritú, cuando descubrió que unas pinceladas de socialdemocracia para endulzar la píldora del sistema neocapitalista, eran como un paracetamol cuando tienes gripe: te quita los síntomas y te sientes fresco como una rosa del PSOE. La gripe sigue ahí, pero casi no se nota.

Sin acritú, pero con pasmo, este jubilata ve lo de la política actual del cotarro patrio. Pero lo del pasmo, al jubilata le viene no a causa de la irremediable artrosis neuronal, que todavía no está en edad de ello. Le viene de que las cosas de la polis están enrevesadas con la debida confusión para que el ciudadano no sepa si só o si arre; si vota o se abstiene; si a quién y por qué. No sabe si tragarse la decepción una vez más y hacer como que no te has dado cuenta. O si creer que del caos acaba naciendo el orden. O, más bien, se trata de a río revuelto ganancia de pescadores y tonto el último.

Dicen que allí donde se cierra una puerta, se abre una ventana; que cada fracaso oculta una nueva oportunidad. En estos tiempos confusos a propósito y no por disposición del hado caprichoso, hace días se nos ha cerrado la puerta del acuerdo entre PSOE y Podemos (Unidas), dejando a los votantes levógiros con la miel en los labios y los ojos bisojos de tanto perseguir la bolita dentro del cubilete del trilero.

Pero, según parece, se nos ha abierto, como por arte de birlibirloque, la ventana del Más País, ayer Más Madrid, mañana dios dirá, y todos los deprimidos del voto progre han recibido su pentecostés y se deshacen en lenguas del renacido redentor barbilampiño. Lo que aún no sabemos es a qué altura de piso nos han puesto la ventana salvadora por la cual nos lanzaremos en busca de la tierra prometida donde mana leche y miel de la progresía ecologista. Esa progresía adicta al “me gusta” salvador del planeta, al twitter cabreado con los poderes fácticos, y a las redes sociales en general. Campos de batalla virtuales en los que cada cual pelea cómodamente desde su smartphone sin sudar la camiseta del compromiso a pie de calle.

Sin acritú, pero con despego, este jubilata observa la manada de líderes que se reparten los rebaños ideológicos según colores: morado, rojo (desvaído), naranja, azul, verde…; arcoíris cuajado de banderitas tremolando sobre la charca embarrada de la cosa pública, a modo de cimbeles que atraigan el voto indeciso de tanto desnortado como ha dejado el último rifirrafe entre morados (Unidas) y sociatas (desvaídos). Solo nos falta saber qué colorín pondrán en la enseña del Más País para que acudamos ilusionados, agitando la papela del voto y cantando lo de Mírala, mírala: … mis pasos se pierden entre tanta gente, busco una puerta, una salida donde convivan pasado y presente. Y ahí está, ahí está, viendo pasar el tiempo… 

Pero la Puerta de Alcalá sigue con indiferencia pétrea los avatares de la política. Y aunque cerraron la puerta, la otra, la del entendimiento, a un gobierno de coalición de izquierdas (para no sufrir pesadillas nocturnas), el mocito con cara de niño abrió la ventana de la esperanza errejonista. Está por ver si asomarnos nos dará vértigo de pura ilusión que nos hace. Si, los dioses no lo quieran, hay batacazo, será uno más, que a todo se acostumbra uno. Después de todo, el colegio electoral es un viacrucis donde el ciudadano se mortifica las veces que haga falta.

Pero no se preocupe el improbable lector, no hay acrimonia en las divagaciones del jubilata, ni dedo acusador. No se amarga ni acusa quien da por cierta una sociedad liliputiense donde el gigante es un tentetieso que aguanta los envites, promete, ilusiona al respetable y, a bandazos ideológicos va haciéndose un hueco en el aprisco de la cosa pública. Hay pesebre para todos. Lo que no sabemos es si habrá votos suficientes para alimentar tantas bocas.

Sin acritú, oiga.  

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