domingo, 20 de octubre de 2019

Canal de oración.-


Improbable y siempre amigo lector: había pensado escribir sobre el disparate catalán que estamos viviendo, esa fuente de preocupaciones que nos tiene en un sinvivir a causa de la obcecación política, pero he optado por la intrascendencia. No es por negar la preocupante realidad que nos toca vivir, es por manifestar un pequeño gesto de rebeldía como individuo frente a una realidad que nos imponen como a masa inerte, sin darnos opción a cambiarla.
Por eso, dejo escrita esta nonada que, si tienes a bien, puedes leer:

El caso es que, a veces, hay algunos episodios de la vida que se repiten. Son como pequeños fogonazos que iluminan algún recuerdo olvidado en el fondo de la memoria, y que aparece como una premonición del pasado. Es lo que los franceses llaman déjà vu, mientras que por estas tierras lo que quieren dárselas de interesantes dicen: “He tenido un deyavú”, como quien dice he tenido una revelación, y se quedan tan anchos.

Y no suelen ser hechos trascendentes, sino simples sucedidos que un día te llamaron la atención. Por lo menos así suele ser en el pequeño mundo del jubilata. Ya se sabe, los que estamos en edad provecta ya no vivimos de categorías, sino de anecdotario. Como el abuelo Cebolleta de cuando leíamos el TBO siendo niños en los tiempos hambrientos y gloriosos de montañas nevadas, banderas al viento, que cantábamos en la escuela pública.

A lo que importa: Como nos ocurrió la otra tarde. Veníamos la santa y yo de dar el habitual paseo por los aledaños del barrio, cuando se nos acercó un individuo y me puso una octavilla con colorines en la mano. “Comida china”, pensé. El papel traía mucha letra apretada y supuse que era la lista de chopsuey, tres delicias, y cerdo agridulce habituales de esos menús. Pero no. Quien nos dio el papelito tenía cara mística y untuosidad religiosa. Algo murmuró a modo de jaculatoria, y se alejó. Eché un vistazo curioso: proponía una cadena de oración y encuentros con Dios para superar la depresión y hallar la felicidad, o algo así.

Lo que me hizo recordar un sucedido parecido hace ya bastantes años, a consecuencia del cual escribí un pequeño cuento en 2008 que cuelgo a continuación para que el improbable lector tenga unos minutos de asueto. Como puede verse, simple anecdotario.

www.canaldeoración.com
Suena el teléfono. En la pantalla del inalámbrico aparece: “identificación oculta”.
– ¿Diga...?
– ¿... ¿El hermano Mateo Cantueso, por favor? – se oye a través del auricular. Se trata de una voz cantarina, un tanto untuosa, como de alma en estado de gracia.
– Yo..., esto... ¿Pero, ¿quién llama? –  Mateo Cantueso, dubitativo, no acaba de entender. –  Pero, oiga..., es que yo no tengo hermanos.
– Todos somos hermanos en el Señor – replica la voz, llena de cristiana convicción. Y añade:
– Le habla la hermana Catherina. De acuerdo con la normativa vigente, esta conversación será grabada para su seguridad. Hermano Matero ¿Ha oído hablar usted del Canal de Oración? ... ¿Dice que no? Con mucho gusto le informo. Canal de Oración es una nueva forma de conectarse con el Señor.
– Ya, pero es que yo ya tengo tarifa plana y no me va mal – Replica Mateo, que está a punto de colgar.
Es inútil. Aquella voz, meliflua y convincente, va desgranando todas las ventajas de suscribirse a la Nueva Iglesia Telemática www.canaldeoracion.com. Una iglesia de reciente fundación que está abriéndose paso en el mercado de la salvación eterna. Fundada por un lobby de creyentes, con capital no especulativo, procedente de donaciones privadas.  Una forma distinta de conectarse con la Divinidad, sin intermediarios, durante las 24 horas del día. 45 € al mes, IVA incluido y con derecho a retroacción si, al cabo de tres meses, no está satisfecho del producto.
– Es que, verá usted – intenta justificarse Mateo – yo soy más o menos católico. Cosa de la costumbre... Usted me comprende ¿No?
– ¿Alguna vez ha pensado en la cantidad de intermediarios que hay en la Iglesia Católica?   insinúa la voz de la hermana Catherina. Y añade con tono admonitorio:  – Piense, piense usted.
Y Mateo lo piensa por unos instantes. Desde el cura de su parroquia, hasta el Papa en el Vaticano, hay un montón de jerarquías: párrocos, arciprestes, canónigos, obispos, arzobispos, cardenales... Eso sin contar todos los curas, frailes y monjas repartidos por el mundo; a los que hay que añadir catequistas, Damas del Ropero, cofradías, beatas meapilas, devotos comesantos... Prácticamente, las plazas que la iglesia católica tiene asignadas en el cielo ya están reservadas a su nombre. Nadie garantiza a los fieles de a pie que puedan conseguir una, y pensar en la reventa es tontería, siendo un producto tan solicitado.
– ¿Lo ve usted? – le dice la hermana Catherina, convincente.
Como quien tira suavemente del sedal para que el pez no escape, la hermana Catherina va desgranando las ventajas de Canal de Oración:
– Hilo director con la Divinidad, sin intermediarios, a cualquier hora del día o de la noche. Es suficiente entrar en  www.canaldeoracion.com para colmar sus necesidades espirituales. Acceso gratuito al Chat de creyentes, donde podrá intercambiar oraciones, consejos espirituales y recetas de cocina que estimulan el fervor religioso. En caso de avería, o desconexión fortuita, el servicio técnico, atendido por Pastores experimentados, mantendrá su contacto espiritual a través de un teléfono gratuito hasta la reparación.
– Bueno... El caso es que casi me ha convencido – dice Matero con un asomo de duda. – Déjeme usted que me lo piense unos días...
– Le advierto que quedan pocas plazas libres en el Paraíso – dice la hermana Catherina. –  Con tantas Iglesias y religiones como hay por el mundo, la competencia es tremenda. El valor especulativo de las parcelas celestiales está creciendo exponencialmente.  No se lo piense demasiado, es una oportunidad única de la que nunca se arrepentirá. Además – remacha la hermana Catherina – es una oferta limita de lanzamiento. La semana que viene cobraremos un canon de 100 € al hacer la conexión.
Mateo Cantueso cuelga y recapacita. “Vamos a ver qué dice la competencia – piensa – A lo mejor, con tanta concurrencia, están de rebajas y me ahorro unos euros. Además, más vale lo malo conocido...” Entra en el Google y busca una dirección. Luego, coge el inalámbrico y marca un número de teléfono:
– Oiga...  ¿Es el Arzobispado? ¿Les quedan ofertas para ir al cielo?

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