Salimos del aparcamiento del puerto de Navacerrada, fuimos hacia el Escaparate y tomamos la loma junto a las pistas de esquí para llegar al pico del Telégrafo. Apenas alcanza éste los 1.975 metros y es de muy fácil acceso. Su nombre le viene de que aquí había una torre del telégrafo óptico que formaba parte de la red de telégrafos que comunicaban los Reales Sitios. Esa torre corresponde a la línea Madrid – San Ildefonso (montada en 1832), con dos estaciones intermedias, una en Hoyo de Manzanares y la otra aquí en Navacerrada, en el cerro del Telégrafo.
Posteriormente, en 1846, esta red sirvió de base para un proyecto más ambicioso con 52 torres: la red que unía la capital del reino con San Sebastián, pasando por Valladolid, Burgos, Miranda y Vitoria. Eran tiempos de las guerras carlistas y cumplía una función militar.
De aquella torre de señales no queda ni vestigio. Se ve que por sustituir una técnica de comunicación tan rudimentaria por otra de acreditada longevidad, en lo alto de las rocas próximas han puesto una imagen religiosa que otea los pasos del desapercibido montañero, a quien nadie le ha preguntado por sus creencias. Si le
Recorridos los picos y, después de corretear por los altos riscos, bajamos hacia el collado Ventoso, lo atravesamos y subimos al cerro del mismo nombre para bajar al puerto de la Fuenfría. Desde allí, por la calzada romana, hasta casa Cirilo, donde nos esperaba el autobús. Al pasar por el puente del Descalzo hice una foto al bonito tejo que crece en el arroyo, al pie del propio puente. La dejo aquí, ilustrando este texto.
Más contento que unas pascuas, bien oxigenado, y con ganas de una ducha calentita, regreso a casa y ya estoy pensando en la próxima salida: una marcha de senderismo que nos llevará por tierras de Patones y el embalse del Atazar.