sábado, 10 de noviembre de 2012

¿Dónde va el asno?


Antes de que el improbable lector me lo eche en cara, confesaré que el título no es mío. Es de Le Monde diplomatique: Où va cet âne?, y lo he tomado prestado porque hasta de un burro se puede sacar una enseñanza.

¿Qué hace un asno sobre una barca, en medio del mar? No hay más que mirarle la cara al animalito: no tiene ni puñetera idea. Lo han puesto allí, han soltado el barquichuelo en mitad de ninguna parte y el pobre jumento asiste perplejo y pasivo a su destino. ¿Podría ser ésta una imagen de nuestra sociedad? Este jubilata, también perplejo, no sabe la respuesta, pero se teme que sí, que somos un burro a la deriva.

A veces, la lectura de un artículo, si es enjundioso, a uno le obliga a hacerse preguntas que escapan a la vulgar lógica del pensamiento postmoderno y desestructurado que nos domina. Uno, que querría ser aprendiz de filósofo, ya que el caletre no le da para ser economista, se cuestiona ideas que no cotizan en bolsa. ¿Qué hace un burro, un país, un pueblo, en medio de una nada fluctuante, sin tomar una decisión sobre su propio destino? ¿Por qué coños se deja llevar mientras le desguazan logros como la educación pública y gratuita, o le roban para vender de saldo los hospitales públicos?

Uno mira la foto del burro embarcado y llega a la conclusión que éste no tiene más preocupación que mantenerse en pie sobre sus cuatro patas, mientras va a la deriva, dondequiera que le lleven las corrientes. Que esta sociedad no sea más que un asno en equilibrio provisional da que pensar. Preocupada por seguir de pie, no sabe hacia dónde va, ni quién la arrastra, ni por qué. Sobrevive y va tirando.

El artículo al que me he referido hace una contraposición de esta imagen de pasividad asnal con otra bien conocida: La balsa de la Medusa, de Géricault. Los náufragos, hacinados en la balsa, ya al borde de la inanición, tienen un atisbo de esperanza: acaban de divisar en lontananza a un barco que viene al rescate. La tragedia de estos náufragos derrocha energía y dinamismo y, lo que es más importante, esperanza. Van a alguna parte, su viaje tiene un objetivo: salvar la vida, llegar a puerto y pisar tierra firme.

Así que uno vuelve a preguntarse por qué el asno, la sociedad, no tiene una dirección hacia la que ir. Su destino es tan inseguro como las fluctuaciones de la prima de riesgo, el trabajo precario o las relaciones personales. Debe de ser por eso que Zygmunt Bauman dice que somos una sociedad líquida. Una sociedad sin asideros que nos den certezas en el mundo de las relaciones afectivas, en el mundo laboral, en la marcha de la economía o la política. Somos una sociedad a cuatro patas que deriva en un mar de inestabilidades, incapaz siquiera de rebuznar, no sea que con el esfuerzo el barquichuelo zozobre.

Si la imagen sirviese como paradigma de nuestra sociedad, casi, casi, aquélla le cuadraría mejor al gobierno que se supone dirigirla. Un gobierno que, afianzado sobre sus cuatro pezuñas, es incapaz de llevar a buen puerto la barquichuela de este país. Un borrico que, ni siquiera como el de la fábula de Samaniego, acierta a tocar la flauta, aunque sea por casualidad. Lo que sí hace, y muy bien, es rebuznar por sus muchas bocas. Sirvan de ejemplo las declaraciones de la ministra de Empleo, cuando dice –con ya más de 5 millones de parados– que la economía empieza a ir bien. O esas vacuidades ingeniosas de tertuliano avezado con que nos regala el ministro de Educación en cuanto le ponen un micrófono al alcance de la boca. Si al menos se pusieran un ronzal…

Quién sabe. A lo mejor, el burro termina tirándose al agua, alcanzando la orilla a nado y coceando a quienes lo embarcaron en semejante malaventura. Sería como la aventura asnil del Quijote: No en balde rebuznaron uno y otro alcalde…

1 comentario:

  1. La heducasión está enpesando a funsionar, dijo el Ministro de Heducación.

    Abrazo!!

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