Quizás el improbable lector ignore quién era don Cerebruno. No se inquiete por eso, nuestro conocimiento de la Historia está lleno de lagunas. De aquí a diez años – por poner un caso actual – habremos olvidado la existencia de un tal Rajoy y ese olvido no nos hará más ignorantes, aunque sí un poco más felices.
Don Cerebruno, aquitano y natural
de Poitiers, – puede creerme el lector bajo palabra – era personaje de más
enjundia. Fue el tercer obispo de Sigüenza allá entre 1156 y 1166 y dio
un gran impulso a la construcción de su catedral así como a las murallas
románicas que cercaban la
villa. Como aquellos no debían ser tiempos de austeridad para
todos y pasta en Suiza para cuatro, el señor obispo promocionó intramuros,
además, la construcción de la iglesia de San Vicente en la Travesaña Alta y la de Santiago en la calle Mayor , ambas con
hermosas portadas románicas.
Con lo dicho, ya le pongo al
lector sobre la pista: la santa y yo hemos pasado un par de días en Sigüenza y
hemos recorrido sus calles medievales, su alameda neoclasicista junto al río
Henares, su barrio barroco donde se alojaban los niños cantores de la catedral. Hemos
contemplado, desde el Mirador de la Ronda – del otro lado del arroyo del
Vadillo –, el paseo de ronda que sigue la línea del lienzo oriental de la
muralla, con las puertas del Sol y del Toril. Este muro discurre entre el
castillo cimero (antigua alcazaba musulmana, luego palacio episcopal, actualmente Parador Nacional) y la catedral.
Un poco
frikis de las piedras con historia, pocas hemos dejado que escapasen a nuestra
curiosidad. Incluso bajamos a Nª Srª de las Huertas por asomarnos a una
necrópolis que se supone de los primeros pobladores cristianos tras la toma de
la villa en 1124, y, por encima de los enterramientos, los restos de una
calzada romana.
Pero, cuando se habla de esta ciudad levítica y señorial de Sigüenza, inmediatamente todo el mundo piensa en el célebre Doncel, enterrado
en la capilla de los Vázquez de Arce. La tradición lo llama “doncel” quizás por
su apostura y juventud, pero no hay tal. Al hombre poca doncellez debía
quedarle ya, pues, a sus 25 años, cuando murió en 1486, era hombre casado y con
un hijo. Según la historia, murió en la vega de Granada, luchando contra la
morisma, y trasladaron sus restos a Sigüenza, de donde era natural su familia.
Visto tan rico enterramiento
donde yace, bien puede aplicársele lo que el Don Juan de Zorrilla comentaba con
sorna ante la tumba del Comendador: “No os podéis quejar de mi / aquellos a quienes maté/ Si
buena vida os quité, / mejor sepultura os di”. Para ser sinceros, por ningún
hecho de armas o de letras se le recordaría si no fuera por aquel monumento
funerario tan rico. No solo rico por la labra y los materiales nobles de que
está hecho, sino porque testimonia un cambio de actitud cultural: es un
caballero armado con todos sus arreos militares, pero no es un yaciente
medieval aferrado a su mandoble, sino un hombre culto, recostado y absorto en la lectura de un libro. Es un hombre
del Renacimiento que aúna armas y letras en su persona, un espíritu refinado.
Habrá que esperar un par de
siglos para que Don Quijote, éste sí caballero famoso por sus hechos, haga el
parangón entre armas y letras en un discurso memorable. Pero es historia que va
por otros derroteros. Quítesenme delante
los que dijeren que las letras hacen ventaja a las armas…, aseguraba el
hidalgo en oficio de caballero andante, pero nosotros ya no estábamos allí para
oírselo decir porque nos habíamos ido a Palazuelos.
Palazuelos es un pueblo a 7 kilómetros de
Sigüenza y camino de Atienza. Es un lugar muy digno de visitar porque tiene una
muralla de dos kilómetros de perímetro y un castillo, mandados levantar por don
Iñigo López de Mendoza, primer marqués de Santillana. Precisamente ese que en mis tiempos bachilleres quería beneficiarse a la vaquera de la Finojosa, a
la moça de Loçoyuela y cuantas zagalas le salían al paso, aparte de componer sonetos
fechos al itálico modo.
Esta villa, actualmente con 25
habitantes, tiene unas cuantas cosas interesantes para dedicarle toda una
mañana: un pequeño museo, una tradición aún viva, una fuente de siete caños, y más
cosas, pero uno no se puede alargar en mayores informaciones. En la calle San Roque, Anselmo del Olmo ha
ido recogiendo herramientas y objetos de forja que ha reunido en un pequeño
museo del Herraje. Hombre amable por demás, nos enseña la colección, explica la
utilidad de algunas herramientas y agradece al visitante que deje un comentario
en el libro de visitas.
Además, nos cuenta la tradición
que los vecinos mantienen viva en el pueblo: la quema del boto. La tradición quiere que la peste, declarada en el S. XVI, no atravesó sus murallas porque los vecinos se
encomendaron a san Roque.
En agradecimiento hicieron el voto de quemar un boto. Es éste un recipiente hecho con la piel de una cabra, cubierto de pez en su interior, y que se usaban para trasportar el vino. La noche del 15 al 16 de agosto (la que va de la Virgen a San Roque), se cuelga sobre la puerta de la muralla y se le prende fuego. La Asociación Cultural la Quema del Boto sigue cumpliendo el rito. El problema, nos contó don Anselmo, es
que ya no hay botos, y los que aún hacen algunos artesanos en Burgos, salen muy caros.
En agradecimiento hicieron el voto de quemar un boto. Es éste un recipiente hecho con la piel de una cabra, cubierto de pez en su interior, y que se usaban para trasportar el vino. La noche del 15 al 16 de agosto (la que va de la Virgen a San Roque), se cuelga sobre la puerta de la muralla y se le prende fuego. L
Lo de la fuente de los siete
caños es un ejemplo vivo de aprovechamiento de recursos naturales. Servía para
suministrar agua a los vecinos y para abrevadero del ganado. De allí el agua llegaba al
lavadero extramuros y, por una acequia, hasta las huertas, para el riego. Lo que en jerigonza actual llamaríamos optimización de recursos hídricos. En sus tiempos, simplemente, una forma
inteligente de dar utilidad al manantial que alimenta la fuente.
Lo dicho: siempre que entro por aquí aprendo algo nuevo.
ResponderEliminarSaludos!!
Muchas gracias D. Juan José Aguirre.
ResponderEliminarAnselmo del Olmo
D. Juan Jose Aguirre,
ResponderEliminarLe agradezco mucho la publicación en su blogspot de las referencias a mi persona y a Palazuelos en general.
Si es posible, una pequeña rectificación, la Asociación que realiza el rito homenaje a San Roque es la ASOCIACIÓN CULTURAL LA QUEMA DEL BOTO.
Por lo demás, todo estupendo. Mi felicitación por este y todos sus artículos. Cuente conmigo como asiduo lector.
Muchas gracias a Uds. ambos, que han tenido la gentileza de visitar el pequeño pueblo amurallado de Palazuelos y mi humilde exposición de piezas del herraje.
Saludos cordiales
Anselmo del Olmo
Gracias. don Anselmo. Hago la corrección que me pide y agradezco su interés por esta bitácora donde voy dejando constancia de caminos y experiencias.
EliminarUn abrazo, J.J. Aguirre