¿Alguna vez el improbable lector
se ha preguntado cuánto vale? Mejor dicho, ¿en cuanto le valoran las
instituciones, los bancos, los empresarios, las grandes cadenas de
distribución? Lo habitual es pensar que
a uno la sociedad lo valora por lo que tiene, como aquella copla de Estrellita
de Palma que se oía por la radio en mi lejana infancia: Tanto tienes, tanto vales…, conviene más un marqués que tenga
caudales…etc.
Pero no es eso lo que a este jubilata le está
preocupando. Con ello ya contamos. Cuanto más lujoso es tu coche, el barrio en
el que vives, las marcas de ropa que
vistes, más valorado eres. Cuanto mayor es tu status social, laboral, cultural,
tanto más vales. El mundo es “ansí”,
decía una novela de Pío Baroja, y no parece que aquél haya cambiado demasiado
en cuanto a la apreciación que tiene de cada uno de los individuos que lo
componen.
Lo que a este jubilata le llama
la atención, y no sabe bien cómo explicarlo, es cuánto vale para el banco donde
tiene sus ahorros. Y no ya que esta valoración dependa de los dineros que tiene
depositados en la entidad, sino, rizando el rizo ¿cuánto vales muerto para el
banco? Al improbable lector le parecerá una pregunta rara, pero no es tan
absurda como pudiera imaginarse a primera vista.
Para que quien tenga la
curiosidad de seguir leyendo, se haga una idea, vea lo que sigue: Según
Ibercaja Banco, a día 20 de mayo de 2013, un servidor, si se muriese hoy, o de
aquí al próximo 20 de junio, vale 319,29 euros del alma. Es esa la diferencia
entre el último ingreso de 100 euros al capital acumulado en una cartilla de
“seguro de ahorro previsión” a fecha 20 de mayo, y el capital por
fallecimiento. Si la defunción se produjese dentro de los treinta días a partir del 20 de junio, mi
valor como difunto aumentaría en 9 euros. Y así sucesivamente; por cada mes más
que viva, mi valor cadavérico –
digámoslo tal que así – se va incrementando en 9
euritos devaluados. Eso contando desde el 20 de marzo de 2009, cuando deposité
mis primeros 100 euros. O sea, en cuatro años mi valor de defunción cotiza 319,29.
Todavía no he echado la cuenta –
con las prisas por escribir esto me he olvidado de ese pequeño detalle – de
cuántos centenares de años debería seguir estando vivo para que Ibercaja Vida
S.A. considerase que mi fallecimiento vale lo que el señor Bárcenas tiene
depositado en los bancos suizos. Así a ojo, han de pasar algunos siglos y, la
verdad, no sé si merece la pena aplazar mi defunción tanto tiempo solo por ser
dueño de un cadáver personal e intransferible multimillonario. En lo que este jubilata lleva vivido, ya ha pasado por dos grandes depresiones económicas (más
los inherentes ciclos depresivos intermedios de baja intensidad) y, visto lo
visto, no está muy interesado en pasar por una tercera, y menos con el ganado
que nos gobierna o similares en el futuro.
En un ejercicio de realismo, este
jubilata ha de reconocer que como difunto no vale gran cosa. Poco más de 300
euros. Vivo, al menos, lo cotizan en algo más de cuatro veces ese valor, lo que no es gran
cosa, pero sirve para ir aplazando el sepelio algunos años más a la espera de
la lenta revalorización funeraria.
Pero lo que más le duele a uno no
es el poco aprecio económico que hace el banco de sus restos mortales – 9 euros
mensuales, francamente, son una mierda –, sino de la poca consideración que le
tienen en vida. ¿Con qué estado de ánimo va uno a encarar el resto de su vida
sabiendo que con cuatro putos duros le van a despachar a la otra?
Es que se ha confundido de banco. Un poco más abajo le hubieran valorado en 1,23 euros más. Usted es el único responsable de que le valoren tan poco. Y perdone la crudeza de esta afirmación.
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