Inscripción del mosaico de la Casa de Hippolytus |
A veces, el jubilata se levanta
de la cama, pone en marcha sus articulaciones artríticas, comprueba que las
averías de ayer son las mismas de hoy y, con ese optimismo que da la edad, confía
que sigan siendo las mismas de mañana durante muchos mañanas más. Comprobado el
razonable funcionamiento de la máquina corporal, empieza a activar las
neuronas. Con satisfacción, comprueba que también éstas mantienen una actividad
razonablemente eficaz. Hecha la inspección rutinaria, ya puede ir al servicio, deslegañar
el ojo somnoliento, preparar el café del desayuno y dedicarse a sus quehaceres.
El jubilata cree – con la misma
fe que otros ponen en la Biblia – en la máxima latina mens sana in corpore sano,
que podrían traducirse, para uso propio, en una razonable curiosidad
intelectual y un cuerpo con los achaques absolutamente imprescindibles. Para
cultivar lo de la mens, y dentro de
los cursos UNED Senior, prepara una bolsa con libreta y boli, una botella de
agua y una gorra para el sol, y se va a Alcalá de Henares a visitar el
yacimiento arqueológico de la antigua Complutum , junto a la antigua vía
Carpetana, al pie del cerro del Viso. Fue esta ciudad fundada unos 100 años
antes de nuestra era y, en tiempos de Augusto, fue una colonia donde se
asentaron los veteranos de guerra.
Es curioso el afán de pervivencia
de los asentamientos humanos, ya que la primera localización de un poblado
carpetano (Combouto) hay que situarlo en lo alto del cerro del Viso. La
conquista romana obligó a los carpetanos a bajar al llano y cambiar sus
costumbres belicosas por las agrícolas. Sobre este emplazamiento junto al
Henares, se estableció el municipio romano en tiempos republicanos. Los
visigodos también se asentaron aquí y quedan restos de una necrópolis. Tras la
invasión árabe, se construyó una alcazaba sobre el cerro para, definitivamente,
bajar otra vez al llano con la reconquista, desplazándose el antiguo
asentamiento hacia la actual ubicación de Alcalá, donde había una ermita
dedicada a los niños Justo y Pastor, martirizados en tiempos de Diocleciano, según cuenta la historia piadosa.
Maqueta de la Casa de Hippolytus |
Como en asuntos de arqueología un
servidor está en niveles medianejos, no hará una descripción del lugar. Mejor
si el improbable lector entra en Internet y ve una reproducción en 3D de la
vieja ciudad romana. Aprenderá más. Lo que sí contaré al improbable lector es
lo interesante que resulta la visita a la Casa de Hyppolitus. Es ésta una villa
suburbana utilizada como colegio de jóvenes pertenecientes a la clase dirigente
de los decuriones de Complutum; algo así, visto con ojos actuales, como un
colegio para niños pijos, donde se formaba a las élites municipales. Una
institución educativa que podría parecerse a lo que pretende el ministro Wert
con la nueva ley de educación: la educación es cosa de ricos.
Escena marina |
Antes que nada, hay que decir que
la Casa de Hippolytus, realmente, pertenecía a la rica familia de los Annios, y
que el nombre lo recibe del artista que construyó el gran mosaico que ocupa la
zona central del edificio, un distribuidor desde el que se accedía al resto de
las dependencias. Allí, el artista dejó constancia de su buen hacer con una
gran cartela donde puede leerse: ANNIORUM HIPPOLYTUS TESSELLAV (IT): Hipólito lo pavimentó para los
Annios.
Que un artista haga trabajos
lujosos para ricos no tiene nada de especial; lo que sí lo tiene es que aquél
montó un gran mosaico donde puede verse una escena marina absolutamente
impensable en este secarral alcarreño, tan alejado del mar Mediterráneo, en el
que se inspira. Los arqueólogos dicen que estos artistas musivarios eran
profesionales ambulantes, como aquellos célebres canteros medievales que
levantaron las grandes catedrales, y que plasmaban programas iconográficos
llegados de tan lejanos, como en este caso, correspondientes al norte de
África.
Puede verse aquí representada la piscifauna mediterránea, con esa
obsesión que en historia del arte se llama horror
vacui. No hay espacios en blanco y toda la superficie está cubierta con
ejemplares de peces que abundaban en el mare nostrum en aquellos tiempos. Tres
angelotes, erotes es el nombre que se
les da, lanzan la red desde una barquichuela, en una escena amable, de puro
entretenimiento, donde el afán de la pesca no es más que una excusa para
embellecer una casa de lujo y servir de goce estético a sus moradores.
Tiene el lugar unas termas con
una piscina polilobulada, un jardin al estilo griego, con varias exedras donde
se impartían lecciones al aire libre, una letrina comunitaria… Lo de la letrina
compartida es cosa que choca actualmente, pero si uno ha visitado la antigua
ciudad helenística de Éfeso, en la costa turca, verá que las costumbres
sociales – por rarunas que nos parezcan actualmente – eran similares a ambos
extremos del Mediterráneo. La sala cacatoria era lugar de encuentro y
socialización de gente ociosa y bien situada socialmente, hasta el punto de que
había quien enviaba por delante a un esclavo a que ocupase uno de los
evacuatorios para guardarle el sitio y calentarle el asiento.
Un refinamiento
tal, lo de cagar y hacer tertulia a la vez, no se ha visto en los tiempos
actuales hasta la película de Buñuel, El
discreto encanto de la burguesía. Actualmente , lo de las tertulias abunda mucho en los medios de
comunicación, pero las defecaciones - que las hay - son mentales, lo que le quita mucha emoción al
asunto.
Ventisquero en Cabeza de Hierro Menor |
En cuanto a lo del corpore sano que decía al principio, ya
casi no queda espacio, pero diré que este sábado pasado el jubilata se fue a
hacer la Cuerda Larga
entre el puerto de Navacerrada y el de Morcuera, 20 k haciendo cumbres por
encima de los dos mil metros de altitud, y se le quedó el cuerpo como un reloj.
Los achaques artríticos no hicieron acto de presencia, aunque sí había un par
de rebaños de capra hispánica que nos observaban con curiosidad desde los
riscos.
Pero no era por nosotros, que ya están acostumbradas al trasiego
montañero, era por los bocadillos que llevábamos en el morral.
Subiendo a Bailanderos |
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