La de hoy ha sido una bonita marcha por la sierra de la Puebla, en
El puerto de la Puebla, a 1650
m de altitud, es un pequeño puerto bien conocido por los
montañeros madrileños. Desde aquí uno puede subir a la Peña de la Cabra o tomar
el sentido norte y girar al este para hacer toda la cuerda hasta la Tornera, y, quien esté dispuesto a alargar la caminata, hasta la Centenera.
Nuestro grupo, Senda Clara, inició la subida hacia un macizo rocoso de
nombre Gustarellano, 1770 m .,
para continuar, cuerda adelante, hasta el Porrejón, que está en la cota 1827.
Ésta es una marcha muy aérea, siempre cumbreando por las crestas, desde la que
pueden verse los Carpetanos, en este día cubiertos por las nieblas. A su
izquierda, el macizo nevado del Peñalara. Siguiendo con la vista la dirección
suroeste, podía verse la
Cuerda Larga y la Pedriza y la Cabrera. Y si uno
alarga su vista por el llano, se tropieza con el Cerro San Pedro, solitario y
enhiesto en medio de la llanura; más a su izquierda el bulto que forman las
cuatro torres de Madrid levantadas como homenaje al orgullo financiero de la
capital en ese momento previo a la burbuja del cemento. Del otro lado, mirando
a tierras de Guadalajara, el Cerrón, el Santuy y el Pico del Lobo. Extendiendo la vista hacia su derecha,
el macizo soberbio del Ocejón.
Del Porrejón, siempre caminando entre calizas, que los pliegues orográficos
levantaron hasta casi la verticalidad, el perfil de la sierra tiene, en la distancia, el aspecto
de cuchillas y dientes de sierra y forman un paisaje agreste y de gran belleza. Como esta
es una marcha que se parece mucho al movimiento de un tobogán, tan pronto
subimos algún pico como bajamos a algún collado, poniendo a prueba las piernas
de los montañeros.
Pues eso, que del Porrejón bajamos al collado de las Palomas para subir al siguiente pico, el Pinhierro y bajar, a continuación, al collado Llano. De aquí al Tornera, nuestro objetivo, que es la máxima altitud que alcanzaremos, a1864
m . Alcanzar este pico nos supuso un continuo baja y sube
por pequeñas crestas que parecían no tener fin, hasta coronar.
Pues eso, que del Porrejón bajamos al collado de las Palomas para subir al siguiente pico, el Pinhierro y bajar, a continuación, al collado Llano. De aquí al Tornera, nuestro objetivo, que es la máxima altitud que alcanzaremos, a
Pero las vistas desde el pico compensaban cualquier esfuerzo empleado en la subida. El día estaba
soleado y la profundidad de campo que alcanzaban nuestros ojos nos permitió
disfrutar de la vista de todos los macizos montañosos que he dicho. Por si
fuera poco, en la cumbre nos estaba esperando un rebaño de cabras, quienes nos
miraban con curiosidad mientras resoplábamos en los últimos metros. No hubo
confraternización. Ellas en sus riscos, nosotros junto al vértice geodésico.
Sabíamos que, en cuanto nos fuéramos de allí, una vez comido el bocadillo, se
acercarían a ver si se podían aprovechar de nuestras sobras. Solo que el montañero suele llevar un ecologista dentro de su mochila y no dejamos restos, como dicen que está
ocurriendo en el Everest, donde los desechos se amontonan por toneladas.
En el trayecto no nos ahorramos cruzar por pedreras y canchales, entre
calizas, cuarcitas y pizarras. Los prados de altura verdeaban y veíamos con
frecuencia ranúnculos, esas pequeñas flores de un amarillo intenso que van
tachonando la pradería.
De vez en cuando, jacintos silvestres. En las laderas
orientadas al medio día empezamos a ver grandes manchas de brezo en flor.
La cuerda de estos montes forma un arco tendido en sentido oeste-sur-este y
desde ella se aprecia que las laderas fueron repobladas por pino en terrazas,
de los que se ven grandes manchas. Habrá que bajar mucho hacia la población de
La Puebla de la Sierra para que el bosque autóctono de roble melojo se deje
ver. Por encima de éste, el bosque degradado ha dejado paso a las matas de
cantueso en flor, tomillo y jara pringosa.
Desde lo alto de la Tornera hasta Puebla de la Sierra hay una bajada a huevo con un
desnivel, así, a ojo, de unos 700 metros , por terreno irregular donde la
amortiguación de las rodillas se somete a una dura prueba. La mía derecha,
bastante artrítica, acusó el esfuerzo más de lo que a un servidor le hubiese
gustado.
Tuvimos un buen día de sol, vistas soberbias y buena compañía, ¿qué más se podía pedir en esta primavera que se resiste a dejar los flecos del invierno?
Tuvimos un buen día de sol, vistas soberbias y buena compañía, ¿qué más se podía pedir en esta primavera que se resiste a dejar los flecos del invierno?
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