“El Señor, en su infinita
sabiduría, creó a los humanos tontos del culo y gregarios”, eso es lo que
afirma alguien a quien conozco desde hace tiempo. Un servidor, la verdad, no
participa de ese optimismo trascendental que, así a primera vista, pudiera parecer
pesimismo antropológico: el hombre es necio y ovejuno por naturaleza, y,
encima, por voluntad divina.
Sepa el improbable lector, este
conocido mío es un creyente y un optimista sin redención posible, y cuando
habla de los humanos como seres adocenados y tontolculos (si puede decirse así)
por designio divino, da por sentado que es lo mejor que ha podido ocurrirle a
la humanidad para su supervivencia, manteniendo unos parámetros estándar de
felicidad colectiva. Porque de eso se trata, de que los seres humanos
participen de una dosis suficiente de necia felicidad como para no mandar al
carajo el equilibrio social.
El hombre me lo decía paseando
por el parque del Calero, entre la basura acumulada tras tantos días de huelga.
Diré en un inciso que solemos pasear por el parque del barrio en ejercicio de
nuestra condición de jubilatas desocupados y un tanto filosóficos. Comentábamos
lo de la huelga de barrenderos y la frase le salió así, sin pensarlo, al observar
una de esas bolsitas verdes con heces de perro que había al pie de una papelera
volcada.
Tomó como ejemplo el asunto de la
huelga para demostrarme que sólo el embotamiento, a nivel colectivo, de la
capacidad intelectiva y el instinto de rebaño humano permitían que una huelga de basuras inundase la
ciudad sin que las autoridades municipales movieran un dedo por buscar una
solución. Con resignación borreguil los habitantes de esta ciudad aceptábamos
la situación ante la ineptitud municipal.
En su opinión, en no menos de
tres días desde el comienzo de la huelga, todo ciudadano responsable debería
haberse dedicado a volcar contenedores, tirar papeleras y esparcir las basuras
domésticas por las aceras. Porque no tenía sentido que algo tan básico como la
higiene pública estuviese en manos de varias empresas privadas que, tras
quedarse con la contrata de limpiezas rozando la baja temeraria en su
licitación, pretendiesen ganar dinero a costa de los trabajadores y de los
ciudadanos que pagamos las tasas municipales. Si el ganglio colectivo no
estuviese embotado por designio de la divinidad y los cerebros individuales
funcionasen a un régimen normal de revoluciones, lo lógico hubiese sido
defender a quienes limpian nuestras basuras. Son ellos quienes mantienen en
estado razonablemente digno las calles de esta ciudad, no quienes hacen negocio
con la mierda colectiva.
Pero eso supondría un grave
desequilibrio del orden social establecido que afecta a los designios divinos.
Por eso, el gregarismo y el ejercicio de la inteligencia en niveles de mera
supervivencia hacen que los humanos segreguen un a modo de sedante encefálico que
les permite aceptar cualquier atropello de sus derechos más elementales. Y tal
cosa no se podría lograr al unísono entre tantos y tantos miles de personas a
menos que un designio superior así lo hubiese determinado desde la eternidad.
Su argumento, que solo esbozo de
modo sucinto, le sirvió para entrar en asuntos teológicos. Trataba de
demostrarme que la conjunción de asuntos aparentemente tan incongruentes como
una huelga de basuras, la codicia empresarial y la ineptitud de los gestores políticos
no son frutos del azar sin la prueba palpable de una voluntad superior que
mantiene a esta sociedad en un equilibrio precario, pero razonablemente
perfecto. Un servidor lo deja dicho aquí, pero en huertos teológicos no se mete.
No voy a defender los peinados de nadie, pero una foto según se atusa uno la melena puede ser poco significativa del diseño peluqueril que luce, como decimos acá.
ResponderEliminarSaludos.
Respecto a la basura por las calles, es una vergüenza con muchos más responsables de los que usted dice.