La verdad es que no sabría decir si
el barrio en que vivo es de bragueta fácil o más proclive que otros al regodeo
venal con las pupilas de Putifar. Lo que sí puedo asegurar es que, aparte las
basuras que el anémico servicio municipal de limpieza nos deja por las calles,
abundan como hongos unas octavillas donde se anuncia sexo mercenario a tanto la
hora.
Uno, a estas alturas de la
jubilación, no es que se sorprenda demasiado por la abundancia de oferta en eso
de los regodeos de la entrepierna, pero no deja de llamarle la atención hasta
qué punto la publicidad callejera está democratizando el mercado de la carne
pecadora. Basta salir con la bolsa de la compra, camino del mercado de Ventas,
y fijarse en los parabrisas de los coches. Allí, sujetos con las escobillas,
pueden verse unos papelitos fotocopiados en formato 10,5x7,5 cm donde suele
aparecer una fotografía en blanco y negro algo así como con redondeces abultadas. Si uno mira con atención, verá que esas redondeces suelen representar tetas (generalmente gordas) y culos
anónimos (también protuberantes), acompañados de textos promisorios de goces con hembras placenteras, números de teléfono y
listas de precios.
Igual, igual que las ofertas de
supermercado que te echan en el buzón,
pero sin colorines. Ahora que nos han inaugurado un Ahorra Más cerca de casa,
en las hojas volanderas de publicidad lo mismo puedes encontrarte ofertas de
carne de pollo a tanto el kilo que refocile con masaje incluido a partir de la media hora de servicios putañiles contratados; todo depende del folleto que cojas. Es lo que tiene el libre
mercado, que lo mismo te ofertan lubina salvaje a 9 € kilo que chicas de trato
complaciente a 20 € los 20 minutos. Todo es negocio y todo es bueno para
incrementar el PIB, a ver si de una vez este país sale de la puñetera crisis;
sobre todo desde que la prostitución cuenta a efecto de las cuentas macroeconómicas
del Estado.
Y hablando de prostitución, no solo
como aliviadero venéreo, sino sobre todo como fuente de riqueza y estabilidad
económica, y teniendo en cuenta que escribo esto el 6 de diciembre, día de la
Constitución, por extraña asociación de ideas se me solapan una y otra. ¿Qué
pueden tener en común ambas,
prostitución y constitución, aparte de la rima? ¡Ah!, ya caigo: el reformado artículo
135, que viene a ser como las tarifas que las devotas de Venus aplican a sus
clientes para que sus dineros queden bien gastados. También nuestros políticos,
rufianes de la cosa pública, prostituyeron el 26 de septiembre de 2011, - por razones bien fundadas, nos dijeron -, a esa moza nacida el 6 de diciembre de 1978. La
criatura estaba a punto de cumplir los 33 años y aún tenía las carnes
prietas y, si le pedían ese sacrificio los padres de la patria, ella se abriría
de piernas para el mercado internacional, ese ricachón que nos presta tanta
pasta.
Y vaya si lo hizo, y hasta parece
que le ha cogido gusto. Anda el paisanaje como puta por rastrojo, pero la prima
de riesgo no se alborota y eso es lo que importa: que el mercado internacional,
ese señor rijoso que tiene la pasta en
una mano mientras que con la otra tienta el género, se relaje después de cada
revolcón con la buscona necesitada de créditos para subsistir.
Los políticos que empujaron al
busconeo a la discreta Constitución (no tenía grandes prendas, pero era
decente) para convertirla en una pute
respectueusse, debieron pensar que también en la Biblia hay casos parecidos,
como el de Tamar y Judá o Judith y Holofernes, donde se muestra que si el fin
es provechoso, no hay que ponerse estrecho con los medios empleados.
Tamar se
prostituyó con su suegro Judá y le pidió prendas para no terminar lapidada por
mala praxis; Judith se prostituyó con el general enemigo Holofernes y le rebanó
el cuello. Ambas son heroínas bíblicas, ejemplos de ingenio y abnegación femenina; así, nuestra sufrida
constitución, que llevaba una vida anodina, una vez que le han desvirgado el
artículo 135, puede presumir que perdió la virginidad por una buena causa, ya que libró al pueblo
español de ser rescatado por las garras de oso de la madama Merkel.
Este jubilata, que votó con
reticencias la Constitución, pero la votó (era eso o el tardofranquismo hasta
la consumación de los siglos), todavía no lo tiene claro. No sabe si está ante
la criadita de pueblo a la que se benefició el señorito pinturero, o ante la
Gran Ramera de Babilonia de quien habla el Apocalipsis, o ante una madre de familia que
tuvo un desliz y no hay por qué reprochárselo eternamente.
Lo que sí queda claro
es que los proxenetas que la pusieron en tan malos
pasos no merecen nuestros votos. Nunca más.
Pero hombre, no tache los teléfonos, que siempre habrá alguien por ahí necesido que se lo hubiera agradecido... Lo del perro del hortelano parece... Está usted haciendo posiblemente un daño irreparable a la humanidad...
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