domingo, 18 de enero de 2015

De insomnio, ratas y cosas por el estilo.-

Dice la experiencia que cuando se llega a edad provecta el sueño se convierte en un bien escaso que va y viene a trompicones. Quizás no sea norma de obligado cumplimiento entre todos los que han pasado la barrera de la sesentena, pero en este jubilata los insomnios menudean tanto como las promesas de la casta política en campaña, cuando más empeñados están en amachambrarse un acta de diputado. Solo que las promesas son aire y van al aire, mientras que los insomnios se instalan por la noche en tu cabeza  y no te dejan plegar la pestaña.

En estos casos suele haber dos remedios bastante eficaces que un servidor utiliza: la lectura y escuchar música. La primera tiene el inconveniente de que hay que levantarse (la santa duerme y no es cuestión de andar fastidiando). Mientras todo el barrio se mece en los dulces sueños de la recuperación económica que la propaganda oficial susurra al oído del durmiente – el despertar a la realidad cotidiana es cosa más jodida –, el insomne está en su estudio con un libro bajo el flexo, leyendo, pongamos por caso, la carta que Petrarca le escribió a Tito Livio, o desentrañando ese epigrama que Marcial dedicó a un poeta plasta: Nimis poeta es, Ligurine! Inciso: Marcial se pasa de burlas con el pobre poeta empeñado en leerle sus obras que quieras que no: Et stanti legis, et legis sedenti, / currenti legis, et legis cacanti! Casi no necesitan traducción estos versos.

El otro remedio es el de enroscarse los pinganillos de la radio a las orejas y escuchar música. A un servidor lo que le gusta es Radio Clásica de Radio Nacional. Como los horarios del insomnio son imprevisibles, pueden coincidir con distintas programaciones: A veces es El mundo de la fonografía, de Pérez de Arteaga; otras es Contra viento y madera, dedicada a las bandas de música; otras dedicada al canto gregoriano, o Divertimento, que ayuda mucho a que el cerebro vaya desconectándose poquito a poco. Últimamente me estoy dando unas sesiones de zarzuela como nunca. No ha sido un género que me guste especialmente, pero tiene piezas pegadizas y otras de un casticismo chulapo que para sí lo querría la Lideresa de los Madriles en un papel de la Revoltosa: ¡Ay, Mariano de mi vida! ¡Mari Espe de mi alma!

En una de estas noches pasadas tuve ocasión de escuchar al trío cómico Zori, Santos y Codeso cantando Los Ratas, de La Gran Vía. Eso de “Yo soy el rata primero, y yo el rata segundo, y yo el rata tercero…”, “Ay, qué gracia tiene esta ratonera, que se van los ratas de cualquier manera”, me hizo recordar –eran las tantas de la madrugada y el cerebro se me cocía en  el jugo del insomnio– en tanto rata y rato como corretean por las alcantarillas de la vida pública, dando al ciudadano lecciones gratuitas de prestidigitación con los dineros públicos. Ratas y ratos instalados en la respetabilidad de un traje caro y puestos de alta gestión, desde donde cantan eso de Vamos con cuidado sin pestañear, y ya van mil veces que nos chuleamos de la autoridad.

En resumidas cuentas, eso del insomnio es un mundo algo complicado de resolver. Uno tiene sus recursos para ir capeando el temporal, pero una vez que te has subido a ese barco te pasas las noches dando bordadas y no sirven lecturas ni músicas celestiales. La noche que no toca dormir, no toca, ni aun chutándote una pastilla para el sueño. No es que este jubilata lo lamente, ya que ante lo irremediable no caben lamentaciones. Si, al menos, ratas y ratos no le corretearan por entre las horas de vela y la autoridad se decidiera a utilizar un raticida eficaz, el tiempo que durmiese dormiría más tranquilo. 

Pero la cosa va pa´Rato...

1 comentario:

  1. Julio Netzer Grimaldi19 de enero de 2015, 19:21

    "Dormbus ut durmiten aquienaescentur privat". Buen momento el del insomnio para aprender latín, ¿no le parece? Es broma.

    ResponderEliminar