No es por hacer sangre con el
asunto (ya bastante cachondeo ha corrido por las redes sociales), pero resulta chungo que llamen al timbre de tu casa y pienses: otra vez los pesaos
esos que quieren cambiarte la facturación de la luz y el gas. Y abras, dispuesto
a decir que no, que no y que no; que ya estuvieron aquí la semana pasada y ya
les dije que no, y resulte que no, que esta vez no es el currito trajeado dando
la brasa con lo de la facturación de la luz y el gas. Es el bueno de don
Mariano, con aire de testigo de Jehová desparejado, que viene a darte las
gracias; Grachias, vengo a darosh las
grachias… Con esa mirada ausente que se le pone, como de andar por las apabardas, cuando se dirige a los simples mortales sin mediación del plasma, y ese
rictus-sonrisa a punto de descarrilársele de la boca.
Hombre, don Mariano – piensa el
jubilata que abre la puerta en zapatillas de paño – avise usted, hombre, que
estas no son manera de presentarse en casa de uno. Todo un señor Presidente del
Gobierno andando solo por esos barrios de dios, tan llenos de basuras tiradas
por las calles, de contenedores de vidrio y papel desbordados de embalajes,
botellas y cristales rotos por doquier, de alcantarillas con el sumidero
atascado, de heces de perros tachonando las aceras, de pequeños negocios
cerrados y locales de “se vende o alquila”, de papeleras vomitando desperdicios
por sus bocas abiertas, de medio ambiente gris-mierda trufado de CO2, de colchones abandonados con nocturnidad en
cualquier esquina… En fin, esos barrios madrileños periféricos donde nada se le
ha perdido a usted, don Mariano, aparte de algún que otro voto; votos residuales de
esa clase modesta, venida a menos por cosa del austericidio, que se ha creído lo de que Stalin se ha reencarnado en el
tipo ese de la coleta fláccida que, para escarnio de lo más sagrado, se llama
Iglesias.
Pena me da, don Mariano – le diría,
si llamase al timbre de mi casa –, pena me da los tragos por los que le hacen pasar
sus asesores de imagen. Ni un servidor, que le tiene escasas simpatías
políticas, le pondría a patear las calles en solitario, a visitar bibliotecas públicas,
farmacias o domicilios particulares. De ser yo el Pedro Arriolas, que dicen que
es su asesor aúlico, o el otro, el Moragas, el que le sopla las respuestas
difíciles, de verdad se lo digo, haría lo que los serviles de Fernando VII
cuando le ponían los faisanes a huevo. No le pueden tener todo el santo día por las calles como alma en pena, importunando a la gente. Usted es el boss, ver si hay un respeto al cargo.
Déjese de populismos que son el estado
natural de las izquierdas resentidas,
don Mariano. Lo suyo son las distancias largas: las declaraciones a través del plasma, las conferencias
de prensa sin preguntas, las evasivas de “llueve mucho” y los amores interesados que le
profesa Frau Merkel. Hágame caso a mí, que le asesoro gratuitamente: es usted un lobo solitario, un incomprendido, la lucecita
que se veía por las noches en El Pardo cuando el Invicto - inasequible al desaliento - velaba los sueños de
los españolitos. No consienta que su director de campaña, el inefable Floriano,
le ponga a patear barrios, puerta a puerta.
Porque, vamos a ver: Si usted llamase a mi puerta, ¿de qué cree que podríamos hablar? ¿Del puñadito de euros que este año
nos ha subido la pensión y de los
recorte en las prestaciones de MUFACE? Vivimos realidades paralelas, no se engañe, don Mariano. Su mundo
es perfecto y usted todo lo hace bien: baja el paro, sube el consumo, la
corrupción es cosa del pasado y pelillos a la mar, y gobernar es tan gratificante como tomarse un cafelito
con los amiguetes (el Pons, la Cospe, el Arenas, el Floriano…) mientras charlan de que la
jornada ha sido dura, pero provechosa. Así que, siendo todo tan perfecto en su mundo, no se
moleste, hombre, en bajar al nuestro y zapatear por los barrios y darnos las gracias. El merito es todo suyo.
Porque de verdad se lo digo, don Mariano, si
lo hace - lo de llamar a los timbres -, por casa no aparezca, a menos que venga a leer el contador del gas o el
del agua. No me obligue a despacharle con un “Tanta paz lleves como descanso dejas”.
Sinceramente se lo digo, no llame a mi timbre, ya nos veremos las caras en las
urnas, cuando usted lo tenga a bien, don Mariano.
Debería pasar puesta por puerta pidiendo perdón por sus mentiras y sus recortes, aunque no me extrañaría que en algún hogar de esos rojos resentidos que no valoran sus cuitas le eche el perro (que estará hambriento!!)
ResponderEliminarUn abrazo
j
Hombre, no todo lo ha hecho mal; gracias a D. Mariano tendremos en el parlamento en unos meses a muy destacados oradores como D. Pablo, D. Juan Carlos o D. Íñigo, como han tenido ocasión de demostrarlo ya en los mejores programas de televisión. Sin D. Mariano muchos nos habríamos quedado huérfanos en la democracia. Téngalo en cuenta.
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