Hay
formas y formas de enfrentarse a la campaña electoral en curso, y una de ellas
es olvidarse - a modo de higiene mental - de los dimes y diretes de los candidatos; cerrar los oídos a sus previsibles ¡Y tú más! aprovechando venezuelas y otros espantajos basados en lugares comunes que sirven para un roto y un descosido; no hacer caso del manual de tópicos para mentes con paladar de grano gordo, con sus
marrullerías de serie y cutrez manifiesta; y, en fin, dedicar todo ese tiempo
a hacer algo provechoso: por ejemplo, rascarse la barriga al sol o ponerse al
día en algunas lecturas. Más ahora que tenemos tan reciente la feria de libro
del Retiro y hace un calorcillo primaveral.
Este
jubilata, a pesar de lo dicho más arriba, confiesa que sí ha dedicado un tiempo
a ver qué decían los candidatos en el debate a 4 que retransmitieron por varias
cadenas. Y lo que más ha gustado, con mucho, – y supongo que a la mayoría de
telespectadores – ha sido descubrir que existe una España de ensueño y tul
ilusión, donde las cosas van bien y podrán ir aún mejor con dos pequeñas condiciones:
Que siga Rajoy atornillado a la poltrona presidencial (condición sine qua non) y
que ahorremos en gastos sociales unos 10 mil milloncejos de nada. Lo que no tenemos muy claro – un servidor al
menos – es en qué lugar del cosmos insoldable está esa España de reino de
Cucaña, donde los trabajadores se chutan en vena contratos fijos y embaúlan en sus cuentas corrientes pastizales de
puerta giratoria, mientras por los azules cielos de la patria vuelan gaviotas benefactoras.
Quien
estuvo un poco plasta, con esa insistencia como de melopea, fue el candidato
socialista porque – decía -, en las anteriores elecciones, el señor de azul y el
chaval de morado se pusieron de acuerdo para que no prosperara su investidura.
Extraños compañeros de cama que hace el oportunismo político, aunque fuese en
un fornicio interesado, ocasional, de aquí te pillo y aquí te mato, donde el
placer, si lo hubo, consistió joder a un tercero. No fue extraño, a tanto oírselo
repetir, que el chico de la coleta pusiese cara compungida y filosófico ademán
de “No es eso, no es eso” orteguiano. Aliados naturales, o algo
parecido, socialistas y podemitas no estaban, a juicio de Pablo Iglesias, para
navajeos rencorosos, sino para un juego de floretes con punta roma y fintas de exhibición. Pero el
pobre Pedro estaba muy dolido por la pasada infidelidad del chaval de la coleta
con el señor mayor de azul, y todos lo echamos de ver.
El
chico Albert fue, al parecer de este jubilata, un verso libre muy dado al
estribillo venezolano y ripio iraní. Si al menos hubiese declamado sus
gorgoritos de esencias hispanas en octavas reales, los endecasílabos en rima
consonante hubieran maquillado esa obsesión por el chándal bolivariano de
Maduro que resulta ya tan monótona como el tetrástrofo monorrimo del mester de
clerecía. Monorrima que en Gonzalo de Berceo queda muy propio, pero en un joven
cool como Rivera suena a monserga, flojera intelectual y falta de
imaginación. Lástima, porque a algunos nos gustaría para España una derecha
progresista (si se puede ser conservador y su contrario), culta y comprometida
con el fair play; alejada de ese sabor a sobaquina y resabios de
arribaspañacoño de la derechona de toda la vida. Se ve que nos queda mucho camino
por recorrer y pocas ganas de enmienda.
No es
que un servidor quiera dar lecciones a los políticos, que este jubilata está ya
solo para opinar sin que se le exijan responsabilidades, pero a lo mejor
hubieran necesitado leerse el tratado de urbanidad que Erasmo de Rotterdam escribió
para Enrique de Borgoña: De ciuilitate morum puerilium. Lo que
recomienda para ser un niño bien criado podría servir para los políticos en
campaña: Sint exporrecta supercilia, non aducta, quod est toruitatis… Frons
ítem hilaris et explanata… Estén las cejas distendidas, no contraídas,
que es cosa de torvedad; la frente, asimismo, alegre y despejada, mostrando en
sí un alma bien avenida con su conciencia… Las mejillas tíñalas el pudor
natural y biennacido, no afeite ni color postizo.
Vamos,
que a nadie desagradaría ver a los aspirantes a monclovita in puris
naturalibus, pero no mostrando las vergüenzas que Naturaleza ocultó
pudorosamente, sino el aspecto afable que nace de una buena educación y
respecto por el oponente. Oponente que, a la postre, ideologice como
ideologice, en cuanto le pasen los trastos de gobernar va a tener que apuntarse
a eso del pragmatismo y el cómo me las maravillaría yo, si quiere sobrevivir
cuatro años amarrado al machito.
Voy a votar a Podemos, pero el que más me gustó del debate fue Rajoy. Rivera estuvo chulesco y Sánchez acartonado. Iglesias estuvo flojo, no se hizo con el formato.
ResponderEliminarGracias por el análisis y enhorabuena por el blog.
A fe mía, me han hurtado la pole!! :(
ResponderEliminarA mí, que me registren.
ResponderEliminarCurioso. Poco le dedica usted a Pablo Iglesias y no sé por qué. ¿Le va a dedicar una entrada próximamente? Le parece cansino lo de Venezuela... A lo mejor no le importa a usted de dónde ha sacado el dinero este mozo y tampoco, lo que es peor, con qué fines se lo han regalado. Igual no es usted tan crítico como parece.
ResponderEliminarNunca llueve a gusto de todos, y menos con Venezuela de por medio. ¡Paciencia y barajar!
EliminarParafraseando al presidente mejicano Porfirio Días: Pobre Venezuela, tan lejos de Dios y tan cerca (de los intereses petroleros) de los Estados Unidos.
Derecho a la pereza sí, pero nunca a costa de frenar el ideal revolucionario. Ya se ha visto que primero hay que hacer una revolución sangrienta como está mandado, con su buena guillotina en la Puerta del Sol y que rueden cabezas, empezando por las de los oportunistas de podemos y terminando por las los patrones del Ibex35 al completo. Al humanismo por el terror: es la única vía, la de nuestro Pepe (me refiero a Stalin, por si hay algún despistado).
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