Eso de
que seríamos el hazmerreír de Europa si fuésemos a unas terceras elecciones,
como dice la Vicepresidenta, tampoco es para tomárselo tan trágicamente. Ni las voces agoreras en plan Oigo, Patria, tu aflicción que corean desde la prensa adicta estabulada en el aprisco mediático. Total porque a don Mariano le han marrado dos investiduras. Como si el ilustre Registrador fuera imprescindible para el devenir de España en lo universal.
Este
jubilata lo dice porque, en situaciones parecidas, los libros de historia
suelen ser muy socorridos a la hora de recordarnos hechos similares que ocurrieron
en tiempos de Maricastaña. Y ocurrieron, pasaron y fueron olvidados sin que se
resquebrajaran los pilares de la sociedad, ni el mundo se saliera de su
órbita. Vamos, que el conocimiento de la historia debería refrenar la soberbia
de los políticos y aliviar las inquietudes de su clientela vocinglera. Debería convencerlos de que, pasado el momento del soponcio histórico/histérico, unos y
otros son tan prescindibles e indiferenciables como lo son los muertos en los
cementerios: polvo, ceniza y olvido.
El
avisado lector ya sabe que en el S. XIII, tras la muerte del papa Clemente IV, en
la ciudad italiana de Viterbo los cardenales en cónclave se tiraron 34 meses vetando candidatos a cara de perro (desde
el 29-11-1268 hasta el 1-9-1271) para, al final, llegar a un apaño: Gregorio X, un papa que hoy
llamaríamos de consenso o de compromiso. Una especie de ni fu ni fa, ni pa´ti ni pa´mi. Ni pa´l PP ni pa´l PSOE, que diríamos adaptándolo a las
circunstancias actuales.
Y todo
porque en aquel cónclave viterbino había dos facciones encontradas: los
cardenales franceses, peones de la Casa de Anjou, y los italianos, que
siempre han querido un papa de entre los suyos. Hartas del estreñimiento
electivo cardenalicio, las autoridades de aquella ciudad emparedaron a los
purpurados dentro del palacio, les pusieron a pan y agua y les desmontaron el
techo de la sala para que les llegase sin trabas la inspiración del Espíritu
Santo. Fueron 34 meses de interregno en los que la cristiandad ni se
resquebrajó más de lo habitual, ni sufrió pérdidas irremediables. Si no, ahí tenemos a la Iglesia
de Roma, la mejor y más sólida empresa del mundo. Repartiendo dividendos celestiales
y haciendo ampliaciones de capital siglo tras siglo.
Imagínese
quien esto lea que aquí hiciéramos lo propio con nuestros diputados/electores,
pero con los medios apropiados a la situación actual. En lugar de emparedarlos
y ponerlos a pan y agua, bastaría con pagarles el salario mínimo
interprofesional, 655,20 € mensuales. No sería violento ni coactivo y, de paso,
sabrían lo que es currarse el sustento como cualquier hijo de vecino. Y, además, les pondríamos una UVI móvil junto
a los leones del Congreso, no fuera a pasar lo que en Viterbo, donde tres de
los veinte cardenales electores murieron. Aquí no queremos padres y madres de
la patria difuntos en plena faena electiva, sino que se pongan las pilas y se
ganen el menú de cada día.
Y si
no llegasen a una propuesta de consenso, tampoco pasaba nada. Bastaría con
enviarles a sus casas con el salario base y ya nos buscaríamos otros más
espabilados para eso del acuerdo de investidura y algún candidato habría que gustase a tirios y troyanos. Al fin y al cabo solo se trata de
hablar para consensuar, y el Parlamento es el lugar apropiado para esa tarea; y si hablan, pero
no les cunde, no hay por qué perder las formas: cambiaremos de remesa. Hay mucho lumbreras por ahí con ganas de ser cabeza de cartel,
dispuesto a felar micros ante las cámaras y ganarse el jornal en el Parlamento consensuando, legislando, votando... Lo que haga falta para cabalgar sobre el escaño toda la legislatura.
Claro
que, con esa obsesión que tiene la clase política por extasiarse ante su propio
ombligo, se olvidan de algo mucho peor: la desafección del votante. Y también
aquí la Historia en letra impresa suele dar materia de reflexión. Quizás los
asesores de Presidencia del Gobierno no le han hablado a su Vicepresidenta de
Octave Mirbeau y su panfleto La grève des électeurs (La huelga de los votantes),
y han hecho mal. Se trata de una crónica publicada el 28 de noviembre de 1888
en Le Figaro y reeditada en varias ocasiones, hasta 2011. Si no sabían de su
existencia, excusas no tienen. En Internet hay una edición en PDF de 2002 de Éditions
du Boucher.
Su
tesis es sencilla: el sufragio universal es un engaño por el cual los poderosos
obtienen con malas artes la aquiescencia de aquellos a quienes oprimen y
explotan. El elector no es más que un bípedo pensante, dotado de voluntad –
pretendidamente – y orgulloso de su derecho a poner una papeleta dentro de una
caja. Papeleta que justificará todos los atropellos que el poderoso quiera
ejercer sobre el autoproclamado ciudadano libre, porque lo hace con su libre consentimiento.
¿Haría falta explicarlo tras los últimos “ajustes” económicos que hemos sufrido
estos últimos años? ¿Le faltará razón a Monsieur Mirbeau, vistos los recortes
en derechos laborales y las menguas en libertades sociales?
No es
complaciente M. Mirbeau con los sufragistas activos. ¿Qué más da que voten por
Pedro o por Juan, si uno y otro le oprimirán, le engañarán y le robarán? Pero
no, el votante tiene sus preferencias y siempre vota por el más ladrón y el más
mentiroso. Dice que los corderos que van al matadero, ellos al menos, no votan
por el matarife que los matará ni por el burgués que se los comerá. Más bestia
que las bestias y más borrego que los propios corderos, el elector nombra a su
verdugo y elige a su burgués explotador…
¡¡Y
estamos preocupados porque vamos por la segunda votación de investidura
fallida…!! Desde el punto de vista del escritor francés – se me ocurre pensar
–, somos borregos angustiados porque aún no conocemos el nombre del ladrón que
nos robará el vellón. Bípedos votantes ansiosos del esquileo.
Pero
si Mirbeau es vehemente en sus invectivas contra los votantes, hay una mirada más
sosegada, y es la de Saramago en su Ensayo sobre la lucidez. ¿Y si un
día los votantes, hartos de su clase política votasen en blanco? ¿Si
deslegitimasen a los mercaderes de la política negándoles su voto? ¿Y, si
encima, los ciudadanos fuesen conscientes de que la sociedad funcionaba sin su
clase política? Aquí esa experiencia la estamos viviendo con un gobierno al
ralentí, en paro cardiaco y solo preocupado por colocar a su peón y que nada cambie. Y a pesar de los
aullidos mediáticos, el país está dedicado a sus afanes y se conforma con que
la casta política no moleste demasiado.
El
improbable lector perdonará las divagaciones de este jubilata, pero he estado
espantando el calor a golpe de abanico y elucubraciones, agazapado en la
penumbra de mi cuarto de estudio, mientras Cecilia Bartoli me cantaba en la
intimidad aquel aria de Händel: Lascia
la spina, cogli la rosa; tu vai cercando il tuo dolor… Tu cherches à te
faire mal… Incluso en francés suena estupendamente, pensaba, mientras me
desaguaba en puros sudores por todos los poros de mi cuerpo.
Desde sus textos, Octave Mirbeau y José Saramago, cada uno a su modo, se burlaban de nuestra preocupación por colocar a un inquilino en la Moncloa. Pero nos gustaría tanto que, por fin, se sacaran el conejo de la chistera...
Desde sus textos, Octave Mirbeau y José Saramago, cada uno a su modo, se burlaban de nuestra preocupación por colocar a un inquilino en la Moncloa. Pero nos gustaría tanto que, por fin, se sacaran el conejo de la chistera...
Todos los peperos felces porque la gente consciente no vote, porque su voto iría para izquierda, y así la derecha seguirá en el trono por secula s!!!
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