Quince días lleva esta bitácora en silencio, y no es por falta de asuntos de que tratar, sino por una especie de pudor que le ha entrado a este jubilata tras leer en la Internet una entrevista hecha en El Mundo a Gabriel Tortella, doctor economista e historiador, experto en historia económica. Y es que un servidor le tiene mucho respeto al señor Tortella. No en vano gracias a su manual Introducción a la economía para historiadores, aprendí las pocas nociones sobre economía que se agazapan en mi bosque neuronal. Eso fue cuando en quinto curso – en los heroicos tiempos de estudiante en la UNED – me tocó estudiar Historia Económica de España. Se ve que el manual de alguna utilidad debió ser, puesto que aprobé la asignatura y hasta entendí algunos conceptos de macroeconomía.
Le
preguntaban a don Gabriel sobre la independencia de Cataluña y él mantenía la
tesis de que nunca ha existido una Cataluña-Estado, ni hay fundamentos
históricos para sostener tal. Lo que me trajo a la memoria – perdóneme el improbable
lector el excurso – algo que dejó escrito un lector ocasional en esta misma
bitácora a propósito de tema parecido, si no el mismo. Citando de memoria, venía a decir que
patria es un grupo de gente unido en torno a un error histórico y el odio a sus
vecinos. Definición que, en mi opinión (no necesariamente acertada), sirve para
cualquier patriotismo, sea centralista, periférico, hetero u homo, bisexual, transexual, neutro, epiceno o
ambiguo: cuando se oiga un redoble de tambor y un himno patriótico cantado con
fervor por las masas, ¡Temblad, carnes malditas!
Vuelvo al asunto. Claro
que el ilustre profesor hablaba también de otros temas de actualidad, cuya responsabilidad
(la de las contestaciones del entrevistado) habría que achacárselas al
entrevistador, profesional muy inquirente, que quería exprimir las plusvalías
periodísticas a su entrevistado. Y hablaba de la mayoría silenciosa,
manipulable por publicistas y estadistas, mercaderes y políticos, que era igual
de manipulable pero menos silenciosa que antes gracias a los medios de comunicación,
cada vez más poderosos, que esta mayoría utiliza con profusión. Entiéndase:
Internet, wasap, twitter, facebook y toda la retahíla de redes sociales que nos
enmarañan. Decía, textualmente: “Todo el mundo tiene un blog y dice todo
tipo de disparates. Yo espero no ser de esa mayoría silenciosa a la que
desprecio. Y lo digo bajito.”
Y aquí
es donde este jubilata se sintió aludido, en lo de pertenecer a una masa
despreciable y decir todo tipo de disparates a través de un blog. Para ver si
entraba en esa categoría de masa silenciosa, manipulable a la par que vocinglera, dediqué
unos minutos de mi vida a hacer una auto introspección, para observarme en mi
condición de ser-en-la-sociedad, en plan heideggeriano.
La conclusión no fue
muy alentadora: a la fuerza ahorcan, pues como individuo cuento poco y soy
objeto de todo tipo de manipulación, desde las ofertas en el súper (cuando voy
a comprar), pasando por las tertulias de la Sexta, el Informe Semanal de TV1, las
consignas de los poderes políticos, la industria textil cuando compro unos
vaqueros made in Inditex, o los empleados “asustaviejas” que van de puerta en
puerta para cambiarte el contrato del gas o la electricidad. Eso sin contar el
vocerío que organizo en las redes sociales con los comentarios en Facebook o
las “ocurrencias”, que diría don Mariano en funciones, que cuelgo en esta
bitácora. Total, pertenezco a una clase social de medios pelos, vivo en un barrio de viejos pro PP, soy jubilata ya sin
hucha de las pensiones y chapoteo en la mayoría silenciosa vocinglera, ¿Cabe mayor mediocridad?
No
sería lo malo la conciencia de pertenencia a una masa moldeable a conveniencia, cuya opinión va
de un extremo a otro, como las mareas, arrastrada por cuatro ideas mal
digeridas, fabricadas al azar por expertos manipuladores de mass media; ni que,
por pura honradez intelectual, un entrevistado se vea en la obligación de
llamarnos mayoría silenciosa despreciable; lo peor es que no tenemos remedio y
seguiremos siendo masa populosa, manipulable tremending toping mientras
tengamos un iPad de esos entre las manos. Ya lo decían los clásicos latinos: Contra
stulticiam, et Dii frustra pugnant, Incluso los dioses luchan inútilmente
contra la ignorancia.
Ahora
bien, pertenecer al rebaño libera de responsabilidades y mala conciencia, y con ciento cuarenta
caracteres puedes enviar un twit que te haga famoso por veinticuatro horas. No me
digas, improbable lector, que no es confortable…
A mi lo que más me conforta es leer su blog, D.Juan José, prez de los benditos escribidores.
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