martes, 4 de octubre de 2016

Rotos y descosidos.-


¿El improbable lector de esta bitácora ha leído alguna vez la Batracomiomaquia? ¿…? No importa. Aunque le suenan campanadas de viejos textos escolares, este jubilata tampoco. Lo que no le impide ver un paralelismo entre el heroísmo bufo de la lucha batracio-ratonil y el Psoecidio auto infligido del aparato socialista.

Como esta bitácora no sienta cátedra de ciencia política y se mueve en la confortable charca de la opinión común, sea permitido largar pareceres y conclusiones sin más autoridad que la que confieren las noticias oídas y leídas en los medios de comunicación. A lo que se añade la rumia mental de quien sobre esto escribe y opina.

No queda muy claro, en esto de la automoribundia del Psoe, quién es el rey de las ranas, de nombre Physignathos o Hinchamejillas, y quién el príncipe de los ratones, Psicharpax o Robamigas. O más bien, sí, teniendo en cuenta  que esto es pura fábula esópica, pero en clave de coña. 

Digamos que Susana Díaz es  la rana reina de la taifa andalusí que lleva sobre su espalda a Pdr Schz, supuestamente para ayudarle a cruzar la charca de la tercera sesión de investidura. De repente, aparece una culebra de agua en forma de Mariano reclamando abstención, la reina de la charca, que llevaba al ratón sobre la chepa, se pone a salvo sumergiéndose en un mar de dimisiones de la Ejecutiva, y el ratón Robamigas se ahoga en el Comité Federal en forma de resignación del cargo, pero con la satisfacción del deber cumplido. Como consecuencia, hay guerra entre ratones y ranas.

La batalla campal entre batracios y múridos, críticos y sanchistas se resuelve gracias a un deus ex machina que equilibra las fuerzas; o al menos, en eso andan los contendientes, aunque la militancia socialista dentrambos bandos aún no tiene claro el desenlace. Pero sí tiene claro que, en la charca política, las guerras intestinas las pierden los dos bandos y la cosa quedará en lamentable Psoecidio colectivo, mientras las gaviotas azules esperan con paciencia a devorar los restos.

El ciudadano de a pie a quien aún siguen interesando estas cosas de la política nacional, a pesar de sus corrupciones, saqueos de caudales públicos, desvergüenzas y mamandurrias, sinecuras y escaños, cuchilladas traperas entre miembros de la familia, “no-es-noes” o abstenciones “por el bien de España”, y todo el folclore tradicional del Ruedo Ibérico; el ciudadano de a pie, digo, llega a la penosa conclusión de que tanto vale un roto socialdemócrata como un descosido neoliberal, de que tirios y troyanos, gaviotas, batracios y múridos, tienen más la vista puesta en el ceño del IBEX 35, del FMI y otros dioses todopoderosos del mercado, que preocupados por el bien común y las caducas teorías roussonianas del contrato social.

A esa conclusión ya llegó algún descreído el día que el arcangélico Zapatero, al grito de ¡Quién como Dios Mercado!, humilló la cerviz, presentó – y aprobó, junto con su cordial oponente neocon – la modificación del artículo 135 de la inane Constitución española, y convirtió a los habitantes de Espagnistán en rehenes de la deuda soberana.

Y volviendo a la fábula ratonil que da excusa a esta entrada, en la Batracomiomaquia no se cuenta, pero en la Automoribundia psoética sí, todos a una montan una Gestora tricotosa, cuya finalidad es echar unas costuras que zurzan los sietes que le han salido al sobretodo familiar; ponerle unas lañas al puchero, hecho pedazos, donde se cuecen los garbanzos que alimentan a la familia socialista; soltar, entre puntada y puntada, alguna balandronada, a ver si cuela, tipo: presentaremos la candidatura más potente que puedan imaginar.

Esperemos que el remiendo de Susana remedie el roto de la manta que arropa a la familia socialista, y que lo haga con las herramientas apropiadas. Porque si no, no les quedará otra que hacer la travesía del desierto a pelo. Y eso sin olvidar que esas travesías suelen ser largas: ahí tienen a las tribus de Israel que marearon la perdiz durante cuarenta años por el desierto de Sinaí. Ellos, al menos, tenía el maná del cielo, pero éstos, ni agua para el mal trago.

En fin, al menos, no olviden ponerse el dedal para dar las puntadas. Ya se sabe lo que dice el refrán: Costurera sin dedal, cose poco y cose mal.

3 comentarios:

  1. Me parece que a estos les van a mandar a capar ratones y van a volver cuando las ranas críen pelos, Don J.J

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  2. Muy bien Juan, hoy mismo me compro el dedal

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  3. Geranio Martín Garmendia10 de octubre de 2016, 19:54

    Los votantes estamos hechos un lío, Sr. Juan. Y perdone usted, pero tras su artículo, más todavía. En casa ya no sabemos si abstenernos en la próxima sesión de investidura o votar no. Disculpe.

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