domingo, 5 de febrero de 2017

Hablaremos hoy.-


Estos días de lluvia es lo que traen. Uno se enmorriña, se repliega sobre sí mismo y se pone filosófico. En la calle, la lluvia barre ese chapapote inmundo, formado por los detritos que el incivismo de los bípedos consumistas ha ido abandonando por los suelos a la espera del barrendero, que nunca llega. El jubilata, encerrado en su estudio, no quiere dejarse ganar por ese ambiente gris climatológico que se ve a través de los cristales y se respira en las noticias que se cuelan a través de la pantalla de su ordenador, los papeles de prensa, la tele o la radio… 

Por si acaso, para vacunarse contra la grisalla ambiental, escucha a Mahler. Esa marcha fúnebre de su quinta sinfonía sobresalta con el clamor inicial de sus trompetas, y produce un regusto como de tristeza ese tono menor que emplea para que imaginemos un cortejo fúnebre que, a lo mejor – imagina el escuchante –  era un entierro premonitorio de las ilusiones que se nos van muriendo según vemos la deriva del mundo… El adagietto que el músico dedica a Alma, a modo de declaración amorosa, no hace más que envolvernos en un sentimiento de melancolía, a modo de celaje que nos anubla el espíritu. A lo mejor, si escuchásemos La ritirata de Madrid  de Boccherini, alegraríamos un poco ese cuerpo serrano tan depre que tenemos hoy, pero da tanta pereza ir a buscar el CD…

Y el jubilata, que tiene un empacho melancólico a juego con el atrezo medioambiental, escarba en sus meninges a ver si de sus elucubraciones plomizas sale un pensamiento que merezca ser tomado por una reflexión profunda. Pero, ¡qué va! Por más que quisiera deslumbrar al improbable lector con una idea brillante, sus profundidades mentales no llegan más allá de aquella copla murciana: …me puse a considerar las vueltas que da el mundo y las que tiene que dar.

El mundo de las reflexiones profundas no da juego hoy, así que, ¿por qué no ser liviano de pensamiento y hablar de nonadas? Por ejemplo: “Hablemos de Trump, que es como un oso enfurecido, dando zarpazos al aguijón de sus prejuicios, y es cosa que da mucho yuyu al personal”, me digo. A la gente le gustan mucho estos monstruos de parque jurásico, se me ocurre pensar. “No, no. Hablemos de lo del precio del megavatio y la pertinaz sequía”: eso siempre produce recochineo entre el respetable, me digo. Pero, tampoco, porque – ya es casualidad – estos día llueve y nos van a poner el megavatio regalao. 

“Seamos serios” – con tantos problemas que tenemos – “Mejor hablamos de los datos fiscales esos que atropa a escondidas la Generalidad, de los que habla el Santi Vidal, y de la Catalunya Una, Grande y Libre, quintaesencia del wolksgeist hegeliano. Pero, ya que queda en entredicho la integridad nacional, alguien piensa: “Pues yo prefiero que se hable de cuando lo de Trillo, de cuando arrebató la isla Perejil a la morisma”, eso trae un regusto añorante de las viejas glorias patrias; o cuando gritó lo de “¡¡Viva Honduras!!” que la gente siempre se descojona de risa y libera muchas tensiones...

Pero uno sigue tan decaído y melancólico…

Además, hasta empieza a dudar de a qué género deba adscribirse. Dicen que el género es una construcción social al margen de la condición biológica de los sujetos de una sociedad. Pero, según parece, en el uso del lenguaje cotidiano, “género” y “sexo” se equiparan y el genérico “vosotros” se convierte en una impolitesse (micromachismo, creo que lo llaman) cuando se dirige a un colectivo en el que abundan las féminas por goleada. 

Por eso, el otro día, en una charla de los responsables de radio Museo Reina Sofía para los alumnos de un curso Senior, el perorante, hombre joven y de progresía acreditada, decidió que nos trataría de “vosotras” sin menoscabo de nuestro gonadario. No me pareció mal, siquiera por economía de lenguaje. Así el perorante se ahorraba ese reiterativo “vosotros y vosotras”, “amigos y amigas”  (o viceversa, por el delicado equilibrio entre géneros/sexos), “escuchantes y escuchantas”. El “vosotras, amigas escuchantas…” nos lo podría haber dicho tranquilamente, pero no lo hizo, que era persona de recursos oratorios, aunque sometido a las modas sociales. Lo cierto es que este jubilata, al verse envuelto en aquel “vosotras” se sintió liviano y como rejuvenecido.

Y bastante más joven era cuando asistía a los cursos que el Institut Français impartía para funcionarios del Ministerio de Cultura, siempre rodeado de archiveras, restauradoras y bibliotecarias. En aquel grupo, que se consolidó en los varios cursos que hicimos, un servidor no pasó a ser uno más del “vosotras” entre tanta mujer, sino “el chico” por antonomasia entre aquellas mujeres con un nivel profesional y cultural envidiables. Lo cual tenía la ventaja de sentirme como una minoría protegida por aquel matriarcado de intelecto firme y educadas maneras femeniles, aunque, a veces, sometido a un amistoso trato irónico. No se puede ser “el chico” entre tanto mujerío sin pagar ese pequeño peaje, que yo lo pagara con gusto ahora si me viese tratado de igual manera por mujeres de tanto fundamento como aquellas.

Y, ahora que lo pienso, las telarañas de la murria se han ido entre aquellos recuerdos. Pues eso.

6 comentarios:

  1. Arsenia Errejón Galindo6 de febrero de 2017, 21:20

    Esta semana pasada, en la presentación de "Podemos para todas" un señor que había sido Jemad y todo en el Ejército, soltó un bonito "todos y todas vosotros" que seguramente en su anterior puesto de trabajo utilizaría todos los días. Seguro. Pero mejor estuvo la compañera Irene Montero cuando en refiriéndose a Amancio Ortega, su hija y Juan Roig, los denominó "esos tres señores y tres señoras". Géneros y números. Veanlo en los primeros 40 segundos: https://www.youtube.com/watch?v=r6oJZsoN7Fc

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  2. Pues eso ¡Viva Honduras! sin pasar por ellas, claro.

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  3. No se me desanimen compadres, peor estábamos en el 39

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