Me gustaría contarle al improbable, o puede que habitual lector,
alguna de mis andanzas de curioso veraneante durante estas últimas semanas. Y
si se las cuento no es porque las andanzas hayan sido por las veredas y caminos
serranos, entre yeguadas y vacadas, arrendajos y rabilargos – de ello habrá
otras ocasiones –, sino por los pueblos del valle.
Luis Feito nació aquí en 1929, hijo de una vecina del pueblo y de un
oriundo de Mieres que vino a establecerse a estas tierras. Si el lector se ha
sentido interesado alguna vez por las vanguardias artísticas en la España del
franquismo gris plomo, sabrá que Feito fue uno de los fundadores del grupo El
Paso en 1954, junto con Canogar, Juana Francés, Antonio Prieto, Antonio Saura
(va dicho de memoria), y algunos otros, que rompieron con la atonía del arte
oficial – si es que el franquismo mostró interés en ello – y nos descubrieron
otras formas de expresión artística como era la pintura matérica y la expresión
de las texturas, o el expresionismo abstracto y otras aberraciones de aquel rojerío
progre.
Como la sala es de dimensiones reducidas (la antigua escuela municipal
de niñas), suelen montar pequeñas exposiciones con un número limitado de obras
que van rotando. En la visita que hizo este jubilata hubo ocasión de ver una
colección de grabados donde el color prevalece sobre las formas y es el
referente básico de la expresión artística. También había varias serigrafías y
uno de los cuadros originales. Llama la atención la existencia de una serie
inspirada en la muerte de Julio César, basada en textos de historiadores de la
época: “…stella crinita per septem
continuos dies fulsit exoriens circa undecimam horam.” (Apareció un cometa
siete días seguidos hacia la hora undécima. Suetonio). Amplios trazos de
puros colores rojos y negros que se entrecruzan, aludiendo a la sangre
derramada y el sufrimiento por la muerte violenta.
Charlé un rato con el voluntario que abrió aquel día, quien me dijo
que no disponen de ayudas económicas y que todo el trabajo de la asociación es
por puros motivos culturales. También me dijo que ellos ofrecen la posibilidad
de que se exhiban los fondos en aquellas instituciones o museos que quieran
hacerse cargo del embalado, traslado y seguros de transporte, pues su falta de
recursos no les permite más.
Y fue él quien me puso en contacto con la Fundación Meirat, en Lozoya del Valle, a 10 kilómetros de Rascafría. Un taller artesanal de fabricación de papel a partir de fibras naturales de lino, según las tradiciones de siglos anteriores al invento del papel mecánico que utilizamos en nuestras publicaciones actuales, tan saturado de lignina y componentes ácidos.
Y fue él quien me puso en contacto con la Fundación Meirat, en Lozoya del Valle, a 10 kilómetros de Rascafría. Un taller artesanal de fabricación de papel a partir de fibras naturales de lino, según las tradiciones de siglos anteriores al invento del papel mecánico que utilizamos en nuestras publicaciones actuales, tan saturado de lignina y componentes ácidos.
La visita al taller que hicimos la santa y yo colmó las expectativas.
Augusto, su propietario y director de la fundación, nos mostró el proceso de
elaboración, desde el mezclado de fibra de lino, agua y aglutinantes naturales,
hasta la formación de las láminas de papel en formetas que, por su tamaño, se
manipulan mediante una pequeña grúa, su apilado entre remails para que
descarguen el agua, y posterior prensado. Es papel es neutro, de grueso gramaje,
de un blanco impoluto, que se utiliza en bellas artes, tanto para acuarela como
acrílicos, impresión, grabado…
Esta fundación, entre otras actividades, se ocupa de la recopilación
de conocimientos de la fabricación del papel artesanal en cualquier lugar del
mundo, con independencia de la cultura, los sistemas de producción, las
tradiciones empleadas. Y como curiosidad: tiene en su haber el record de
fabricación del papel a mano más largo del mundo. Fue en la plaza Mayor de
Madrid, en 2016, con la colaboración de vecinos del Valle de Lozoya y los
alumnos del Instituto San Isidro.
En Alameda del Valle, a un kilómetro de Oteruelo, una antigua herrería
que hoy está dedicada a la forja artística, situada entre la parte posterior de
la iglesia y el río. Allí, Ricardo es ya la tercera generación que se dedica a
trabajar el hierro con ayuda de una fragua con su fuelle accionado a mano, que
construyo el herrero a principios del S. XX. La verdad es que me colé en la
herrería por pura curiosidad, porque paso a menudo por delante y veo las
muestras que tiene en la fachada. Ricardo me dejó curiosear y hacer fotos, me
enseñó el documento administrativo que autorizaba la apertura del negocio en
1913, algunos certificados de sus exposiciones en tierra mexicanas, y otros
países de la América Central.
Me dijo que le habían sacado varias veces en los
papeles: El País, El Mundo, en la tele… Además, da cursos de forja los fines de
semana a los que acude gente de toda España. Me mostró orgulloso la dedicatoria
autógrafa del libro de Julio Vías, quien le dedica un capítulo en su obra Sierra de Guadarrama, viejos oficios para la
memoria. Tenía allí el hombre una cama con adornos de forja, con su buen
baldaquino, que me animó a comprarle, pero un servidor es veraneante de paso
(como las cigüeñas) y el piso nuestro madrileño no da para tales ostentaciones.
Y si el curioso paseante se acerca al monasterio de El Paular estos
meses de verano, podrá disfrutar de ARTIS, una muestra de arte actual en las
antiguas celdas monacales. Tendrá ocasión de departir con los artistas, muchos
de ellos vinculados al valle, y sabrá que el arte es una actividad que se
desarrolla en nuestro entorno, sin que nos percibamos de ella, necesitada de un
espacio donde hacerse presente.
La santa y yo asistimos a una breve exposición que hizo Juan Ramón Martín, arquitecto de formación y escultor vocacional, quien emplea el hierro como materia con la que expresar los contrastes entre peso y levedad. Los profanos allí presentes tratamos de comprender cómo la masa es capaz de transmitir emotividad, y para ello nos puso el parangón del toro-masa-amenaza, frente a impala-levedad-huida. El volumen reducido a formas esquemáticas nos hizo recordar la abstracción que podemos ver ya en los objetos paleolíticos, en un largo trazo en el tiempo que nos une a nuestros antepasados. Y, para refrescarnos la memoria, ahí cerca, en Pinilla del Valle, pueden verse las excavaciones arqueológicas de nuestros parientes neandertales.
La santa y yo asistimos a una breve exposición que hizo Juan Ramón Martín, arquitecto de formación y escultor vocacional, quien emplea el hierro como materia con la que expresar los contrastes entre peso y levedad. Los profanos allí presentes tratamos de comprender cómo la masa es capaz de transmitir emotividad, y para ello nos puso el parangón del toro-masa-amenaza, frente a impala-levedad-huida. El volumen reducido a formas esquemáticas nos hizo recordar la abstracción que podemos ver ya en los objetos paleolíticos, en un largo trazo en el tiempo que nos une a nuestros antepasados. Y, para refrescarnos la memoria, ahí cerca, en Pinilla del Valle, pueden verse las excavaciones arqueológicas de nuestros parientes neandertales.
A lo mejor, alguien puede sorprenderse de que en plena canícula
veraniega el jubilata se encuentre con actividades que solemos llamar
“culturales”, cuando lo oportuno y que de verdad presta en estos días de
pertinaz insolación, es tumbarse panza arriba en el césped de la piscina, practicar
la barbacoa de chuletitas y panceta, o filosofar sobre las cosas del fútbol con
la cervecita helada en una charla distendida en la terraza del bar. Pero si el
torero se sorprendía de que hubiese “gente
pa tó” – incluso filósofos –, que el lector de esta bitácora no se
sorprenda si este jubilata, en sus andanzas, encuentra gente que hace cosas por
amor al arte.
El valle es acogedor y da cabida a todo quisque. A saber: al
veraneante ocioso en su jugo agosteño; al caminante huidizo de multitudes por
entre robledos o pinares; a la chavalería que enmarrana el cauce del Artiñuelo
con toda clase de envases (por lo que parece, nadie las habló de que el
principio básico de la ecología es usar las papeleras); al pequeño negocio de
vender grasas suculentas en forma de kebab y “salchipapas” junto al cine de
verano; a los grupos familiares de ciclistas que pedalean por los caminos (familia
que pedalea unida, permanece unida); a la congregación de jubilados que, con fe
y buen paso, hace cada mañana tempranito la ruta del colesterol Rascafría – El Paular
aller-retour…
Y si todo lo anterior puede parecerle rutinario y el lector es un
espíritu fuerte, amante de experiencias fuera de lo común, en el monasterio de
El Paular, por lo leído estos días atrás en algún anuncio, se imparten cursos
de coaching espiritual. Queda garantizado el subidón…
Yo lo que me pregunto es, con tanta visita cultural y eso, de dónde saca tiempo para ver la tele... ¿Usté no duerme o qué?
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