Tras las banderas, los negocios. |
Mientras asistimos al gran guiñol de la proclamación de la República Catalana Lliure, Grande e Indivisible (a la espera de lo de la Vall d´Arán), por ahí, y bien a su pesar, van las preocupaciones que embargan a este jubilata.
No está un servidor en edad de dejarse
arrastrar por los grandes gestos de gente pequeña que busca un hueco en los
libros de historia, y por eso decidió husmear en su propia intrahistoria a ver si
encontraba sentido a la cosa. Para eso, nada mejor que pasear por el parque del
Calero esquivando perros, ahuyentando cotorras y palomas, cediendo el paso a
viejos en proceso de caducidad manifiesta, y otras faunas habituales de este
barrio. La reflexión peripatética, aunque no sirva para poner en orden las
ideas, sirve para controlar el nivel de colesterol con tanto ir y venir por el
parque.
Una idea me rondaba por la cabeza, o más bien
una frase leída esto días atrás: Tú estás
sano porque aún no hemos puesto nombre a lo tuyo. ¿Era una amenaza de las
grandes corporaciones farmacéuticas? ¿Un aviso para los atrapados en la rutina
de la normalidad? Más bien una muestra de humor negro que esconde una verdad:
vivimos una apariencia de normalidad.
Como esta normalidad, de la que aquí se habla, viene
referida a comportamientos sociales, asumimos como normal – bien que
forzados por las circunstancias – la realidad que nos toca vivir, aunque nos
supere. Y la normalidad que nos toca vivir en esta sociedad es una inquietud
colectiva a la que el humorismo político le ha puesto el nombre de República
Catalana; para más inri, ahora en el exilio bruselense.
Estábamos sanos hasta que alguien puso nombre a lo nuestro y la salud
se nos está yendo en manifas, ondeo de banderas, odios sarracenos, patriotismos
decimonónicos, adhesiones inquebrantables a la madre Catalunya o a la madre
España, boicots patrióticos y un montón de sarpullidos en las tripas donde residen las
emociones. Ya tenemos la enfermedad, solo falta la medicina, y no parece que el
jarabe del 155 arregle más que los síntomas, dejando el mal soterrado hasta un
nuevo brote de sarampión separatista.
Hasta ahí, el jubilata había conseguido poner
cierto orden en sus pensamientos. Pero en sus idas y venidas por el parque se
fue a tropezar con su vecino el depresivo, al que el médico le ha recomendado
que camine mucho y piense poco. Y el vecino depresivo, que rumia sus
pensamientos a pesar de la prescripción facultativa, me aseguraba que estamos
sometidos al fatum por más tecnología
que gobierne nuestro mundo. Vino a decirme que cada generación vive, muy a su
pesar, algún fracaso colectivo que la marca a hierro. La generación de nuestros
padres vivió con entusiasmo fratricida la guerra civil; la nuestra está
viviendo a flor de piel una fractura política que ha roto la convivencia.
Le preguntaba yo si no podríamos oponernos a
esa fatalidad y buscar un destino en el que pudiéramos llegar a un acuerdo de
convivencia, intercambiar banderas (como los futbolistas intercambian camisetas
después del partido). Pero él no es partidario. Piensa que contra el destino generacional
nada se puede; se acepta y se aguanta. Como es hombre leído, me trajo en apoyo
de su opinión la frase del poeta Horacio: Ducunt
uolentem fata, nolentem trahunt. Si te opones a los hados, éstos te
arrastran, si te sometes a ellos, te guían.
No estaba yo tan seguro de que lo mejor es
dejarnos arrastrar y que se cumpla nuestro destino fatalmente. Pero resultaba
bastante difícil explicárselo a un depresivo que lee a los clásicos y sabe que
la depre, como las torpezas políticas, son señales de su disgusto que mandan los dioses a los
hombres, y no queda otra más que aguantar hasta que escampe. Paciencia y
barajar, dijo Durandarte al conde de Montesinos.
Como no había llegado a nada en claro sobre
independencias, me despedí del vecino depre, pasé por DIA a comprar unas cajas
de leche y subí a casa. Me prometí no encender la tele. Quizás porque, por pura
higiene mental, un servidor había iniciado el procés de desconexión sin consulta previa en las urnas, sin debates
parlamentarios y sin movilizaciones populares patrióticas y abanderadas. Y sin
declaraciones solemnes, solo para mi capote.
Esta pole sí que está fuera de lo normal. Se la dedico a DOLORES DE LA ROLLING SQUAD Y A PUIGDEMONT
ResponderEliminarDe más mayor quiero ser como tú
ResponderEliminarVivimos en un país de eunucos. Hasta los de la cup se han acojonado. Tenemos Borbones para Rato...
ResponderEliminar¿Podría dedicar los domingos a hacer biografías en su blog? Con su tono irónico serían muy de agradecer. Le sugiero a Puigdemonte.
ResponderEliminarEso, eso queremos biografías
ResponderEliminarEstoy de acuerdo Contigo ,a caminar y mas y dejar de pensar.
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