por las alcantarillas del periodismo que se alimenta del fondo de reptiles, esta historia, absolutamente ficticia aunque verosímil, sale a la luz para que el improbable lector tenga una idea de cómo funciona el tinglado.
Si no acaba de entender sus entresijos, no se preocupe, la puñetera realidad política de cada día es aún más complicada. En eso está el truco, en que el respetable se haga un lío y cambie de canal.
"Hasta entonces lo tenía todo: Acta de
Diputado, influencias en el negocio de la construcción, negocios en B y una amante de buen ver
y mejor palpar. Pero los envidiosos arruinaron mi carrera política.
El Acta, de mi
propiedad propia y privada, me la gané a pulso. Los ciudadanos me la dieron
gracias a mi habilidad y mi tesón. Porque ha de saber Vd. que entré en los
círculos políticos por la base, de botones como quien dice, para llevar los
cafés y la prensa al Jefecillo de la Agrupación de Barrio. Éste, a su vez, todas las
tardes le llevaba las pantuflas y los chismorreos de los afiliados – que yo le
contaba – al Semijefe, a su chalet de Las Rozas.
El Semi,
llamado así por los rencorosos a los que yo espiaba, despachaba una vez por
semana con el Quasijefe, y le contaba los chismes por cauce reglamentario. El
Quasijefe tenía un despacho en Torre Pissarro con moqueta de lana inglesa y
secretaria eficiente y bien entetada para lucimiento personal del gerifalte. El Semi, desnatado políticamente y
bastante cremoso de ambiciones, lustraba los zapatos italianos del Quasijefe,
mientras influía para colocar a sus amigos. A cambio, éstos conseguían votos y
voluntades para que el Semi heredase el despacho del Quasijefe, incluida
moqueta de lana inglesa y secretaria eficiente y bientetada.
El Quasijefe
lo sabía, pero no le importaba, porque aspiraba a la Presidencia de la Consejería Técnica de la Caja de Ahorros Mantua
Carpetana, oficialmente responsable de la promoción social de viviendas. Un
primo suyo era presidente de la
Junta de Portavoces de la Comunidad. Éste había
ultimado un proyecto de ley que liberaba varios millones de metros cuadrados para la construcción.
Y, casualmente, se trataba de unos eriales propiedad de la familia en el culo de la
ciudad, donde se iba a realojar a miles
de marginales y emigrantes.
Mientras
estudiaba la carambola político/urbanista/social, el Quasijefe rendía pleitesía
los lunes y jueves al Segundo Jefe, de quien esperaba grandes apoyos. No
en vano, la mujer del Segundo Jefe había
salido elegida Concejala de los Pobres en la renovación de los cargos
municipales; y esto, gracias a los votos de las agrupaciones locales, que el
Quasijefe controlaba a través del Semijefe, en connivencia con el Jefecillo de la Agrupación , al que yo
llevaba el café, la prensa y las habladurías.
El Segundo
Jefe, a su vez, tenía sus ambiciones
puestas en las prerrogativas del Supremo Jefe. Éste manejaba el hacha de
los ceses fulminantes con gran habilidad y nadie perturbaba sus privilegios e
influencias. Por eso, el Segundo Jefe planeaba una escisión del ala más
progresista bajo el nombre de Renovadores con Base. Ironía geométrica basada en
el teorema de: altura partida por la base y
me llevo el 3% de comisión.
El Supremo
Jefe, con discreción política, jugaba al golf una vez al mes con el Presidente
Patrio, en un club exclusivo de Marbella. Cultivaba su amistad a la espera de
la alternancia en el poder y nada
perturbaba esa plácida espera.
Yo, en la base
de la base – como ya le he dicho – hacía de botones, felpudo y consejero
viperino, según las circunstancias. Hasta que mi inteligencia me llevó a ocupar
el puesto de Jefecillo de la
Agrupación , tras una votación tumultuosa y amañada en la que puse en
evidencia la ineptitud de mi antecesor.
Ascendido a
pantuflero y correveidile vespertino del Semijefe, le impliqué en negocios de
juegos, bingos y máquinas tragaperras. Él recibía pingües comisiones de los
empresarios del ramo en calidad de presidente honorario, y yo le presionaba
para ser incluido en las listas de diputados a la Comunidad Autónoma. Pero ,
como él tenía otros compromisos con más influencias políticas, rechazó mi
candidatura. Y yo, entonces, pasé información confidencial a una periodista
trepa; estalló el escándalo de las tragaperras y el Semi se esfumó en el limbo de los fracasados.
Por mi labor
callada, canalla y eficaz, el Partido me asignó el papel de Semijefe y empecé a visitar
asiduamente al Quasijefe en su despacho de Torre Pissarro. Éste, empeñado en
alcanzar la Consejería
de la Caja Mantua Carpetana , me
prometió su cargo - moqueta inglesa y secretaria buenorra incluidas - si la Asamblea aprobaba la
recalificación del nuevo paraíso terrenal. Entonces, contraté la empresa de
detectives El Sabueso Sutil y, en pocas semanas, sabía de todas las debilidades
de los diputados: negocietes promiscuos político/financieros, homosexualidades
vergonzantes, ineptitudes manifiestas, utilización de bienes públicos como
patrimonio familiar, etc, etc, etc.
Con tacto y
habilidad moví voluntades, y la ley recalificadora salió adelante. El Quasijefe
me incluyó en la lista de candidatos y me eché de amante a su secretaria por
aquello del prestigio social. Todo perfecto y según el horario previsto.
Lástima tanto envidioso como hay suelto.
Vistas mis
habilidades negociadoras, mis compadres de Partido, con voluntad unánime, me
recomendaron al Segundo Jefe. Ellos estaban interesados en alejarme de sus
zonas de influencia - ¿sabe usted? - y querían ver en qué quedaba la aventura
secesionista que él apadrinaba. Así me
convertí en jefe de filas de Renovadores con Base y el poder iba llegando a mis
manos. El Gremio empresarial del Hormigón me nombró su asesor emérito, los
Promotores Inmovilistas me pedían consejo antes de comprar terrenos, y el
Empresariado Ex-agrícola me regalaba parcelitas en yermos recalificables.
La semana
previa a las votaciones autonómicas, el Segundo Jefe le exigió al Quasijefe una
participación en el negocio de la promoción social. A cambio le daría su voto,
indispensable para lograr la
Presidencia de la Caja Mantua Carpetana. Y dicen que no fue ajena a
esa pretensión su mujer, la
Concejala de los Pobres, que creía haber ganado la concejalía
por méritos propios, y no por turbulencias de socapa y mano izquierda.
El Quasijefe,
de acuerdo con mi amante, su antigua secretaria, me presionó para que liderara
la secesión de Renovadores con Base. Así, el Supremo Jefe creería estar ante
una traición del Segundo Jefe y le defenestraría ipso facto. Entonces, el voto
para la Presidencia
de la Mantua
Carpetana sería emitido por una Comisión Gestora de la Caja - cuyos miembros debían
favores al padre del Quasijefe –, yo llegaría a lo más alto de mi prestigio
político y él se alzaría con el santo y la limosna.
Pero los
entresijos de la política se mueven por extraños vericuetos, como usted no
ignora. Llegó el día de las elecciones, saqué mi Acta de Diputado, proclamé la
secesión de Renovadores con Base y fui el hombre más solicitado por los medios
de comunicación. Me llamaban de la tele oficial; me llamaban de las cadenas
privadas; se me rifaban las emisoras de radio y la prensa. Asustados, me
llamaban mis jefes con promesas o amenazas. La gente, por la calle, se paraba a
mi paso y me llamaba de todo... y me gustó.
Visto el
ascendente social que los medios me estaban dando, empezaron a temer que las
bases del partido me aclamasen como renovador de la ética ideológica; por eso,
el Supremo Jefe, el Segundo Jefe y el Quasijefe se conjuraron para perderme.
Para ello, recurrieron al Jefecillo de Agrupación de Barrio, un trepa sin
escrúpulos a quien yo había puesto. Él sacó a la luz mis chismorreos, el
degüello político del Semijefe anterior, los trapicheos inmobiliario y el golpe
de mano de los Renovadores con Base. Y hasta mi amante, ex-secretaria del Quasijefe, me
denunció por acoso sexual interruptus, violencia de género muy de moda y que escandalizaba
mucho en aquellos días.
Me reclamaron
el Acta de diputado – ya sabe Vd. cuánto me presionaron -, pero me negué. Así que, con mi acreditación
bajo el brazo, emigré a esta república centroamericana en la que ejerzo mis
habilidades políticas. Debido a mi experiencia en el mundo inmobiliario, me
contrataron para lavar la fachada patriótica de un militar golpista.
Con la prensa y la televisión en manos de la oligarquía, he lanzado la campaña de “patria, justicia y pan” que ha calado hondo en el populacho. He convertido al espadón sanguinario en líder carismático, y me he retirado a mi finca. Aquí me dedico al cultivo ecológico de especies botánicas exóticas. Y, aunque mis explotaciones de cannabis sin pesticidas son un negocio floreciente, no consigo olvidar que un día fui diputado autonómico. Miro el Acta enmarcada en plata, y una lágrima de nostalgia corre por mis mejillas."
Con la prensa y la televisión en manos de la oligarquía, he lanzado la campaña de “patria, justicia y pan” que ha calado hondo en el populacho. He convertido al espadón sanguinario en líder carismático, y me he retirado a mi finca. Aquí me dedico al cultivo ecológico de especies botánicas exóticas. Y, aunque mis explotaciones de cannabis sin pesticidas son un negocio floreciente, no consigo olvidar que un día fui diputado autonómico. Miro el Acta enmarcada en plata, y una lágrima de nostalgia corre por mis mejillas."
Si el improbable lector no ha entendido gran cosa, insista, insista en la lectura, que esta historia es un reflejo del juego político actual. Y si, ni aún así se aclara, es porque hay un comisario de la brigada político-social que todo lo enmaraña con sus kilómetros de grabaciones y trampas saduceas. ¡¡¡No se desanime, coño!!!
Honorable JJ a estos políticos les lleva lejos su labor callada, canalla y eficaz.
ResponderEliminarEl verano intenso frutifica tu creatividad