En casa somos urbanitas muy ecologistas, y puede
que ingenuos. Tenemos un cubo para los restos orgánicos, una bolsa para los
plásticos y envases, otra para los papeles, un rincón para los vidrios, una
bolsa ocasional para la ropa reciclable, y paciencia bastante para poner cada
basura con sus congéneres. Eso una vez que hemos aprendido el trabalenguas de
los colores de los contenedores que el municipio pone a nuestra disposición. Es
una profusión de recipientes necesitada de un máster no presencial – tipo Pablo Casado – en la Universidad Rey Juan Carlos, para discernir su uso con conocimiento
de causa.
En lo que llamamos “el despachito”: una
habitación mini para mis retiros lectores y escribidores, internáuticos, melómanos
y de múltiples divagaciones sin clasificación posible, hay una papelera al pie
de la mesa. Allí van a parar todos los papelotes, una vez reciclados en
anotaciones por el reverso. Allí las copias desechables de la impresora, notas
de compra y recordatorios, y ocurrencias esporádicas que apunto para no olvidar
y que luego no sé qué aplicación darles.
Mira por dónde, en el vaciado último de la
papelera, me encuentro unas hojas del periódico La Razón. Llegaron a casa como
envoltorio de unos cuadernillos de un libro que estoy restaurando en el taller
de encuadernación. Dicho sea lo de restaurar como licencia que me tomo por el hecho
de estar remendando un libro que he desmontado y del que hablaré más tarde. A
lo mejor…
A propósito de esa rareza de La Razón en casa,
forzoso es confesar que uno tiene sus fobias. Fobias cultivadas con dedicación,
como el Cándido de Voltaire cultivaba su huerto. Dicho sea en honor a la verdad: un servidor es fóbico a la
prensa patriótica, entre otras fobias confesables.
En la página 25 de La Razón, domingo día 3 del presente, salta a los ojos este anuncio publicitario: ¡Orgullosos de nuestra Guardia Civil!, en
color verde picoleto. Y en letras rojas, para que más destaque: Reloj Homenaje “Duque de Ahumada” impresionante cronógrafo de alta relojería
con el emblema de la Guardia Civil y la bandera de España grabados en la
esfera. Al lado del reloj, a su izquierda, una navaja con los colores de la bandera en
la hoja. Navaja táctica Guardia Civil.
“Diseño español”, advierte, por si
hubiese dudas.
Este jubilata, que cumplió su cupo militarista y
patriótico con la jura de bandera franquista, siendo un conscripto veinteañero,
siempre ve con recelo estos fogonazos de fervor decimonónico; los años vividos y recorridos siempre le llevan a sospechar negocio o apaño interesado tras tanto
trémolo: dicen “Patria” y piensan “Pasta”.
Venciendo el natural recelo, resulta que sí; que, sin lugar a dudas, son objetos a la venta por 150 € la pareja (reloj y navaja). ¡Ah! En efecto, me
digo aliviado: solo es eso: negocio. ¡Haber empezado por ahí! El truco está claro: Te ponen una
bandera de España para que se te agiten las tripas patrióticas y se te obnubile el
raciocinio, y, como quien no quiere la cosa, te sacan ciento cincuenta
patacones por dos objetos perfectamente inútiles. Objetos que puedes comprar en
tienda de chinos por la cuarta parte de ese precio. Sin enseña patriótica, claro.
De ahí el sobre coste.
Un servidor ve esa navaja con su Todo por la patria impreso en la hoja y recuerda aquel Viva mi dueño
que, según Valle Inclán, estaba grabado en las cachicuernas que los majos con
calañés y patilla de boca de jacha, llevaban en la faja. De cuando la
reina castiza, o sea, de antes de la Gloriosa....
Nueva vuelta al ruedo ibérico
– piensa el jubilata con desánimo –, con su baza de espadas y su corte de los
milagros. Nuevo regreso a los espejos deformantes del callejón del Gato, donde
un Abascal a caballo por los eriales castellanos, nos da la contrafigura de don
Friolera, tronando con dignidad de fantoche: En el cuerpo de Carabineros no hay cabrones ¡Friolera!
Pero en la papelera hay más papelorio. Esta vez,
un par de hojas de un periódico gratuito, de esos que publican en cada distrito
madrileño. Éste, de Lavapiés, Latina y Embajadores, de cuando voy a los cursos de la UNED Senior. Yo los traigo a casa y mi
santa, que se lee hasta los prospectos de la farmacia, va devorándolos, columna
a columna, artículo de opinión a artículo de opinión. Una vez exprimido su jugo,
terminan en mi papelera.
Y va y me dice: Pues en un artículo ponen a caer
de un burro a Aristóteles. Yo frunzo el ceño, hay mitos intocables y por ahí no
paso. Rescato el papelorio de la papelera y leo: Y cómo no mencionar de entre los engendros a Aristóteles, quien
consideraba que la educación debía ser para las clases sociales más altas… y que no valía la pena educar a los esclavos y a las mujeres. Entre
los engendros de los que abomina la articulista no está solo el Estagirita, porque también da un repaso a Tomás de Aquino y a Agustín de Hipona por aquello de que le niegan la inteligencia y relegan a la mujer a la procreación. Ob imbecilitate sexu, creo que decían los medievales: a causa de la natural debilidad de su sexo.
A la articulista, doña Eunice, se le nota súper
mega cabreada con tanto machismo como ha sufrido la mujer desde el Génesis.
Aunque parece que muestra cierta benevolencia hacia Platón, por aquello de que,
en su República, dice más o menos: Los hijos… nacerán de la unión libre entre
ambos sexos, ya que entre ellos habrá
comunidad de mujeres, siendo todas para todos, de modo que los hijos sean
comunes y los padres no conozcan a sus hijos.
Este jubilata da un respiro a su indignación
al saber que el señor Aristón (Platón para los conocidos) se salvaba del
anatema feminista gracias a haber sido un antecesor remoto (unos 25 siglos, así a
ojo) del poliamor, tan en boga entre todo este elenco de plurisexualidades que
disfrutamos. Plurisexualidades, por cierto, de las que otros disfrutan, pero de la que este jubilata tiene un conocimiento de oídas y poco claro, debido a la edad provecta que le habita. Y a que sus hábitos son otros.
Aparte esos papeles impresos, en el vuelco de la
papelera aparecen trozos arrugados de cuartillas con algunas notas de puño y
letra bastante incomprensibles. Son fruto fragmentario de lecturas a medio
digerir del tipo: “La mayoría de nuestras impresiones del mundo las percibimos
a través de la vista. La imagen se construye a partir de fragmentos de información”. “La consciencia surge de la actividad neuronal, pero no toda actividad neuronal genera acciones identificables con la conciencia". Y cosas así... todo por haber leído La paradoja de Darwin con escaso provecho y muchos interrogantes.
No es extraño que, estos fragmentos de ignorancia, hayan terminado en la
papelera. Y que perdone el improbable lector. También los jubilatas tenemos nuestros demonios domésticos y los sacamos a ventilar, aunque su destino final sea el contenedor de reciclaje.
Pues ya ve D. JJ, lo que nos difiere: en mi papelera sólo hay citas de D. Melquíades Álvarez, papeles de periódicos tan conocidos como La Nueva Rioja, que habla de la cosecha del año 1950, varios libros enteros de Karl Popper, por falta de sitio;el relatorio de quejas a los materialistas de Kant, muchos artículos de ABC de Luis Rosales que ya no sabría decir cómo lo amo, aún estando en el tacho; la tautología entera de la filosofía de la ciencia, de un alemán del que no soy capaz de escribir ni su nombre...Como verá D. JJ esto son basuras de una enjundia que ni yo mismo podría ensalzar de tánto como su sola enumeración ya lo hace. Ah y espero poder contarle toda la verdad sobre mi biblioteca y de cómo alguien la convirtió en latente y por lo tanto ilegible. Esto si que es un dolor, leñe.
ResponderEliminarÍnclito Macelarius, es que hay papeleras del intelecto y papeleras de gacetilla. Aparte la semejanza del continente, nada que ver con el contenido.
EliminarClaro, pero el contenido de la mía era solo imaginario y sin otro propósito que dejar correr varias palabras sobre mi dura mollera, a ver si se ablandaba. Su papelera es más literaria, más de homo sapiens luchando contra los molinos, que es lo que siempre han hecho el h. sapiens y Vd.Y yo y Cortázar
Eliminar"...vivir con Horacio, quién sabe hasta cuándo ayudándolo a buscar lo que él busca y que también tú buscarás, Rocamadour, porque serás un hombre y también buscarás como un tonto. (Cap. 32).
Yo también tengo una papelera normal, de las de siempre, y otra para residuos orgánicos de plástico donde mi parienta (ojo al lenguaje inclusivo que ya se utilizada hace muchos años, incluso, valga la redundancia, en la dictadura) tira las hojas de la planta de PVC que se acartonan. La habitación es pequeña y apenas tengo sitio en las paredes para algún cuadrito y no de primeros espadas como el Serrano Amat que preside su estancia. Nada, que hay que reciclar los papeles y le felicito como siempre.
ResponderEliminar¿Plastico organico? Primera vez que oigo algo asi. Cuidado con las plantas de plastico organico, que por la noche quitan el oxigeno y por el día el hidrogeno, jaja
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