Los poetas tienen esa
extraña familiaridad con la lengua que les permite recurrir a palabras no
usadas para dar forma a sentimientos que el resto de los mortales expresamos de
forma más llana. Es el caso del “Viandar” que encabeza esta última crónica
estival.
Yo, amante del viandar en jornadas duras, sobre nieves
invernizas y bajo soles de estío…, dice Enrique de
Mesa, el poeta de la Sierra, en sus Andanzas
Serranas. Este jubilata también es amante del viandar por los robledales
(la edad, paso a pasito, le va alejando a uno de las cumbres), siguiendo las
viejas sendas semi ocultas que fue abriendo el ganado desde los prados altos donde
pasta y rumia hasta los arroyos donde bebe.
No sólo son los caminos que
pueden recorrerse con las botas camineras. También son algunas lecturas de
quienes anduvieron antes que nosotros por estas sierras, las que alimentan ese afán por
adentrarnos en la naturaleza. Así, los que tan solo somos caminantes de lengua pedestre, conocemos los paisajes a través de ojos
ajenos, de quienes supieron mejor expresarlo.
Mientras transcurren las
horas soleadas de la tarde agosteña, con un libro en las manos, Antaño, en mis viajatas de peón, arboledas,
campanarios y cerros esperábanme en lejana quietud desesperante, dice el
poeta de sus experiencias En el Camino.
Yo, desde el sillón que uso para las lecturas, trato de imaginar su viaje poético
hasta el monasterio de El Paular, donde Mesa acostumbraba a alojarse en la
celda que fue del monje archivero.
Pino de cumbre, alma sola sobre las multitudes, corazón
sin ruindad ni bajezas, mereces que un alto poeta cante tu vida brava. No
quisiste ser como todos; ansiaste algo más, y un anhelo noble y puro te empujó
de la cañada al canchal, así le hablaba el poeta a ese pino solitario, aferrado a la resquebrajadura de la roca.
Quizás, pienso,
con escarmiento y escaso espíritu poético, en la actualidad, este pino de cumbre
lo es no por su espíritu de soledad cartuja. Lo es porque huye de las multitudes
domingueras que se desparraman por el fondo del valle y las orillas del sufrido
Lozoya con sus coches y arreos de fin de semana: neveras, sillas plegables,
toallas, envases, bolsas y botellas, plásticos mil, perros defecadores... Todo, en fin, cuanto
facilite la vida del urbanita, necesitado de huir de los calores madrileños y
poco acostumbrado a las molestias del monte (“Gocemos de las incomodidades del
campo”, solía decir, irónico, nuestro difunto primo Paco).
En la orilla del Lozoya, un necio escribió. |
Como en las despedidas –
ésta lo es de nuestro verano serrano – vale más ser breve que prolijo, aquí
queda lo que Enrique Herreros, montañero de pro, decía en un artículo del 19 de
mayo de 1951, recogido en El sábado, a la
Sierra: No “civilices” la Naturaleza
con cascos de botellas, latas vacías, papeles grasientos, etc… No emborrones
piedras ni tiznes con inscripciones absurdas los últimos reductos vírgenes que
nos quedan en el mundo… La montaña, con sus silencios, con sus sugerencias, te
irá enseñando poco a poco a encontrarse a ti mismo. Y cuando lo consigas la
habrás encontrado a ella... Ha llegado el momento de poseer enteramente sus
secretos, su poesía y su verdad. Serás un montañero.
Serás mucho más que un
montañero. Serás, si te esfuerzas, un caminante que vianda
la vida, toda ella transformada en paisaje …
Mercedes. Un comentario muy entrañable para despedir una vez mas, las caminatas veraniegas por el valle del Lozoya. Para mi, este periodo estival ha sido muy atípico. Seguido de este confinamiento obligado por ese bichito maligno, que está dejando huellas y vacios muy significativos, tengo la sorpresa de romperme el hombro, adios a mi deporte mañanero, adios a mis sendas montañeras, ahora y hasta mi recuperación miro con verdadera ansia la sierra, mis montañas que tantas satisfacciones, alegrías y pensamientos gratificantes me han dado.
ResponderEliminarComenzada la rehabilitación para poner a punto este cuerpo, tendre el placer de volver a mis andanzas oor esta sierra. Gracias Juanjo.
Mercedes, ya sabes que te esperamos para las andanzas montañeras de este otoño. Mejórate pronto.
ResponderEliminarA viandar Juanjo,que tus versos te esperan
ResponderEliminarA viandar Juanjo, que tus versos te esperan
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